Estocolmo es una ciudad que me gustó muchísimo. La ciudad vieja es quizá la parte más bonita con una iglesia ornamentada y con calles muy estrechas. Una de ellas es la calle más angosta del mundo. Tiene una rambla en la cual nos detuvimos a conversar y añorar nuestro país.
El clima había mejorado un poco y nos dio el tiempo para jugar un partido de fútbol entre doce, en una cancha de césped que habíamos visto cuando dábamos vuelta en la camioneta en busca del camping. Salió un lindo partido que sirvió para moverse y hacer un poco de ejercicio.
También dio para asar carne en una parrilla por la noche, mientras contábamos anécdotas, hacíamos chistes y “nostalgiábamos” la primer etapa del viaje, cuando aún nos faltaba vivir el grueso del mismo. Todos coincidimos, y las fotos de los eventos del grupo lo corroboran, en que antes de arrancar esta aventura éramos unos niños. Pues claro, todos hemos crecido y aprendido mucho.
El último día en Estocolmo, visitamos el museo Vasa donde se expone el buque de madera más grande del mundo. Construido a comienzos del siglo XVII, desgraciadamente se hundió a mil quinientos de metros del puerto de Estocolmo, cuando aún sonaban los ecos de los aplausos. Sin embargo esto permitió que se recuperara trescientos treinta y tres años después. En buen estado gracias a la casi ausencia de sal del mar, hoy en día podemos disfrutar de objetos de aquella época (prendas de vestir, adornos, juegos). Las estatuas y ornamentas del barco, representan el modo de pensar de la época. En la sala central se encuentra el barco propiamente dicho, y en otras aledañas hay reconstrucciones de la época, fotos de la operación de rescate, esqueletos de los cerca de treinta humanos que se hundieron con el buque y mucho más. Una visita más que recomendable.
Cerca de las cuatro de la tarde nos dirigimos en la Traffic y en la Zenit hasta el puerto. Nos tomaríamos un ferry hacia Helsinki, capital de Finlandia. Nunca nos imaginamos que el ferry era en realidad un crucero con restaurantes, jacuzzi, discoteca y casino. Muchos suecos se toman el crucero sólo para disfrutar del paseo, apostando y bebiendo a precios de free shops. Cuando llegan a Finlandia se quedan en el barco para volver a Suecia.
Llegamos a Helsinki a eso de las diez de la mañana, y luego de retirar por fin el pasaporte de Javier con la visa de Rusia, continuamos hasta Kotka donde el grupo de viaje se volvía a juntar para al otro día comenzar la excursión a Rusia.
La alegría de volver a juntarse creció a la noche, luego de la charla de Marcel Blanchard, encargado de la excursión, cuando por segunda vez en menos de una semana volvimos a hacer carne asada. Esta vez, acompañados por la guitarra cantamos canciones de fogón. Al día siguiente cerca de las nueve de la mañana salíamos en ómnibus hacia San Petersburgo.
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