lunes, 29 de agosto de 2011

Día 176-179(25 de agosto-28 de agosto): Idiosincrasia rusa y San Petersburgo



San Petersburgo fue fundada en 1707 por Pedro I, quien quiso de esa manera abrir Rusia al occidente acercándose al mar y a Europa. La ciudad fue construida sobre un pantanal y tiene más de trescientos canales, lo que evidencia la influencia holandesa. Pedro I se había disfrazado de obrero y había viajado a Holanda para aprender los secretos de los oficios del mar.

Como en todas las ciudades de Rusia abundan las estatuas de Lenin. Está representado con su brazo extendido y en pose altiva. Un chiste ruso es que la revolución falló porque en todas las estatuas está señalando hacia lugares diferentes.

Los rusos viven hoy el sistema más libre de su historia. Son personas que piensan de manera muy diferente a nosotros; de sangre española e italiana somos críticos e inconformistas y contestatarios por naturaleza. El ruso es muy conservador y no entiende el concepto de oposición política. Es pragmático. En relación con el destino tienen una ideología oriental. Aceptan las cosas como son: “Lo que es, es”. No miran al pasado y no se regodean en el dolor. Esto también sucede en los países nórdicos. Bloquean los sentimientos y las tragedias no los afectan tanto, y pueden superarlas en lapsos muy cortos.

El lema del partido de Putin es: “Por un futuro de estabilidad”. Esto habla claramente de qué es lo importante para el ruso. Cuando el sistema socialista se quiebra y se caen las instituciones, todos los ideales que crecieron en la conciencia de cada uno de los individuos son destruidos de un día para el otro. Es lógico que esto desencadene un ideal de estabilidad social en la conciencia colectiva. El partido de Kasparov aboga por la transparencia y por la libertad. Por ahora las condiciones no se han dado para que haya un cambio inminente en la conducción política. En las elecciones pasadas Kasparov se opuso a Putin y fue preso. En aquellos momentos no era aceptado en los hoteles, lo que demuestra la doblegación del ruso común ante la autoridad.

En la época soviética Freud estaba prohibido. Hoy en día ningún ruso acude al psicólogo. Sus problemas los ahogan en el vodka, uno de los pilares de su identidad, junto al ejército y a la religión. El vodka es consumido en exceso por todos y todas. Beben hasta caerse de espalda y su expectativa de vida es menor a la común por las enfermedades que apareja este modo de vida. Los militares gozan de una excelente reputación y son admirados.

Estar en la ciudad de San Petersburgo es una experiencia única. Por todos lados hay reminiscencias de lo que fue el régimen soviético. Muchos de los edificios que se ven son grandes bloques de apartamentos, sin adornos y monótonos. Estos apartamentos se venden hoy en el mercado. Las avenidas son anchas, y las plazas gigantes, como buscando intimidar e invitando a la serena contemplación de la belleza. En el cristianismo ruso, mezclado con la filosofía budista, el contemplar la belleza acerca al cielo. En general los rusos son silenciosos e introvertidos pero bajo el exceso de alcohol pueden ser peligrosos, y al salir en la noche hay que ir con cuidado.

El salón del hogar donde los rusos más se relacionan es en la cocina y en sus casas no hay un living comedor. Se descalzan al entrar en sus casas y tienen en la puerta de entrada, pantuflas para los invitados. En el trabajo son fríos y severos, y tienen una conducta muy parecida al estereotipo de empleado público uruguayo. La policía de tránsito es corrupta y acepta coimas, primero te paran y después buscan lo que hiciste mal.

Así como hay sociedades como la brasilera donde la pulsión sexual está latente en cada individuo y es prioritaria en sus relaciones, los rusos no le dan tanta importancia al sexo y lo ven como un ingrediente más de la vida. Nunca veremos a un mecánico ruso con un poster de una voluptuosa mujer en una incitante pose. A lo que sí le dan importancia sobre todas las cosas es al poder. Y esto se ve claramente en la legislación y en el sistema judicial ruso. No hay igualdad de derecho y siempre en un litigio pesa la relación de poder.

