jueves, 29 de septiembre de 2011

Día 211-212(28 de Septiembre-29 de Septiembre): Budapest la ciudad del Danubio


Budapest, junto con Praga fueron las ciudades europeas que más me deslumbraron. Dividida por el mítico río Danubio, surge de la unificación en 1873 de las ciudades de Buda de un lado del río y de Pest del otro lado.

El primer día por la mañana me dediqué a leer en el living del hostel. Era muy cómodo y amplio y teníamos un piso entero para nosotros. Era como estar en nuestra casa. Mientras los demás se iban a hacer el tour comunista de la ciudad yo tenía otros planes. Quería conocer el Barrio del Castillo del lado de Buda y bajar al laberinto del Castillo de Buda, así que aprovechando la locación central del hostel, bajé a la calle, saqué unas fotos a la Basílica de San Esteban (a cuadra y media) y luego volví sobre mis pasos en dirección al Puente de las Cadenas.


El sol estaba alto en el cielo y una suave brisa hacía que la caminata fuera todo un placer. A mitad del puente, sobre el Danubio, me detuve a admirar el paisaje. Del lado de Pest podía ver el Parlamento, construido entre fines del siglo XIX y comienzos del XX de estilo neogótico. Es de una hermosura y perfección que lo dejan a uno de boca abierta. Del lado de Buda se podía ver el castillo de Buda levantado sobre la colina y sus muros. Debajo del puente, surcando el Danubio, varios cruceros navegaban lentamente.

Al contrario de Pest, una planicie, Buda tiene el terreno accidentado. Así que una vez que estuve en su lado tuve que subir varias calles empinadas y escaleras de cientos de escalones. Pero tuvo sus frutos. Me encontré en el hermoso Barrio del Castillo, un núcleo urbano ancestral y el que contiene el mayor conjunto de monumentos de toda Hungría. Inmediatamente me dirigí al Bastión de los Pescadores. Comenzado a construir en 1895 en el lugar de la muralla medieval su estilo es el neorrománico y su función es meramente decorativa. Desde allí se tiene una majestuosa vista de la orilla de Pest, con el Parlamento claro, como principal objetivo. Después de saciar mi vista y de haber acabado el rollo de la cámara si es que mi cámara no hubiera sido digital, continué hacia la Plaza de la Santísima Trinidad. Allí se erige uno de los edificios más importantes de Budapest, la Iglesia Matías, con su torre gótica. Tiene ya más de setecientos años y allí fueron coronados numerosos reyes.

Habiendo acabado las visitas principales del Barrio del Castillo me dirigí hacia la entrada del Laberinto del Castillo de Buda, ubicada a varias cuadras de donde me encontraba. En el camino hacia allí todo bajaba de ritmo. De un lugar un tanto congestionado de turistas como la Iglesia Matías, pasé a caminar por calles adoquinadas, silenciosas, con casas de aspecto medieval y otras refaccionadas y de colores muy bonitos. Todo iba bien, muy armónico, hasta que llegué a la entrada del laberinto. Un cartel indicaba que estaba cerrado por tiempo indeterminado. Una pena enorme me dio porque no iba a tener la posibilidad de conocer un lugar que tanto me interesaba. Pero tenía otra chance. Cerca de allí se encontraba la Gruta del Castillo. No tan importante como el Laberinto con su sistema de grutas y sótanos de mil doscientos metros de largo, podía ser un buen premio consuelo. Tampoco tuve suerte. No podía encontrarlo en la dirección indicada en la guía y cuando entré a una librería a consultar, el vendedor me dijo que estaba cerrada hace años. Me indicó que podía ir al laberinto. No quise explicarle que venía de allí y que estaba cerrado.

Cabizbajo comencé mi retorno al hostel pero rápidamente el paisaje me levantó el ánimo. Es que Budapest es una ciudad hermosa y única.

Después de descansar un rato en el hostel salí a caminar nuevamente por las calles, esta vez del lado de Pest. Pude ver un movimiento interesante ya que la gente volvía del trabajo y se comenzaba a reunir en plazas y en bares. La Basílica de San Esteban quedaba iluminada por el atardecer y brillaba con un increíble color dorado.

Al día siguiente nos despertamos temprano con Matías Arizaga y conducimos hasta el Parque Memento en el distrito XII del lado de Buda, a algunos kilómetros del hostel. El él se encuentran las estatuas públicas de la época comunista, retiradas luego del cambio de régimen de 1989-1990. Allí pudimos ver enormes monumentos de Lenin, Marx, Engels, Dimitrov, soldados del ejército rojo, y otros obras alegóricas del comunismo y de la liberación. También pudimos subirnos a un Trabant, “el coche del pueblo” procedente de la República Democrática Alemana.


Cuando terminamos la visita nos dirigimos a las orillas del Danubio del lado de Buda, dejamos la camioneta, comimos y caminamos por la rambla en dirección al Puente de las Cadenas. Matías quedó impresionado por el Parlamento y yo compartía su admiración, es un edificio que sobresale a todos los demás. Cuando volvimos a la camioneta vimos que alguien había colocado unos papeles envueltos en una bolsa verde bajo el parabrisas. Cuando los sacamos nos dimos cuenta de que era una multa, aunque no entendíamos la lengua. No podíamos creerlo porque habíamos pagado el tiempo de estacionamiento en una máquina cercana y habíamos colocado el papel para que fuera visible del exterior.

Pusimos rumbo al Parque de la Ciudad, donde se encuentra el Museo de las Artes, la Plaza de los Héroes, el zoológico, el castillo Vajdaunyad. Es un parque enorme que sobresale por su color verde en los mapas. Queda al noreste de la ciudad, en el lado de Pest, lejos del Danubio.

Una vez allí estacionamos en el estacionamiento gratuito y fuimos a preguntarles a unos policías por la multa. No entendían inglés pero logramos entendernos a las señas mostrándole la multa y nuestro ticket de estacionamiento. Nos indicaron la dirección a la que debíamos ir si queríamos reclamar, impresa en algún lugar del ticket.

