lunes, 22 de agosto de 2011

Día 165-171(14 de agosto-20 de agosto): De Copenhague a Estocolmo


El primer tramo del viaje de Copenhague hasta Estocolmo, nos llevó hasta Gotemburgo, Suecia. Nuestra idea era seguir de largo hasta Oslo, Noruega, pero la fulminante lluvia que caía sin pausa nos obligó a detenernos en esa ciudad y pasar la noche en un hostel.

A la mañana siguiente seguimos camino hacia Oslo, a donde llegamos en la tarde. En Noruega habían comenzado las clases universitarias en esa semana, y se festejaba con música y jolgorio en las calles. Cerca del palacio real, se había armado un escenario donde tocaba un grupo. Los estudiantes escuchaban a la banda sentados, conversando entre ellos. En puestos improvisados servían hamburguesas, ensalada de frutas y botellas de agua. No tuvimos problema en acercarnos para comer un poco.

Luego paseamos por el puerto donde había una vista maravillosa de la bahía con un castillo en una colina. Los barcos de aspecto antiguo le daban el toque final a un paisaje de postal.

Noruega estaba carísimo, para citar un ejemplo, una coca de medio litro valía tres euros, un pancho con panceta cuatro. Era, sin duda, el país más caro que nos había tocado visitar.


Después de despertarnos en el camping en Oslo partimos hacia el púlpito, una de las atracciones turísticas más importantes de Noruega. La ruta panorámica rodeaba a veces las montañas y otras veces las atravesaba por túneles extensos excavados en ellas. A cada vuelta del camino, nos sorprendían los lagos, las colinas y las casas de colores, muchas de ellas solitarias y perdidas en sitios inverosímiles. También encontrábamos bosques que parecían mágicos, y en los que era fácil perder la mente e imaginar fábulas y criaturas de fantasía. Me hizo acordar mucho a la isla sur de Nueva Zelanda, pero me gustó aún más; los colores eran más nítidos y los paisajes me asombraban a cada minuto.

Como para llegar al púlpito había que hacer un trekking de dos horas, nos quedamos a pasar la noche en un camping cercano. Hicimos un fogón para calentarnos antes de dormirnos.

Poco después de las siete de la mañana llegamos hasta el camino que conducía al famoso púlpito. El trekking fue muy pintoresco a través del bosque y las cañadas subiendo la montaña. Dos horas después llegamos al sitio. La niebla no impidió que la vista del precipicio y del lago me hiciera reflexionar sobre nuestra pequeñez y la volatibilidad de la vida. Un p

Por la noche llegamos a Bergen, la segunda ciudad en población de Noruega. Nos atrajo mucho su vida nocturna en plena semana de festejo por el comienzo de las clases así que nos quedamos hasta tarde.

Como aún no nos habíamos instalado en ningún camping, cerca de las cuatro de la mañana fuimos hasta uno y nos instalamos cerca de él, detrás de un enrejado. En la mañana una mujer nos pateó las carpas a los gritos instándonos a que inmediatamente fuéramos a hacer el check-in. Sin entender nada, nos levantamos rápidamente y desarmamos las carpas. Nos percatamos de que por unos metros estábamos en el terreno del camping ya que había un pequeño cartel que indicaba su fin que no habíamos visto por la noche. Indignados por los gritos y la violencia con que nos despertó la mujer, resolvimos no ir hasta la recepción y dirigirnos hasta un camping. Pero en la ruta nos paró la policía y nos obligó a volver al camping a pagar lo que la señora decía que le debíamos. A pesar de nuestras explicaciones no tuvimos más remedio de pagar la cuenta.

Luego fuimos hasta otro camping donde aprovechamos las instalaciones para lavar la ropa que ya se acumulaba todo dentro de la bolsa de la ropa sucia. Por la noche volvimos a salir a recorrer las calles y boliches.

Al día siguiente salimos temprano hacia el Flam, al norte de Bergen. Varias horas de viaje después, llegamos al pueblo. Algunos aprovecharon para tomarse un tren entre las montañas donde se apreciaban los fiordos y algunos glaciares. Yo ya estaba cuidando los gastos y no podía darme ese lujo y me quedé con tres compañeros conversando y leyendo bajo un árbol, con una hermosa vista a las montañas y al lago.

Caía la noche y decidimos hacer el viaje de trece horas hasta Estocolmo manejando en turnos. Compramos pan y embutidos y partimos. De madrugada, cuando muchos estaban durmiendo sonó el teléfono de Felipe. Una mala noticia cambió nuestros planes y llevamos a Alfonso al aeropuerto de Oslo para que se tomara un avión hacia Montevideo. Todos golpeados, continuamos haciendo ruta.

Llegamos a Estocolmo a primeras horas de la tarde. Una ciudad muy grande, capital de Suecia y de Escandinavia. Estaba terminando la semana de la cultura y presenciamos la caminata zombie. Las calles estaban llenas de zombies, con ropa rota, maquillaje, sangre y ojos de colores. Todos cumplían su papel sin cansarse y daba de veras miedo. La marcha parecía no tener fin, eran miles de zombies hambrientos e incansables.

Buscamos un camping cercano y nos dirigimos hacia allí. Preparamos algo de comer y salimos a conocer la ciudad en la noche.

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