jueves, 6 de octubre de 2011

Día 213-215(30 de Septiembre-2 de Octubre): Sarajevo una ciudad distinta


En el correr del tiempo, el territorio de Bosnia y Herzegovina forma parte del imperio romano, del bizantino y más tarde del otomano. Con la llegada de los otomanos llega también el islamismo que hoy en día es la religión con más adeptos en el país. El Congreso de Berlín otorga la administración al imperio austro-húngaro en 1878. En su capital, Sarajevo, es asesinado el archiduque austro-húngaro Franz Ferdinand, lo que constituye el detonante de la primera guerra mundial en 1914. Luego de la guerra se integra al reino de los serbios, croatas y eslovenos que adoptan el nombre de Yugoslavia en 1929. Entre 1941 y 1944, es anexado por el estado fascista croata, y terminada la guerra vuelve a ser parte de Yugoslavia. En 1992 obtiene su independencia como República de Bosnia y Herzegovina. Pero la independencia del país no es aceptada por los serbiobosnios, una parte importante de la población, quienes apoyados por el resto de los serbios de la ex Yugoslavia se oponen y comienza la Guerra de Bosnia. La guerra termina a fines de 1995 con la derrota de los serbiobosnios y con un saldo de cientos de miles de muertos.

Hoy en día Bosnia y Herzegovina es gobernada por una compleja trama de presidentes, parlamentos, cuerpos de policía y poderes judiciales. Dentro del país hay dos entidades autónomas: Federación de Bosnia y Herzegovina (población bosnia-musulmana y croata), y la República de Srpska (población serbia). También hay un distrito autónomo: Distrito de Brcko. La PESD y la EUFOR observan de cerca el funcionamiento del país para evitar revueltas y para apagar focos que puedan derivar en una nueva guerra.

Eran más de quinientos kilómetros que nos separaban de Sarajevo, la capital y la ciudad más poblada de Bosnia y Herzegovina con poco más de trescientos mil habitantes. Salimos de Budapest sobre el mediodía y después de conseguir que anularan la multa que nos habían puesto erróneamente seguimos la ruta trazada por el GPS. El viaje era de alrededor de siete horas ya que las rutas eran de baja velocidad y de una sola vía. Además debimos de atravesar Croacia con lo que esto significa en tiempo de esperas en aduanas. Por suerte, sólo tuvimos que mostrar los pasaportes y no hubo grandes contratiempos. El GPS se iba perdiendo en la ruta y varias veces tuvimos que hacer varios kilómetros demás porque nos llevaba por una ruta equivocada.

Ya se había hecho de noche y avanzábamos por las rutas de Bosnia y Herzegovina. No había luces en el camino y las excepcionales pequeñas poblaciones que se veían a lo lejos estaban apenas iluminadas. Queríamos sacar dinero para tener algo por cualquier contratiempo que tuviéramos antes de llegar a la ciudad. Pero no encontrábamos ningún cajero ya que los pocos comercios que veíamos estaban cerrados. Finalmente paramos frente a un local y pudimos sacar el dinero que queríamos. El frío era intenso así que volvimos rápido a la camioneta. Alrededor de nosotros no había nada más que la noche.

Pocos kilómetros después nos paró la policía. Esta vez nos había calculado la velocidad a “ojo” y nos querían multar. Ya nos habíamos acostumbrado a este tipo de situaciones, un clásico en Europa. Por suerte arreglamos rápidamente por diez euros y continuamos camino. Cierta sensación de ansiedad comenzó a apoderarse de nosotros. La oscuridad en la que estábamos inmersos no era habitual en Europa. Como si hubiéramos atravesado un portal que nos hubiera trasportado a otro punto del mundo, de vuelta en Asia.

La luz no se hizo más intensa cuando por fin llegamos a la ciudad de Sarajevo. Eran cerca de las once de la noche. A medida que nos adentrábamos en el centro veíamos con más asiduidad edificios con impactos de bala de la guerra de Bosnia, ocurrida menos de dos décadas atrás. Algunos edificios estaban en ruinas y muchos arreglados precariamente.

Sin embargo en el casco viejo de la ciudad había otra atmósfera. Más iluminada y con muchos bares, todos caminaban alegremente bien vestidos. Las mujeres eran hermosísimas y nos preguntábamos en que lugar estaban de todas las mujeres del mundo. Si Rusia, si Noruega, si Suecia. En fin, las mujeres de Bosnia y Herzegovina estaban entre las primeras.

Nuestro hostel se encontraba allí en el casco viejo, y después de guardar la Traffic en un estacionamiento subterráneo nos acomodamos en una habitación con cuarto y sala de estar y baño. Teníamos hasta una televisión plasma. Ya era tarde y después de preparar el itinerario para el día siguiente y de leer algo sobre la historia de la ciudad me dormí tranquilamente.

Cerca de las nueve y poco de la mañana nos despertamos y junto a Matías Uranga y Matías Arizaga, nos preparamos para ir a conocer el Túnel de Saravejo, construido durante el Sitio de Saravejo en la Guerra de Bosnia. Para llegar allí debíamos tomarnos un tranvía hasta Ilidza, en las afueras de la ciudad, y desde allí tomarnos un taxi o un ómnibus. Al final decidimos ir a pie desde la estación donde nos dejó el tranvía.

Fue una suerte ya que en la caminata pudimos apreciar la belleza de los Alpes Dináricos en cuyas colinas se levantan muchas casitas. Por todo el camino conocimos el modo de vida de los pobladores de Ilidza con sus rústicas casas y sus jardines de auto cultivo.

Y así llegamos a la entrada del túnel, hoy un museo administrado por la familia Kolar. Después de un pago mínimo de un equivalente a dos euros y medio bajamos las escaleras y nos sentamos a mirar un video de la guerra. Las imágenes que veíamos eran en color y por lo tanto más impactantes

En 1992, los serbios habían ocupado los suburbios de Sarajevo y el aeropuerto, ubicado en Ilidza en las afueras de la ciudad. La ciudad se encontraba bajo sitio, sin agua, comida, medicina, electricidad ni gas. Bosnia y Herzegovina no tenía fuerzas armadas oficiales y la población se unió en lo que dieron a llamar la Liga Patriótica integrada por policías, luchadores, delincuentes y cualquier persona que quisiera integrarla para pelear por la libertad del país. La ciudad estaba asediada por los serbios quienes la destrozaban diariamente disparando artillería contra escuelas, hospitales y otros edificios vitales. La muerte era pan de cada día para miles de víctimas civiles. La única ayuda internacional que Bosnia y Herzegovina había recibido fue que las Naciones Unidas tomaran control de aeropuerto, pero sólo para usos de las Naciones Unidas. Ése fue el término del acuerdo con los serbios. Pero eso no incluía el transporte de insumos vitales para la subsistencia de los pobladores de Sarajevo como alimentos, energía y armas para defenderse.

En este contexto se inició la construcción del túnel, que iría a conectar Ibidza, en territorio ocupado, con el territorio libre de Bosnia, pasando por debajo del aeropuerto. Con herramientas inadecuadas se comenzó a trabajar el doce de enero de 1993. Los trabajos tomaron fuerza cuando el presidente se enteró y envío los recursos necesarios el ventiocho de marzo de 1993 y fueron culminados el treinta de julio del mismo año. Con una altura de un metro y medio recorría ochocientos metros hasta territorio libre bosnio.

El túnel es el símbolo de la victoria de Bosnia Herzegovina en la Guerra de Bosnia ya que permitió la lucha y supervivencia de los habitantes de Sarajevo hasta que la OTAN intervino en el conflicto y liberó al país de los serbios en agosto de 1995.

Después de ver el video caminamos por el túnel y luego visitamos el museo en la planta de arriba. Allí se podían ver los uniformes y armas utilizadas durante la guerra. También se exponían recortes de periódico de aquella época. En varias fotografías reconocimos personajes famosos que visitaron el museo, como Morgan Freeman, Kevin Spacey y Richard Gere.

Por la tarde, luego de descansar media hora en el hostel, salimos a unirnos al tour gratis por la ciudad. El guía era un bosnio de caricatura, flaco, esmirriado y larguirucho. No paraba de fumar y movía sus manos y brazos frenéticamente. Bajaba y subía su tono de voz dramáticamente.