Olvidándonos del problema por el momento, nos adentramos en el parque. Ya perdidos en él encontramos un edificio de aspecto antiguo al que entramos ya que había una exposición de arte moderno. No sé quien será que define qué es arte y que no. No siendo un experto no supe ser capaz de admirar el valor artístico de unos rulemanes dentro de un panel de vidrio o el de un cuadro pintado en celeste de un water con un calentador.

Respirando el aire del parque en el hermoso día de sol continuamos camino rumbo al castillo y su lago. Es realmente magnífico este parque y  recomiendo visitarlo por un día completo a quien vaya Budapest.

Cerca del zoológico jugamos un Richard en una cancha de fútbol con unos locales. El resultado no podía ser otro que la victoria para dos uruguayos que querían dejar bien alto la bandera. Fue inmediata la asociación y el recuerdo con aquél increíble partido de bádminton que le ganamos en las calles de Hanoi a unos vietnamitas, nosotros sin ninguna experiencia y ellos duchos en su arte, intimidándolos a pleno grito de pulmón: Uruguay no´má! Choque de pecho. Choque esos cinco. Traspirando cada tanto que hacíamos.

Sacamos alguna foto en la Plaza de los Héroes y volvimos a la camioneta. Eran ya casi las cinco de la tarde y pusimos en el GPS la dirección que nos habían indicado los policías para ir a reclamar la multa. El tráfico estaba imposible. Durante el día ya habíamos visto cuatro accidentes de coche. Es evidente que en Budapest hay un exceso de vehículos. También hay un exceso de inspectores de tráfico, muy molestos para nosotros. En una amplísima zona hay que pagar por el estacionamiento y es carísimo. Y es más caro aún dejarlo en estacionamientos subterráneos.

Cuando estábamos llegando a la dirección buscada el Mati grita: Mirá Chelo, ese es el inspector que nos puso la multa. En efecto era el inspector peludo y gordo que habíamos visto cerca de la zona donde habíamos estacionado al mediodía. Yo iba de copiloto y me bajé a la calle tal como estaba, en calcetines porque me había quitado los championes para descansar los pies. Quizá se haya asustado un poco el inspector de ver venir a un tipo increpándolo en un idioma que no conocía, en medias y bajándose de un auto a mitad de la calle. No pensé en ello, sólo quería que me sacaran la multa. El inspector no entendía lo que le decía mientras le mostraba los papeles. Llamó a una persona que estaba hablando en celular para que hiciera de traductor. Finalmente, el inspector terminó pidiendo perdón por no haber visto el ticket. Pero teníamos que volver al otro día porque las oficinas estaban cerradas. Igual me quedó la suspicacia de que se haya hecho el boludo al ver que nuestra chapa no era húngara y que, creyendo que no sabríamos como resolver el problema y que no iríamos a reclamarla, podría así engrosar sus arcas.

Con el problema en vías de solución buscamos un estacionamiento y después de pasear un rato y parar a cenar tempranamente volvimos al hostel.

En cuanto a las fotos pido disculpas porque la conexión es lentísima y se me hace imposible subirlas. Prometo subir algunas cuando la conexión lo permita. Entiendo que muchos van a quedar con ganas de ver los paisajes y edificios tan espectaculares mencionados en esta entrada.

Día 210(27 de Septiembre): Viena


Después de lavar los platos y las ollas de la comida de la noche, de desinflar los colchones y de, en fin, ordenar y llevar nuestro equipamiento a la camioneta, fuimos a conocer Viena. No teníamos mucho tiempo, apenas unas pocas horas, ya que estaba en nuestros planes llegar a Bratislava por la noche. Luego discutiríamos sobre esto y decidiríamos que no valía la pena quedarse en Eslovaquia sólo por un día y sólo la atravesaríamos para llegar a Budapest, capital de Hungría.

Viena es la capital de Austria con casi dos millones de habitantes. Es una de las capitales más antiguas de Europa y una de las ciudades con mayor calidad de vida del mundo.

Una vez en el centro, estacionamos cerca del Ayuntamiento, un edificio rodeado de un parque que nos sorprendió desde lejos. Paseamos por él un rato, y luego seguimos caminando por la ciudad. Nos sentamos a conversar en las escaleras del parlamento con una vista espléndida a la estatua de la diosa de la sabiduría de la mitología griega, llamada Pallas Atenea. El clima estaba muy agradable con un sol que acariciaba la piel.

Almorzamos en un pqrque y luego nos dirigimos hacia la ciudad vieja. La encontramos muy bonita, ordenada y limpia. Cuando volvíamos a buscar los autos, con un tiempo muy justo debido a que se nos acababan las horas de estacionamiento compradas pasamos por la Plaza de San Esteban y entramos a la Catedral de San Esteban. De estilo gótico tenía un interior muy vistoso. En las afueras de la misma, hombres vestidos de época ofrecían entradas para el concierto de la noche de música clásica, a realizarse dentro de la catedral.

Como en muchas ciudades europeas me llamó la atención las esculturas y estatuas que iba viendo a mi paso, muchas veces de arte abstracto. Se ubican en el medio de la vereda o en lugares insólitos y en Viena esto no era la excepción.

Y con mucho gusto a poco tomamos la camioneta y seguimos el itinerario. Después de varias horas en la ruta llegamos a Budapest. 

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Día 205-209(22 de Septiembre-26 de Septiembre): Oktoberfest en Munich


Oktoberfest es la fiesta más grande de Alemania y uno de las fiestas más grandes del mundo, con una afluencia de seis millones de visitantes por año. Comienza el primer sábado después del quince de septiembre y dura un poco más de dos semanas. Se consumen millones de litros de cerveza.

La fiesta se realiza en Theresienwiese, un descampado en el centro de Munich, cerca de la Estación Central de trenes. En sus alrededores se encuentra la estatua de Bavaria.

Varios galpones de marcas de cerveza de Munich reciben miles de visitantes por día y en los días con más público no es posible acceder sin reserva. Los galpones están abiertos desde las nueve de la mañana hasta las once de la noche. A partir de las diez y media no se vende más cerveza. La bebida, alma de la fiesta, se sirve en jarras de un litro que en 2011 costaban, con la propina incluida e inevitable, diez euros.

