jueves, 13 de octubre de 2011

Día 223-224(10 de octubre-11 de octubre): Coliseo y Museos del Vaticano


En la mañana Matías Uranga y Matías Arizaga llevaron la Traffic a ponerle el vidrio trasero. Era lunes y abrían los talleres. El trabajo llevaba un día y medio y por eso extendimos nuestra estadía en Roma, pensada originalmente en tres noches, a cuatro noches. Por esta razón, y porque el apartamento en el que estábamos era muy cómodo, con dos cuartos, gran living, y espaciosa terraza, es que nos tomamos los días muy tranquilos y pasamos gran tiempo en el apartamento recuperando fuerzas.

Por la tarde, junto a Bocha y a Alf nos dirigimos hacia el Coliseo. Mandado a construir por el emperador Vespasiano en el año 72 D.C y culminado sólo ocho años después, por el emperador Tito. El nombre original era Anfiteatro Flavio y había sido realizado en honor a la Dinastía Flavio. El nombre Coliseo vino después en honor a la gran estatua que había junto a él, el Coloso de Nerón. Para tener una idea de las dimensiones de esta estatua, basta saber que sólo la cabeza medía tres metros de alto y que tenía la altura del mismo Coliseo.



En el Coliseo tenían lugar los espectáculos públicos donde luchaban gladiadores y mataban animales, realizaban ejecuciones y obras de teatro. En la fiesta de inauguración, que duraron cien días, se mataron más de cinco mil animales.

El edificio consta de tres niveles de arcos, para tener una idea de la magnitud del Coliseo, hay que imaginárselo con la gigantesca estatua del Coloso y con una estatua pequeña en cada uno de los arcos. En las arenas hay una batalla de gladiadores y se escucha el chocar de espadas entre los rugidos de la multitud, que está en su mayoría embriagada.

El último día en Roma dejamos el equipaje dentro de la Zenit, luego de ordenar y limpiar el caos en que se había transformado el apartamento. Debíamos pasar a buscar la Traffic a las cinco de la tarde así que teníamos el resto de la mañana y gran parte de la tarde para seguir recorriendo la ciudad.

Junto a Alf y a Bocha nos dirigimos rumbo al Museo del Vaticano, a visitar la Capilla Sixtina. Esta vez sí estaba abierto al público y por suerte no estaba tan lleno, aunque había partes en las que se dificultaba el transitar.



El Museo del Vaticano es un conjunto de museos temáticos, de jardines, galerías y monumentos. La colección de obras escultóricas y pictóricas es asombrosa. Vistamos el Museo Chiaramonti, donde se exhiben obras escultóricas, el Museo Gregoriano Egipcio, donde hay esfinges, sarcófagos y hasta una momia, todo en excelente estado de conservación, y parte de la Pinacoteca Vaticana. Pero claro, el punto más alto es la Capilla Sixtina, cuya descripción escapa largamente mi poder de redacción.

Su decoración es obra de los más grandes artistas del Renacimiento, siendo la bóveda decorada por Miguel Ángel. Uno podría estar días descubriendo detalles en los frescos, y asombrándose con la magia de estos genios, pero la realidad es que la visita debe ser rápida, uno está parado con cientos de personas pasando por su lado, escuchando voces en diferentes idiomas, y no puede concentrarse debidamente. De cualquier manera, haber visitado la Capilla Sixtina es una gran y recomendable experiencia.

Partimos a Florencia cerca de las siete de la tarde, habiendo solucionado el contratiempo de la camioneta. Llegamos tarde en la noche, y después de comer vimos el partido de Parguay Uruguay por las eliminatorias. Eran cerca de las tres de la mañana cuando pusimos la cabeza en la almohada.

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