El tour comenzó en el lugar en el que Franz Ferdinand, el archiduque del imperio austro húngaro fue asesinado en 1914. Luego nos llevó a una iglesia católica, en la que entramos a la nave, nos sentamos y nos fue explicando la situación actual de Bosnia Herzegovia, con una desocupación de cerca del cincuenta por ciento y gobernada por un caos de presidentes, parlamentos y ministerios. Todos los días podía pasar algo y todos los días había noticias.

El país es conocido por su diversidad religiosa. En él convive una mayoría musulmana del orden del cincuenta por ciento, con ortodoxos, católicos y algunos judíos.  Por toda la ciudad se encuentran los variados centros de cultos de éstas religiones.

También recorrimos puentes, casas con historia, y el mercado donde cayó una bomba en pleno día y que mató a sesenta y siete personas durante la guerra.

Sarajevo me resultó una ciudad apasionante con su belleza en las colinas frondosas y en las construcciones arquitectónicas, en la gente y en su diversidad cultural, en el poco desarrollo que la hacía una ciudad perdida en el tiempo. Fuera de lugar en el primer mundo. La falta de iluminación me recordaba también a Nepal. Nunca creía que podía volver a experimentar parte de lo que se siente en estar en muchos de los países asiáticos que me tocó visitar. Además nos resultaba muy barato y con tres euros y medio podíamos comer un plato de pescado con arroz, fritas y ensalada.

Al día siguiente salimos temprano rumbo a Dubrovnik en Croacia. Era un viaje de poco más de cinco horas, pero antes íbamos a pasar la tarde en Mostar, donde se encuentra el Puente de Mostar construido por los otomanos.

Recorrimos las calles de adoquines llenas de almacenes y mercados, hasta el puente.que cruza el río Meretva, un río con bravas corrientes y de un fuerte color verde. Estaba lleno de turistas, sobre todo italianos, pero no esto ni por asomo hacía perder el encanto de conocer esta hermosísima ciudad. Sobre el puente, un muchacho de malla cobraba veinticinco euros por tirarse del puente al río, en un salto de veinticinco metros. Un euro por metro. Del otro lado del puente, la calle adoquinada subía la colina, siguiendo la ribera del Meretva. Buscamos un restaurante con vistas al río y al puente y encontramos uno cuya vista superaba todas nuestras expectativas. Almorzamos dos platos típicos: Cevati y salchicha a la parrilla. Con el estómago lleno volvimos a la camioneta.


Logramos llegar a Dubrovnik, ciudad croata a orillas del Mar Adriático, recién sobre la noche. Después de deambular por la ciudad buscando un apartamento por varias horas, siguiendo las instrucciones de una mujer en estado de ebriedad con la que Matías Arizaga había hablado en una de las paradas, dimos con un apartamento que una señora mayor nos iba a alquilar a cincuenta euros por noche. En el momento en que llamamos a la puerta estaba cocinando algo al horno y quedamos en que volvíamos en una hora, luego de cenar algo en el centro. Cuando volvimos, sentada en la puerta del edificio de dos pisos con vista al mar, nos esperaba la mujer con la que Matías había hablado, que era en cuestión la hija de la señora. Tenía un pedo sideral. Tuvimos que soportarla mientras subíamos nuestro equipaje al apartamento y luego parecía no tener intención de irse. Todo esto transcurría ante la vergüenza de la madre que no sabía donde esconderse. A pesar que llamaba a su hija para que no nos molestara, ésta no le hacía caso. Estaba al borde del knock out e invitaba a algunos a ir a la playa. Finalmente logramos trancar la puerta y la dejamos del otro lado y no tuvo más remedio que volver con su madre.

En el apartamento teníamos sólo una cama matrimonial y un sillón cama donde cabían dos. El resto debía dormir en los colchones inflables. Comenzaron así los campeonatos de truco nocturnos para definir los lugares de cada uno para dormir. Los campeones dormirían en la cama matrimonial, los segundos en el sillón cama, los terceros en un colchón inflable individual y los últimos compartirían el colchón inflable de una plaza y media.

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