Después de tomar un tren rápido que me llevó desde la estación de Contest hasta París en menos de una hora y media, bajé al metro y realicé varias conexiones hasta la parada del Olrybus, el autobús que llega hasta el aeropuerto de Olry.
Una vez en Olry oeste no me costó encontrar al Mariolo, que me esperaba tomando un café. Abrazos y alegría mediante, nos volvimos a tomar el Olry hacia el centro de París. Luego hicimos conexiones de metro hasta la estación de Charonne. Allí almorzamos un churrasco de carne con fritas y ensalada y esperamos que mi prima Virginia nos pasara a buscar. Nos llevó hasta el apartamento de mi prima Lucía, donde pasaríamos la noche.
Después de descansar un breve lapso, llevé al Mariolo a conocer los jardines de las Tullerías, la plaza de la Concordia, la Avenida de los Campos Elíseos y la torre Eiffel. Antes de que se hiciese de noche volvimos al apartamento a descansar ya que al día siguiente comenzaba el viaje en camioneta por Europa.
Nos despertamos poco después de las siete de la mañana. Luego de desayunar y despedirnos de mi prima, fuimos al apartamento donde estaban mis padres y mi tía a buscar mi valija que había dejado allí cuando me fui a Contest.
Mis padres me acompañaron a buscar la camioneta a la concesionaria de Renault, donde habíamos quedado en encontramos con el grupo de la camioneta a eso de las nueve de la mañana. El horario había sido informal, y como había habido un cumpleaños de un integrante del grupo de viaje imaginé que el encuentro se produciría varias horas más tarde. A las diez y media estábamos ante la puerta del local. Sin embargo, los chiquilines aún no habían llegado.
Esperamos, mientras integrantes de otras camionetas llegaban, hacían los trámites y se llevaban la camioneta. Pasaban las horas y los chiquilines seguían sin llegar. Ya me estaba molestando cuando pasadas la una de la tarde apareció Matías con gente de otra camioneta. En efecto la fiesta de la noche anterior se había extendido más de la cuenta. A esa hora, ya me había despedido de mis padres que se habían ido a encontrarse con mi tía Rosario.
Con algún contratiempo, derivado de una tarjeta de memoria para el Gps que no contenía los mapas de Europa sino que sólo tenía los de Francia, solucionado rápidamente, salimos en la camioneta.
La primer parte del itinerario por Europa nos llevaría por Bélgica, Holanda, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia. Dejaríamos la camioneta en un camping en Finlandia y nos uniríamos al Grupo de Viaje para la excursión por Rusia.
Junto a Matías y Mariolo fuimos a buscar al resto del equipo que se encontraba en un laboratorio de análisis en el centro de París ya que Javi esperaba el resultado de un análisis.
El equipo de la camioneta, apodado “Los Magníficos” y más tarde actualizado por “Mirta, Piqui y Los Magníficos” estaba compuesto por Matías Arizaga, Mario Galiano, Diego Dalva, Javier Levy y Felipe Vago. En Dinamarca uniríamos a un séptimo integrante, Martín Cervini.
En el primer día de la camioneta apenas tuvimos tiempo de realizar un surtido en Carrefour y las compras para acampar en Decathlón. Pero no íbamos a pasar la noche en Francia, sino en Bruselas, la capital de Bélgica. Estacionamos la camioneta en una de las calles principales de la capital y salimos a dar alguna vuelta. Como era lunes no había mucha gente en las calles y los bares estaban cerrados en su mayoría.
Cuando nos despertamos en el segundo día de la camioneta ya eran cerca de las once de la mañana. Fuimos hasta un Mc Donald´s a desayunar y a utilizar los baños. Después comenzamos con las visitas.
La primera fue el Palacio Real. Si bien era hermosísimo, el recuerdo del Palacio de Versalles empequeñecía los lujosos salones, las estatuas, los frescos y los cuadros.
En segundo lugar visitamos la Plaza Grande. Un lugar increíble donde las construcciones góticas actualizadas luego con un estilo de la época de Luis XIV, se elevaban alrededor de la plaza. Allí almorzamos unos refuerzos sentados bajo una escalera. El Hotel de Ville, el edificio más reconocido de la plaza fue el objetivo de un bombardeo francés en 1695. Irónicamente, fue el único edificio cercano que se salvó del bombardeo.
Más tarde me conecté a Internet y llamé a Vanesa, una amiga belga que nos iba a dar hospedaje por las próximas dos noches. Nos dio la dirección de su casa en un pueblo entre Bruselas y Ambéres, llamado Kapelle op den dos.
Dejamos atrás Bruselas, una ciudad muy bonita de un millón de personas, donde abundan los parques y las estatuas extrañas.
Yendo hacia el pueblo nos detuvimos en el Átomo una estructura a la que se puede ascender y que fue construida para celebrar la diversidad y la integración. No pudimos subir porque cerraba a las seis de la tarde.
Entramos al pueblo, rodeado de campos de cultivo y granjas. A los lados del camino, podíamos ver vacas, caballos y ovejas. El pueblo era muy bonito, y se respiraba tranquilidad. Matías no paraba de repetir lo lindo que eran los pueblos chicos, que prefería los pueblos a las ciudades, recordando su ciudad natal, Florida.
Cuando llegamos, nos dimos un baño y después de conversar un rato, salimos hacia Amberes para cenar y tomar alguna cerveza. Vanesa nos contó sobre la situación en Bélgica, país que está divido en dos grandes regiones, la región flamenca y Wallonia. Las diferencias culturales son enormes, y en una región y otra hablan diferentes idiomas. La región flamenca, ubicada en el norte es más rica que el sur, y sus habitantes no están conformes con que muchos de los impuestos que pagan, cubran necesidades de los habitantes del sur, que aportan menos al sistema de seguridad social. Los del norte quieren independizarse de la región del sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario