En la mañana salimos hacia Wall Street para conocer el centro del distrito financiero de Nueva York. Pasamos por la bolsa de valores donde la policía custodiaba todo un perímetro rodeado de vallas. Para entrar en el edificio había que pasar todo un sistema de seguridad con la autorización previa. Podíamos intentar saltar la valla y llegar a la puerta, pero no creo que consiguiéramos llegar, y aún así lo menos que te podía pasar es que varios policías se te tiren arriba y te lleven detenido. Era demasiado riesgo.
Continuando con la excursión matutina, conocimos el lugar donde habían estado las Torres Gemelas hasta el atentado del nueve de septiembre del 2001. Hoy es llamada Zona Cero y están en construcción cinco rascacielos, planeados para aumentar su altura con el paso del tiempo. Entramos a la Capilla de San Paul, que se considera que se salvó milagrosamente del derrumbe cuando cayeron las torres gemelas. Allí fue un muy importante centro de refugio para los bomberos y voluntarios que hicieron el trabajo de rescate de las víctimas del atentado. En la Iglesia más antigua de Manhattan, abierta en 1776. Hoy rinde homenaje continuo a las víctimas del 11/9.
Continuando el tour por la ciudad con el guía Paul Faget, avanzamos hasta la concentración del movimiento de Los Indignados que luchan por terminar con el orden económico y social, es decir terminar con el sistema capitalista. Hacen campamento en una plaza de Manhattan, con carpas para dormir, garrafas para cocinar, y carteles para mostrar su indignación. La plaza es, claro, el sueño de todo homeless que aprovechan la concentración para instalarse allí y disfrutar de comida caliente y compañía. Cuando intentamos informarnos un poco más sobre el movimiento, nos percatamos que en el discurso no aparece una sola idea, una sola propuesta. El movimiento solamente critica el orden actual, pero sin proponer nada a cambio.
Y luego conocimos otros edificios característicos de Nueva York, como el edificio de Donald Trump, el Ayuntamiento y otros más. Visitamos China Town y Little Italy. Volvimos al hostel para tomarnos un descanso breve y salir a bicicletear Manhattan.
En Manhattan encontramos muchísimas personas de habla hispana, uno puede comunicarse en español con casi la mitad de los habitantes. Antes de entablar una conversación lo mejor es preguntar si el otro habla español.
A las tres de la tarde alquilamos las bicicletas y salimos hacia Downtown y al Brooklyn Bridge. Es fácil ubicarse en Manhattan ya que las calles son llamadas por un número que crece a medida que uno se dirige hacia el norte. Nuestro hostel se ubicaba en la calle 103, y debíamos ir hacia el sur mucho más allá de la calle 1. Fuimos por la rambla del río Hudson. Del otro lado podíamos ver los edificios de la ciudad de Nueva Jersey. Fue un paseo muy bonito donde pudimos conocer cómo viven muchos neoyorquinos su tiempo de ocio, corriendo, andando en bici y leyendo al sol con la vista al río. Después de andar varios kilómetros nos encontramos de golpe, a lo lejos con la Estatua de la Libertad.
La mejor experiencia del día fue cruzar el Brooklyn Bridge en bicicleta. El puente tiene una senda para bicicletas y peatones que pasa por encima de por donde pasan los vehículos. La vista de Manhattan de un lado y de Brooklyn del otro es impresionante.
Fue muy cómico volver con las bicicletas en el subte. Era un largo viaje, y el vagón comenzó a llenarse demasiado. Las bicicletas están permitidas en el subte, pero después de haberlas trasportado allí, uno se pregunta de por cu{al razón lo están. La gente no ponía mala cara, en absoluto, pero hacía maniobras de circo para ubicarse entre las ruedas y los manillares.
Por la noche salimos a recorrer algunos boliches cercanos al hostel, como el Underground donde presenciamos una banda de surf de los sesenta.
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