Pero la Oktoberfest no es sólo entrar a un galpón, sentarse en una mesa y tomar cerveza mientras una orquesta interpreta viejos éxitos musicales. El parque es también un parque de diversiones con juegos para chicos y grandes. La amplia avenida entre los galpones está colmada de turistas y se ofrecen alimentos y souvenirs de todos los tipos.

Lo más interesante de ver son los vestidos típicos que utilizan tanto hombres como mujeres y que le dan un color especial a la fiesta. Los vestidos de las mujeres son muy sensuales con un escote pronunciado. Los de hombres son muy graciosos y estuvimos a punto de alquilar algunos pero nos detuvieron los elevados precios de los mismos.

Tres veces fui a la fiesta, dos veces de noche y una de día. La primera vez, era mi segunda noche en la ciudad. Entramos a la carpa de HB, una de las marcas más conocidas. Me sorprendió el ambiente festivo y cómo la gente se paraba en las sillas y cantaba las canciones de la orquesta. Además de brindar con las jarras y de moverlas al ritmo de la música. La mayoría de los presentes tenían un estado etílico considerable pero no observé disturbios mayores.

La segunda vez fui toda la tarde. Ya habíamos pasado tres noches en Munich. En el camping teníamos una cancha de básquetbol y todos los días jugábamos varias horas. También había mesa de ping pong y largas mesas donde se prestaba para jugar al truco. Ese día quería conocer la fiesta en horas diurnas, y como todos estaban colgados con alguna de las actividades antes mencionadas, me tomé el tranvía y fui hacia allí sólo.No pude entrar a ninguna carpa porque era sábado y sólo se podía entrar con reserva. Estaba absolutamente repleto y era difícil moverse por el parque, así que salí a los alrededores y conocí el ambiente de los bares aledaños. Por todos lados la gente bebía cerveza. Más tarde me encontré con una amiga colombiana que vivía en Munich y entramos a la carpa de Paulaner. Ya era de noche cuando llegaron algunos de los chiquilines.

La última vez que fui fue la última noche en Munich y volvimos a ir a la carpa de HB. Habíamos coincidido con un grupo de chicas del grupo y éramos un montón de uruguayos. Cerca de la fiesta, había camionetas de la policía. Me sorprendió enormemente que éstas tenían parlantes y un oficial ponía música para bailar. Lo veías del otro lado del vidrio moviéndose con la música y saludando a la gente. Algunos hasta le pedían temas. Me quedé un rato sin poder creer lo que estaba viendo.

Pasamos mucho tiempo en el camping jugando al básquetbol. Durante el día quedaba casi vacío porque casi todos los que allí estaban acampando se tomaban en serio el Oktoberfest. Esto es, chupar desde después del desayuno, vestirse para la fiesta, y salir bien temprano para volver dado vuelta en horario nocturno. Nosotros claro, nos lo tomamos más tranquilo. Después de tantos meses de viaje, había que tomarse este tipo de fiestas con mesura.

Luego de la quinta noche en Munich partimos rumbo a Viena, capital de Austria. Sobre la noche llegamos a un camping donde alquilamos una cabaña para cuatro personas. Éramos ocho así que en el espacio donde estaba la mesa inflamos los colchones de dormir y los que como yo, perdieron el sorteo de las camas disponibles, tuvieron que dormir en el piso.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Día 200-203(18 de Septiembre-21 de Septiembre): Berlín la ciudad del siglo XX


Berlín no es una ciudad bonita. Menos si uno viene de Praga, la ciudad dorada. Es en cambio, una ciudad muy interesante, emblemática, histórica. Se podría decir que Berlín es la ciudad del siglo XX. La historia del siglo pasado se vivió allí como en ninguna otra ciudad del mundo. Devastada en las dos guerras mundiales, como el ave fénix resurgió de las cenizas y hoy en día es una de las ciudades más importantes de la Unión Europea.

Dicen que en ningún lugar se explica la segunda guerra mundial como se explica en Berlín. Numerosos memoriales a las víctimas de la guerra se han erigido en la ciudad, como el memorial de los judíos, en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de las puertas de Brandeburgo. En general los alemanes sienten una vergüenza por los horrores del nazismo y son hoy en día muy amables y educados. Como si quisieran de esta manera expiar los pecados de sus antecesores. Todos los museos que tienen que ver con la segunda guerra mundial y sus víctimas son gratuitos.

El primer día en Berlín realizamos el tour gratis por la ciudad. Allí fuimos aprendiendo a través de nuestra guía, una española llamada Laura, toda la historia de Alemania en el siglo XX; los años anteriores a la guerra, los años de la guerra, los años posteriores, la división de Alemania, el levantamiento del muro de Berlín, y la caída de éste en el año 1989. Nos íbamos deteniendo en puntos emblemáticos de la ciudad como por ejemplo el Reichstag, las ruinas del muro de Berlín, y el memorial de los judíos.

Fue una excelente clase de historia, y la viví muy intensamente. En determinado momento la guía nos llevó a una zona donde varios edificios de aspecto vetusto se elevaban sobre una zona de césped. Nos enteramos que debajo de donde estábamos se encontraba el bunker donde los cargos altos de los nazis se habían escondido en los días previos al fin de la guerra. Cuando Berlín estaba asediada y Hitler no quería rendirse. Allí debajo, Hitler había acabado con la vida de su perro, su mujer y con la suya propia. Hasta hace pocos años no había ningún cartel que indicara la ubicación del búnker. Se quería evitar que grupos neo nazis vean ese lugar como un santuario y le lleven flores.

Otro punto alto del recorrido fue cuando pasamos por las ruinas del Muro de Berlín. Laura contó la historia de una mujer que iba a salir con su marido por la noche y le llevó a su bebé a su abuela para que la cuidara. Al otro día cuando fue a buscar a su hija no le permitieron cruzar el cerco militar y quedó encerrada en la República Democrática Alemana. Se levantó el muro y por veintiocho años no pudo ver a su hija.

Al día siguiente visité la ciudad de Potsdam y el palacio de Sanssouci. Como a nadie le interesaba, tomé la camioneta conduje cuarenta kilómetros hacia esa pequeña ciudad, directamente a los jardines y a la zona de los palacios.

El palacio de Sanssouci era el Palacio de Verano de Federico II el Grande, rey de Prusia. Es famoso por sus jardines aterrazados. En el enorme parque que rodea el castillo se pueden encontrar esculturas y otros pabellones y templetes, como por ejemplo el pabellón chino y el templo de la amistad.

Caminar por los jardines y atravesar sus lagos y contemplar las hermosas construcciones fue una experiencia muy purificadora.

El último día en Berlín visitamos el Museo de los Judíos junto a Bruno Chiesa y Matías Uranga. El museo es muy moderno con zonas interactivas y trata sobre toda la historia judeogermana. Uno logra al salir una mayor comprensión sobre cómo era el contexto social antes de la segunda guerra.

El último día desarmamos el campamento, hicimos un surtido y pusimos rumbo a Munich. Fue un viaje de alrededor de seis horas sin contratiempos. Casi era de noche cuando llegamos al camping The Tent en Munich.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Día 197-199(15 de Septiembre-17 de Septiembre): Praga la ciudad dorada


“Vine a Praga a romper esta canción
Por motivos que no voy a explicarte
A orillas del Moldava
Las olas me empujaban
A dejarte por darte la razón

En el Puente de Carlos aprendí
A rimar cicatriz con epidemia
Perdiendo los modales:
Si hay que pisar cristales
Que sean de Bohemia, corazón

Ay!!
Praga, Praga, Praga
Donde el amor naufraga en un acordeón
Ay! Praga, Darling, Praga,
Los condenados pagan 
Cara su redención

Ay! Praga, Praga, Praga
Dos dedos en la llaga
Y un santo en el desván 
Ay! Praga, Praga, Praga
La luna es una daga
Manchada de alquitrán.

Vine a Praga a fundar una ciudad
Una noche a las diez de la mañana
Subiendo a Malá Strana
Quemando tu bandera 
En la frontera de la soledad

Otra vez a volvernos del revés,
A olvidarte otra vez en cada esquina
Bailando entre las ruinas
Por desamor al arte
De regarte las plantas de los pies

Ay! Praga, Praga,Praga
Donde el amor naufraga 
En un acordeón
Ay! Praga, darling , Praga
Los condenados pagan 
Cara su salvación

Ay! Praga, Praga, Praga,
Donde la nieve apaga
las ascuas del tablao
Ay! Praga, darling , Praga
Lagrima que se enjuaga
En Plaza Wenceslao.

Ay! Praga, Praga, Praga,
Dos dedos en la llaga 
Y un santo en el desván 
Ay! Praga, darling , Praga
La luna es una daga
Manchada de alquitrán.”


Letra de “Cristales de Bohemia” de Joaquín Sabina


Tres noches y dos días pasamos en esta ciudad. Tres noches y dos días fueron suficientes para que me enamorara de esta ciudad, entre las más bellas sino la más, de todas las que me tocó visitar en este gran viaje.

El primer día salimos a recorrerla, a perdernos en ella, a respirar el aire que respiró Sabina cuando fue a vivir allí unos meses con Benjamín Prado, mientras preparaban el que hoy es su último disco “Vinagres y rosas”.

La capital de la República Checa, con sus millón y pocos habitantes es la ciudad más grande del país, y había sido también la capital de Checoslovaquia y del Reino de Bohemia. Se sitúa a orillas del río Moldava y numerosos puentes lo cruzan. Fue en el Puente de Carlos cuando caí en la cuenta de que la ciudad en la que estaba poniendo mis pies era una de las ciudades más hermosas del mundo.

Como no estábamos haciendo el tour por la ciudad y sólo la recorríamos por nuestra cuenta, sus asombrosos edificios y sus estatuas y esculturas, sus fascinantes iglesias, y sus espléndidas plazas y calles no tenían nombre propio. Pero eran un regalo para la vista y para la imaginación.

El Puente de Carlos conecta la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña y tiene un largo de quinientos dieciséis metros y diez metros de ancho. Treinta espectaculares estatuas se sitúan a ambos lados del puente y contribuyen a que caminar por él sea una experiencia única con la vista al fondo del Castillo de Praga. Es un sitio muy visitado por turistas y hay muchos comerciantes y artistas que aprovechan este flujo y ofrecen sus mercaderías y sus trabajos.

Praga, llamada muchas veces “La ciudad dorada” es un sueño de ciudad. A la noche en el hostel, mientras cocinaba por la noche mostacholes a la carusso y recordaba los sitios visitados tuve de pronto una visión. Había soñado con esa ciudad mucho tiempo atrás. Había soñado con Praga sin nunca antes conocerla. La sensación nunca desapareció como puede suceder con algunos deja vú. Sino que siguió y sigue conmigo.

Una de las noches, siguiendo el que quisimos apodar “El Camino de Sabina” algunos visitamos el Cabaret Darling, cabaret que frecuentaba Sabina y su amigo Benjamín Prado en los meses en los que vivieron en la ciudad. Presenciamos un espectáculo digno para el recuerdo en una mesa que habíamos reservado por internet al lado del escenario.

En la última mañana en Praga preparamos el equipaje y partimos hacia Berlín. Fueron varias horas de viaje y para recuerdo queda una anécdota. Ni bien entramos a Alemania nos volvió a parar la policía. Pero esta vez recibimos el mejor trato y sólo nos pararon por rutina para verificar con nuestros pasaportes nuestro ingreso a la comunidad europea. Muy diferente a la experiencia vivida con la policía polaca.

En la tarde noche llegamos a Berlín y nos quedamos en un camping. Si en algún país hay sequía basta con que nos llamen para que lo visitemos y nos quedemos en un camping. Si nos quedamos en un hostel está claro que no va a llover. Así que pasamos una noche bajo la lluvia, recordando aquella primera parte del viaje por Europa, cuando la lluvia nos iba siguiendo a medida que íbamos recorriendo países, siempre quedándonos en campings.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Día 196(14 de Septiembre): Corrupción policía polaca


La Traffic arrancó hacia Praga conducida por Matías Uranga. Aún nos sentíamos conmovidos por la experiencia de visitar el campo de concentración de Auschwitz y, si bien cantamos alguna canción como generalmente hacíamos al comienzo de un viaje largo, rápidamente cada uno se centro en sí mismo, sea leyendo o repasando sus pensamientos.

No había trascurrido una hora desde que hubiéramos dejado atrás el estacionamiento del campo cuando luego de una vuelta de la ruta, de una sola vía y serpenteante, la policía polaca nos hizo señas de que nos detuviéramos. Los árboles y la vegetación abundaban a ambos lados del camino, y la camioneta de la policía estaba estacionada en un claro del bosque.

Intimidaba la sólida y corpulenta presencia del oficial que se dirigió a Matías U. y con gesto despectivo, pidió sus documentos y la libreta de propiedad del vehículo. Una vez que se los dio se los llevó al otro oficial que esperaba en un escritorio dentro de la amplia camioneta.

Entonces comenzó el suceso lamentable que habla de lo que es la corrupción de la policía polaca. El primer oficial nos mostró una pistola de radar en la que estaban marcados noventa y cuatro kilómetros. Nos dijo que estábamos en una zona de cincuenta kilómetros y por lo tanto conducíamos a una velocidad excesiva. Matías U. le respondió que de ninguna manera íbamos a esa velocidad.

Sabíamos que a otro grupo les había pasado algo parecido y que habían arreglado por diez euros. Lo que querían los milicos era una coima. Cuando Matías U. fue obligado a sentarse en la camioneta policial y discutía con el segundo oficial, pudo ver que en la pistola estaba marcada la hora en la que fue tomada la velocidad. Era imposible que hubiera sido tomada a nuestra camioneta.

Los milicos querían entre trescientas y cuatrocientas coronas polacas, o entre setenta y cinco y cien euros. Ese era el valor de la multa pero como podrá verse no era un valor fijo sino con un margen que ni siquiera ellos podían decirnos a qué se debía.

No queríamos pagar esa multa o mejor dicho no queríamos dejarnos robar tan fácilmente por tan inescrupulosos policías. Ya habíamos gastado todas las coronas y sólo teníamos algunos euros. Sacamos un billete de diez y quisimos arreglar pero los milicos no aceptaron.

Ya habían pasado casi quince minutos desde que la policía nos detuviera. El ambiente se había caldeado y los milicos estaban de mal humor. Yo tenía la impresión de que uno de ellos estaba drogado. Los milicos nos dijeron que si no teníamos para pagar ahora se lo iban a llevar detenido a Matías U. hasta que la multa fuera paga.

A nosotros nos pareció que sólo querían asustarnos porque no nos imaginamos que hubiera una corrupción tan organizada. De cualquier manera juntamos unos euros más, cerca de treinta y quisimos arreglar así pero no hubo caso. Cerraron violentamente la puerta de la camioneta, encendieron el vehículo y salieron a la ruta.

Los que estábamos afuera entramos velozmente a la Traffic y Matías Arizaga tomó el volante y comenzamos a seguir a los milicos. Estábamos nerviosos porque la situación se nos había ido de las manos. Comenzamos a discutir ya que algunos pensaban que teníamos que haberle pagado lo que querían, mientras que otros argumentábamos que estaba bien lo que habíamos hecho porque no podíamos permitir que nos robaran tan descaradamente. Que ahora sí, pagaríamos lo que nos dicen y listo. Sin embargo a mi me preocupaba también que ahora estábamos en sus manos. Si eran capaces de robar en la ruta a extranjeros también podían escondernos droga o hacer lo que quisieran con nosotros. Más aún si toda la jefatura estaba organizada, tal como parecía si en efecto nos llevaban hasta ahí. Fue uno de los peores momentos ya que la incertidumbre y los nervios se habían apoderado de todos.

Hasta que llegamos a la jefatura. Dejamos estacionada la Traffic en un estacionamiento y fuimos hasta las puertas del edificio. Pero unos policías nos prohibieron la entrada. Uranga estaba dentro y nosotros fuera, y no sabíamos que hacer. Discutimos un poco y decidimos que de cualquier manera teníamos que entrar algunos de nosotros. Al menos dos. Matías Arizaga y Alfonso Schnyder se quedaron entonces en las puertas de la jefatura tocando timbre, hasta que algunos minutos después las puertas se abrieron y pudieron entrar.

Nos quedamos afuera con Juan Cuello, Bruno Chiesa y Felipe Vago. Las peores de las suertes se barajaron pero intenté tranquilizar el ánimo. Estaba seguro de que en treinta minutos todo estaba solucionado. O quería creer que estaba seguro.

Había bajado mucho la temperatura y se hacía de noche. Varios coches de policía aparcaban cerca de nosotros, y de ellos se bajaban grandes polacos con cara de pocos amigos. No podía dejar de mirarlos con odio, todos eran iguales, todos formaban parte de la corrupción de la policía.

Por los vidrios de la puerta veía a Matías Arizaga y a Alfonso Schnyder discutir con los policías. Matías Arizaga es de gesticular y de mover sus manos animosamente al expresarse. Los gestos que veía no me gustaban para nada. Pensé lo peor. Ya me imaginaba que  habían arrestado a Matías Uranga por no se sabe que razón.

Quince minutos después salieron los chiquilines. Los esperábamos ansiosos y con pocas ilusiones y cuando nos dijeron que habían estado discutiendo por el importe de la multa no lo podíamos creer. Pensábamos que como estaba el partido, había que pagar la multa de primera y dejar rápido ese país. Casi los convenzo decía Arizaga. Pues estaba claro que los milicos no nos habían tomado la velocidad a nosotros. Que era un robo organizado y descarado.

Juntamos los setenta y cinco euros y se los dimos a Arizaga quien fue a pagar la multa. Poco tiempo después salía Matías Uranga. Y finalmente pudimos continuar el camino.

En la camioneta nos fuimos enterando de lo que fue viviendo Matías Uranga durante su detención. En el camino a la jefatura no había dirigido palabra con los policías. Una vez que llegaron lo pusieron en un calabozo. Le dijeron que si no pagaba la multa iba a estar detenido durante cuarenta y ocho horas. Y que luego sería extraditado. ¡Extraditado! ¡Por una multa de tránsito inventada!

Cuando Matías Arizaga y Alfonso Schnyder entraron a la jefatura a ver la situación y terminaron discutiendo con los milicos y no pudieron arreglar por un importe menor los milicos les dijeron que no se podía pagar en euros. Pero cuando le preguntaron a uno de los milicos que llegaba recién donde era el cambio y éste les respondió que estaba cerrado cambiaron de opinión. Bueno si, pueden pagar en euros. Cada detalle hacía más indignante la situación que nos había tocado vivir.

