miércoles, 19 de octubre de 2011

Día 228(16 de octubre): Lago di Como y problemas con la policía suiza


Con la idea de visitar el lago di Como antes de entrar en tierras suizas, salimos por la mañana junto a Bocha, Ciervo y Matías Arizaga en la Traffic. Los demás iban a ver el partido de Novara contra Bologna en Novara, y nos encontraríamos por la noche en las afueras de Interlaken.




Sobre el mediodía ya estábamos en Como, en la ciudad donde vivió el Chino Recoba durante su paso por el Inter de Milán. Es una ciudad muy bonita y el lago es precioso con barcos y colinas donde reposan unas hermosas casas con vistas inmejorables. El agua es tan clara que se ven los grandes peces nadar de un lado a otro. Caminamos por la calle que bordea el lago, con frondosos árboles y un césped ideal para descansar al sol. Las flores crecían bendecidas por la luz del sol, que estaba alto en el cielo.

Algunas horas después ya partíamos rumbo a Suiza. No habíamos tenido en cuenta que Como es frontera de este país, y no habíamos terminado de acomodarnos en la camioneta cuando ya estábamos en la aduana. Iba manejando yo, así que tuve que hablar con el policía que nos hizo detenernos a un costado. Como siempre la Traffic llamaba la atención de las autoridades por su tamaño y por la matrícula, roja por el leasing.

El policía me pidió el carné de conducir y los pasaportes de todos, a lo que accedimos sin problemas. Me di cuenta de que algo andaba mal cuando por el espejo retrovisor pude ver que varios policías se habían reunido y se pasaban mi carnet uno al otro y se miraban y hablaban entre ellos. Segundos después entraron a la oficina. No entendía qué pasaba, algo olía feo, pero no quería perder la calma.

Ya habían pasado varios minutos cuando un policía me hace una seña desde la puerta de la oficina y me dice que me dirija hasta allí. Luego de entrar en ella me hacen pasar a un cuarto pintado de blanco que toda la pinta tenía de salón de interrogación, con un banco estrecho de madera pegado a la pared del fondo, y con una mesa, también de madera que salía de una de las paredes laterales. Me hacen sentar en el banco y esperar unos minutos.

No entendía nada y menos cuando un policía entra en la sala con un juego de fotocopias en las que se veían libretas de conducir de Uruguay y me dice que yo tenía una libreta de conducir falsificada. Yo le respondo que no, que de ninguna manera, que la libreta es original. No es buena, me dice el policía. Es buena, respondo. Abre sus ojos y me pone las fotocopias delante de mis ojos. Aquí están los modelos de las libretas de conducir uruguayas, hay modelo uno y modelo dos, la tuya no es ninguna de las dos. En efecto, no coincidía con los modelos que me mostraba. En una foto en negro del interior de la mía se veía escrito Polaroid y en los modelos que me mostraba decía varias veces Uruguay. La mía es buena también, le respondo. Y ahí siguió una interminable secuencia de No es buena, es buena que a los fines de la redacción no le haría nada bien reproducirla.

El policía se va y me deja varios minutos con mis propias cavilaciones. Me estaban acusando de falsificación de documentos. Mi libreta era original pero no coincidía con los modelos que les habían sido enviados desde mi país. Quién habrá sido el funcionario imbécil que no consideró que existen modelos de libretas anteriores que aún mantienen la vigencia. Por culpa de qué pelotudo me veía envuelto en este problema, en un domingo de octubre, en la frontera de Suiza.

Unos minutos después, que me parecieron años vuelve otro policía. Me indica que fuera a la camioneta y que volviera con mi equipaje y con mi billetera. Así hago y minutos después tengo mi valija en el piso de la sala y mi riñonera en la mesa de madera. Comienzo a sacar las cosas de dentro. Primero el bolsillo chico donde hay algunas colillas de cigarros. Luego el grande donde se encuentra con mi cámara que deja a un lado. Y comienza con la billetera. Saca el dinero que tenía, la tarjeta de débito y las tarjetas de crédito, mete todo en una bolsa y lo apunta en un formulario. Deja lo demás a un lado y me pide que lo guarde. A continuación me pide que abra la valija. Revisa todo rápidamente con sus guantes de goma y la cierra. Entonces me pide que me saque los championes, las medias, el vaquero, y así hasta que quedo completamente desnudo. Luego me pide que me vista. Y se va.

Había pasado media hora en la que ya no sabía en qué ocupar mi mente. La puerta se abre y entra Ciervo con su valija. Por lo menos tengo compañía. Me cuenta que uno de los policías había ido hasta la camioneta y les había pedido el carné de conducir a todos y la libreta de propiedad del vehículo. Nadie sabía donde estaba la libreta de propiedad. Habían descartado que yo pudiera saber donde estaba porque pensaron que algún policía me habría preguntado primero. Yo se la había pedido a Matías Uranga en la mañana y la tenía guardada en el sobre de Rumbos. Le digo al Ciervo que llame al policía y le diga que ya sabemos donde está. Le doy las indicaciones del lugar donde está el sobre de Rumbos y el policía vuelve con ellos y con una computadora. Abro el sobre y le doy la libreta. En que problemas estaríamos si no le hubiera pedido la libreta a Matías Uranga, pensaba.

Luego todo comienza a ir más rápido. Al Ciervo lo acusan de que él también había falsificado la libreta. La del Bocha y la de Matías A. estaban bien porque coincidían con su registro. Saco un libro de mi valija y comienzo a leer para poder tener la mente concentrada en algo. La policía comienza a tratarnos de otra manera, creo que comienzan a dudar de si tenemos razón o no. Algunos minutos después nos dejan salir de la sala y nos indican que esperemos en la camioneta. A todo esto Bocha y Matías Arizaga estaban durmiendo en la camioneta, porque se habían acostado muy tarde. Puede ser otra de las razones por las que nos comenzaran a tratar mejor, en qué cabeza cabe que dos delincuentes puedan estar durmiendo tranquilamente, mientras sus compañeros están siendo acusados e interrogados. Me prendo un cigarro y luego otro, mientras espero.

Me llaman para que haga una declaración sobre lo sucedido. Debía hacerla en un formulario impreso en español en el que se me acusaba de falsificación de documentos y en el que decía que las autoridades suizas podían llegar a denegarme la entrada al país, ahora o en un futuro. Declaro que mi libreta es original y que la policía suiza no tiene un registro correcto de las libretas originales y válidas en Uruguay. Se las leo. Me voy. Luego llaman al Ciervo quien declara lo mismo. Nos dicen que nuestras libretas serán analizadas por un experto luego de que haya una comunicación con Uruguay. Si son originales nos serán devueltas a nuestra casa en Uruguay. Así que nos quedamos sin libreta y sin la posibilidad de manejar en Suiza.

Muchos kilómetros nos separaban de Interlaken. Ya era tarde cuando encontramos la mejor P de lo que va del viaje, a treinta kilómetros del centro de la ciudad. Tampoco es que acampamos en muchas. Pero esta tenía mesas guarecidas con un techo del frío intenso que hacía en la noche. Además tenía baños limpios y una sala de información turística iluminada y vacía. Cocinamos tallarines con una rica salsa y jugamos al truco calentándonos con algún vino. Después armamos las carpas, y unos dentro de los vehículos y otros dentro de las carpas intentamos pasar la helada noche.

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