Las mujeres rusas son hermosísimas, altas, esbeltas, simpáticas y sin tabúes. Según opinión de las mujeres del grupo y en charlas con chicas de otros países, los hombres rusos no son atractivos. Les llama mucho la atención los ojos oscuros y no tienen problemas en mirar siempre un poco más de la cuenta.

El idioma ruso contiene palabras del alemán y del francés. El alfabeto es el cirílico. La mayoría de la población no tiene noción alguna del inglés. Esto seguramente cambiará con el paso de los años gracias a la educación y a la apertura a occidente.

En las avenidas se nota la presencia masiva de automóviles. En las horas picos es difícil circular con normalidad. El metro de San Petersburgo es el metro de mayor profundidad del mundo con más de cien metros.

La buena actuación de Uruguay en el mundial pasado abrió muchas puertas para el comercio. La selección fue admirada por su humildad y la gente miraba los partidos enfervorizada en las pantallas gigantes que se instalaban en las plazas de las ciudades. Hoy en día nos compran mucho vino y carne.

Nuestro guía Marcel Blanchard vive en Rusia hace muchos años. Le tocó visitarla en la época de la URSS y nos dio el testimonio de lo que eran esos años. La sociedad capitalista es la sociedad del neón. Constantemente somos bombardeados por anuncios y propaganda que nos incita a tomar determinada conducta. En aquella época la ciudad quedaba en silencio cuando caía el sol, y no había letreros de marcas comerciales iluminando la noche. Sólo había propaganda política y se festejaba solamente en las fiestas patrias.

Llegamos a San Petersburgo cerca de las seis de la tarde y nos instalamos en el hotel. En frente al mismo se encuentra el memorial a los caídos en la segunda guerra mundial, que visitamos pocas horas después de llevar las valijas al cuarto y despejarnos un poco.

En el segundo día hicimos un city tour por la ciudad en donde Marcel, nuestro guía, fue vertiendo alguno de los conceptos que están expuestos en la presente entrada. La ciudad se me antojaba muy bonita, y no podía creer estar visitando este país que hasta hace tan poco estaba cerrado al mundo, y el cual fue protagonista principal de la historia de la humanidad del siglo pasado. Visitamos muchos sitios interesantes de la ciudad, iglesias, parques y plazas. Por la noche, luego de una previa en la cual tomamos vodka, salimos a romper la noche. Terminamos en una discoteca llamada Coyote Ugly con mucha energía.

El tercer día había una visita al palacio de verano, pero preferí quedarme en las inmediaciones del hotel, recorriendo sus calles y observando a la gente.

El cuarto día, hicimos el check out del hotel y visitamos el Hermitage. La colección del museo ocupa seis edificios a orillas del río Neva. El Palacio de Invierno es donde vivían los zares y es la visita obligada. Fue un paseo increíble, atravesando pasillos y salones cubiertos de frescos, con objetos de arte de todas las civilizaciones. Merece mención los salones con pinturas de Van Goh, Picasso, Rembrandt, Leonardo da Vinci. Cuando los alemanes invadieron Rusia en el año 1941, miles de personas se ofrecieron de voluntarios para trasladas las obras en tren hasta Sverdslok. Los primeros dos trenes llegaron bien, pero el tercero no pudo salir, porque había comenzado el asedio a la ciudad por los alemanes. Los conservadores que se quedaron comenzaron a trasladar las obras de otros palacios al Hermitage y luego a protegerlo. Tras finalizar la segunda guerra las obras que se encontraban en Sverdslok fueron devueltas a su lugar original y absolutamente nada se había perdido.

Por la tarde teníamos tiempo libre hasta que saliera el ómnibus hacia la estación de trenes. Así que con Bocha, Lima y Dalvita, salimos a caminar por el centro de la ciudad. Luego de comer subimos a la cúpula de la iglesia de Saint Isaac, la más suntuosa y famosa de San Petersburgo. Desde allí teníamos una vista maravillosa. Cuando bajamos hicimos tiempo en el parque situado en frente a la iglesia.

Por la noche dormimos en el camarote del tren que nos llevaba hasta Moscú.

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