Fue un día en que conocimos el campo de exterminio de Auschitwz, donde el abuso de autoridad era inhumano. Para hacer la experiencia más académica luego lo sufrimos en carne propia con una pequeñísima muestra, salvando las enormes diferencias.

En la noche llegamos a Praga donde nos hospedamos en el Chili Hostel.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Día 196(14 de Septiembre): Campo de concentración Auschwitz


“…nunca seremos capaces de comprender bien, ni de interpretar mediante categorías sociales, filosóficas, psicológicas y morales accesibles a nosotros, el mayor mal que afectó a las víctimas de los nazis en los campos de concentración. No podemos comprenderlo porque esto es inconcebible. No tenemos ningún punto de referencia, ninguna posibilidad de recrear lo inconcebible. Todas las características de las reacciones humanas retroceden ante el nazismo. Auschwitz y los demás campos eran de otro mundo.”

Teresa Swiebocka
Prefacio del libro “He sobrevivido para contarlo” de Tadeusz Sobolewicz

La visita al campo de concentración de Auswhictz y Birkenau es una experiencia fuerte y que deja sus secuelas. Por algo los niños menores de catorce años tienen prohibida la entrada a los barracones que es en donde están las diferentes exposiciones.

Los campos estaban compuestos de barracones, donde se hacinaban judíos, prisioneros políticos, gitanos, homosexuales, soviéticos, entre otros, cámaras de gas, y crematorios. Para tener una idea de las diferentes dimensiones, en Auschwitz había ventiocho barracones, mientras que en Birkenau, el campo que se situaba a tres kilómetros y medio del primero y que se confunde en general con Auschwitz, llegó a haber trescientos. Allí estaba también el laboratorio de Mengele, el médico alemán que experimentaba con los prisioneros para reproducir más rápidamente a la raza aria, entre otras búsquedas que motivaban medios demenciales.

Nuestra guía hispanohablante, nos fue contando principalmente las condiciones de vida de los prisioneros del campo. Quienes lean esto ya tendrán alguna noción sobre lo que pasaba en los campos y su contexto histórico, así que solamente contaré algunas cosas que me impactaron profundamente.

La expectativa de vida, una vez ingresado al campo era de tres o cuatro meses. Los historiadores hablan del campo de Auschwitz como un campo con dos funciones: de exterminio y de concentración. Los sobrevivientes no están de acuerdo con esta clasificación. Para ellos los campos tenían una sola función: el exterminio, de manera directa y de manera indirecta. Debían trabajar durante todo el día inclementemente. No recibían alimentación suficiente para subsistir; comían apenas un ensopado aguachento una vez al día, un poco de pan y otro poco de mantequilla. Para recibir la ración se debían hacer colas en las que los lugares más codiciados eran los del medio. Si te tocaba el principio de la fila recibías sólo agua, mientras que si estabas al final probablemente la sopa se hubiera acabado. Regía la ley del más fuerte y los animales en que se habían convertido los prisioneros peleaban entre ellos por el mejor lugar. También la ley regía a la hora de dormir. Las cuchetas eran de tres pisos, y por cama debían entrar dos personas. Los más fuertes dormían en las de arriba, ya que en las de abajo se sufría la plaga de las ratas, y de la diarrea que caía desde arriba. Si bien había chimeneas y un sistema de calefacción no había combustible para hacerlo funcionar; sus fines eran exclusivamente de propaganda. En invierno se congelaban. Cuando se dice que los nazis los trataban como animales no es verdad, los trataban infinitamente peor. Podían hacer sus necesidades sólo dos veces al día y cuando los oficiales se lo ordenaban.

Los judíos que llegaban en los trenes eran separados en dos grupos. Cerca del ochenta por ciento iban directo a las cámaras de gas, aunque se les decía que los llevaban para que se bañaran y se desinfectaran. El restante vivía para trabajar en los campos el tiempo que su cuerpo soportara las condiciones infrahumanas.

Los bienes de los judíos pasaban a ser propiedad del III Reich. Lo que tuviera algún valor era luego vendido a precio muy barato en Alemania.

Toda una industria de la muerte se generó en torno al campo de concentración. A los muertos se les quitaban las joyas y los dientes de oro. El cabello de las mujeres muertas era guardado en bolsas que luego eran vendidas para relleno de almohadones, sillones y camas. En uno de los barracones se exponen toneladas de cabello, que fueron encontrados por los soviéticos cuando liberaron los campos. También se exponen toneladas de zapatos, cosméticos, valijas y toda clase de bienes de los prisioneros. Apilados como montañas, lastima pensar que en cada uno de ellos hubo alguna vez una lucecita de vida. Y ni hablar de la ropa de niños pequeños, sus zapatitos, sus gorritos, ¿cómo concebir que alguien arrebatara sus indefensas e inocentes vidas y el futuro de todos, dejando tal testimonio de brutalidad e inhumanidad que su sola contemplación agita en uno mismo vergüenza por la raza humana? Hoy sus anónimas voces, que quizá nunca fueron oídas, claman nunca más desgarradoramente.

Luego de la visita a Auschwitz, continuamos al campo de Birkenau. Visitamos los barracones con diferentes usos. Algunos de ellos son de madera y otros de ladrillos. Algunos eran dormitorios para prisioneros y otros para prisioneras, algunos eran baños y los menos eran duchas. Los prisioneros eran llevados a lo baños dos veces al día. La primera al levantarse y la segunda al volver del trabajo. No había ninguna intimidad y debían hacer sus necesidades en menos de un minuto, ya que luego debía entrar el siguiente barracón. Cuando los llevaban a las duchas aprovechaban para desinfectar sus ropas y los barracones dormitorio. Pero los prisioneros hacían cola a la intemperie, desnudos. En invierno muchos morían congelados.

El recorrido duró cerca de cuatro horas. Terminó en un memorial de los muertos en los campos en los que varios grupos de jóvenes israelitas se congregaban a rezar. Ya eran casi las seis de la tarde cuando volvimos a la camioneta y partimos hacia Praga, República Checa.

Sólo salía la Traffic ya que la Zenit tenía otro itinerario. En la Traffic estábamos, Bruno Chiesa, Alfonso Schynider, Juan Cuello, Matías Arizaga, Matías Uranga, Felipe Vago y yo. Al poco rato de hacer ruta, tuvimos un percance indignante que será contado en la próxima entrada.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Día 194-195(12 de Septiembre-13 de Septiembre): Varsovia


En Varsovia habíamos coincidido diecinueve integrantes del grupo de viaje que nos alojamos en el mismo hostel.

En la mañana, templada y agradable, salimos a conocer la ciudad, y si bien estábamos lejos del centro, preferimos ir caminando en lugar de tomarnos un tren. Varsovia había sufrido mucho las consecuencias de la segunda guerra mundial y es una ciudad conocida por el gueto de Varsovia y su famoso levantamiento. Fue una caminata de un poco más de una hora y sirvió para ir conociendo la ciudad. Muchas de las calles estaban siendo arregladas para dar una mejor imagen de cara a la próxima Eurocopa, uno de cuyos países anfitriones es Polonia. De cualquier manera la ciudad parecía estar de alguna manera rota, incompleta, como si no hubiera habido tiempo de reconstruirla totalmente después de la guerra o se hubiera hecho de forma apurada. Había grandes parques, pero así como el césped crecía sin prolijidad y sin forma, los árboles se elevaban retorcidos y sus ramas se enroscaban unas con otras, algunas con hojas y otras ya sin ellas. El polvo flotaba en el aire y lo hacía denso y el viento lo paseaba de un lado al otro. Al cruzar un puente, en el que los vehículos volaban sobre el asfalto, reparé en que tenía miedo de que alguna piedra, de las tantas que andaban sueltas, saliera disparada y por azar me diera en un ojo.

Pero todo cambió cuando llegamos al centro propiamente dicho y caminamos por la avenida que conduce hasta el castillo real. La avenida estaba franqueada de restaurantes, todos muy bonitos, y de edificios de aspecto antiguo. Lo interesante es que el centro histórico de Varsovia había sido destruido completamente después del alzamiento de Varsovia en 1944 pero luego fue reconstruido al detalle tal como era antes. Estábamos ante un ejemplo de reconstrucción de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX. En esa categoría fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

El escudo de Varsovia tiene el dibujo de una sirena con una espada y un escudo. Cuenta la leyenda que una sirena llegó a las orillas del río Vístula y quedó enamorada del lugar y decidió quedarse a vivir allí. Los pescadores y los comerciantes disfrutaban de sus hermosos cantos que hacían más amena su rutina. Pero un día, un hombre rico la secuestró y comenzó a cobrar a las personas que quisieran verla y escucharla cantar. Sus llantos fueron escuchados por un grupo de pescadores que la liberaron. Desde ese día la sirena protegió a la ciudad y por eso es que lleva consigo una espada y un escudo. Pudimos ver su estatua en la plaza del mercado.

Terminamos el recorrido de la ciudad en una plaza con una fuente que en los fines de semana ofrece al visitante un espectáculo de luces y sonidos, el cual no pudimos disfrutar por haber llegado entre semana. Allí en la fuente nos separamos en dos grupos, uno de los cuales siguió visitando algún lugar más, mientras el otro, en el cual me encontraba se encargó de realizar compras para el asado de la noche.

Es que en el hostel teníamos un brasero y un patio al aire libre con mesas y sillas que se prestaba inmejorablemente para hacer un gran asado. Y como uruguayos que somos no podíamos dejar pasar la oportunidad. Con chorizos, carne, cerdo, ensalada y vino hubo motivos de reunión y de festejos, que algunos culminamos con un póker en un salón aledaño que fue ganado por Mati Arizaga, con mucha suerte de su parte.

Al día siguiente teníamos planeado visitar un museo en la mañana y luego continuar hasta Cracovia donde pasaríamos la noche. Tuvimos la mala suerte de que el museo cerrara justo los martes, así que seguimos rumbo a Cracovia en un extenso viaje por carreteras en malas condiciones, de una vía y llenas de camiones. Llegamos cuando ya era de noche.

Allí sólo tuvimos tiempo para salir a cenar algo a la ciudad histórica.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Día 189-193(7 de Septiembre-11 de Septiembre): De Tallin a Varsovia


Sobre el mediodía pusimos rumbo a Riga, Letonia. Bocha, Mati y Ciervo se quedaron una noche más en Tallin mientras que el resto continuamos el itinerario hacia el sur, hacia el segundo país báltico.

Nos alojamos en el hostel Doma, ubicado en el casco viejo de la ciudad. Nos costó mucho encontrarlo porque el GPS tenía mal las señalizaciones de las calles. Lo mismo pasó luego para llevar la camioneta desde el hostel hasta el parking.

Nos quedamos tres noches en Riga. Es la ciudad más poblada de los estados bálticos con algo más de setecientos mil habitantes.

No me gustó la ciudad. No había mucho para hacer; en la ciudad vieja sólo hay bares, boliches, casas de cambio y supermercados. La arquitectura es bonita y medieval y las calles de adoquines, pero no le encontré ni por asomo el encanto que había encontrado en Tallin.

Uno de los días no salí del hostel porque estaba en estado gripal. Ese día volvió Alfonso a unirse al grupo luego de su vuelta a Uruguay. Una vez recuperado al día siguiente junto a Bocha y a Bruno, nos tomamos un ómnibus con destino desconocido. Queríamos conocer algo más de Riga, más allá de la ciudad vieja y la idea era perderse. Así pudimos conocer un barrio residencial y cuando volvíamos al centro nos quedamos disfrutando del sol en un parque.

Me pareció excesiva la cantidad de días que nos quedamos en Riga, y el último día ya estaba aburrido de estar en esa ciudad. Podría recomendar, en función de lo que me comentaron algunos de los chiquilines, el realizar el tour soviético que hicieron el día en que yo estaba recuperándome en el hostel. Es un recorrido por los lugares que fueron relevantes durante la ocupación soviética. Forma parte de los tours gratis que hay en casi todas las ciudades europeas importantes en los que hay que dejar una propina al final del recorrido si el tour es de tu agrado.

Luego de las tres noches hicimos ruta en la tarde por alrededor de cuatro horas hacia el último de los países bálticos Lituania, y hacia su capital Vilna. Llegamos cuando anochecía así que recién recorrimos la ciudad luego de hacer el check out del hostel en la mañana del día siguiente.

El día estaba precioso y fue un placer recorrer brevemente la ciudad vieja de la ciudad. Si bien era aún más chica que la de Riga me pareció más bonita, quizá porque estaba dejando atrás el resfrío y me sentía mejor. En ese día estaban corriendo una maratón por la ciudad y en una plaza vimos gente jugando al jockey.

Antes de dejar atrás Lituania y comenzar a recorrer Polonia, visitamos el castillo de Trakai, un castillo medieval de ladrillo rojo construido en una isla en el centro de un lago. El castillo fue construido por Gediminas en el año 1320 y fue el hogar de la monarquía en el siglo XIV. Para acceder a la isla debes cruzar el lago por un puente de madera. Ubicado a cuarenta kilómetros de Riga es el lugar en el que eligen las novias para sacarse fotos antes del casamiento. Es una visita obligada para perderse en la naturaleza, nos hubiera gustado tener tiempo y herramientas para quedarnos un día pescando en el lago desde alguno de los numerosos muelles. El castillo es sólo parte del paseo ya que está en el centro de un parque gigantesco en el que puedes perderte durante todo el día. Una visita recomendada.

Luego continuamos hasta Varsovia, conduciendo a través de las carreteras de un solo carril, congestionadas, lentas y con pozos. Llegamos casi a la medianoche a la ciudad y nos hospedamos en el hostel Krokodyl.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Día 188(6 de Septiembre): Cárcel de Patarei


Seguramente recordaré este día del viaje como uno de los más tenebrosos. Entiendo que al visitar lugares nuevos uno debe abrir su mente y dejarse impregnar por las sensaciones. A veces las sensaciones llegan de manera consciente, a través de los sentidos y a través del proceso mental de contrastar lo que uno ya sentía, sabía o pensaba del lugar que visita con lo que está experimentando en ese momento. Pero algunas veces hay algo más, sensaciones que inexplicablemente parecen no provenir de ninguno de los sentidos, sensaciones que parecen no pasar por el plano de la conciencia. Pero están ahí y son quizá más poderosas que las anteriores. Y a veces arrasan con la sensibilidad.

La mañana nos la tomamos con calma, desayunando y mirando una serie en la televisión del salón comunal del hostel. Afuera llovía y estaba fresco así que no había mejor programa posible. Además a partir de las cuatro de la tarde teníamos actividades planeadas.

Así que sin apuro a media tarde caminamos hasta la cárcel de Patarei que quedaba a algunos kilómetros del hostel. Sobre ella sólo sabíamos que había funcionado como tal hasta hacía pocos años y que había sido construida durante el régimen soviético. Ahora estaba abierta al público en formato de museo.

Para llegar atravesamos una estación de tren y dejamos atrás la Ciudad Vieja, para entrar en una zona residencial de Tallin. Había dejado de llover hacía muy poco y la humedad se sentía al respirar. Las calles estaban cubiertas de charcos y había que tener cuidado al caminar para no mojarse. Las casas tenían aspecto descuidado, si bien eran enormes y con grandes jardines. Algunas estaban cercadas con alambrados y los arbustos mal podados se entreveraban del otro lado. Casi nadie había en las calles ni en los balcones, y sólo se escuchaban los motores desde la avenida que habíamos dejado atrás, nuestros pasos y nuestras risas.

En determinado momento vimos la torre de control de la cárcel, que se elevaba detrás de una zona de hierbas y yuyos con un alambrado que impedía cruzarla. Dimos la vuelta hasta encontrar las puertas del recinto carcelario.

No había nadie a la vista cuando entramos al patio de la cárcel y vimos por primera vez sus muros con alambres de púas y la fachada del edificio, con ventanas enrejadas y alineadas con pocos metros entre sí. Allí nos detuvimos a mirar la torre de guardia, que aún tenía una silla y la puerta abierta.

No sabíamos donde se encontraba la entrada al supuesto museo. Seguimos un poco más hasta que vimos a una anciana, de pelo blanco y arrugas profundas que nos estaba mirando desde las puertas en tinieblas de una casucha al final del camino. Cuando nos acercamos salió a nuestro encuentro, pero no entendimos lo que nos decía. Mediante señas y un poco de inglés, nos cobró dos euros por la entrada al recinto. Vimos que otro señor mayor estaba sentado en una silla dentro de la construcción. Detrás de él había una cama con una manta apolillada puesta de cualquier manera sobre el colchón.

Sin más preámbulos entramos al edificio y luego de caminar por un pasillo al aire libre, en cuyas grietas crecían numerosos yuyos, nos encontramos con las propias puertas de la cárcel abiertas de par en par.

El cielo seguía nublado cuando pusimos pies por fin, en la losa de la planta baja de la cárcel de Patarei. La temperatura bajaba algunos grados con respecto al exterior. La humedad era enfermiza. Todo estaba en penumbras. Ante nosotros una escalera se elevaba hacia la oscuridad mientras a nuestros costados, los pasillos llevaban hasta las celdas. En los rincones junto a las paredes, esqueletos de sillones, colchones agujereados, máquinas de escribir y trozos de hierros herrumbrados, se amontonaban sobre sí.

No estábamos en un museo, sino en una cárcel abandonada. Como si se hubiera evacuado de la noche a la mañana hacía algunos años y nadie hubiera ido a limpiarla. En las celdas encontrábamos libros, jabones, posters. En algunas hasta dibujos y graffitis. La pintura de las paredes colgaba en hilachos resquebrajados que se caían al menor contacto. Se sentía la atmósfera cargada y opresiva.

Recorrimos los tres pisos con una sensación muy extraña. Estábamos nerviosos ya que el lugar era tan grande y oscuro que era factible que alguien hubiera decidido vivir allí. Algún loco únicamente, porque ya nos sentíamos deprimidos y angustiados y estábamos allí hacía pocos minutos.

En el piso superior conocimos el hospital que aún tenía la silla de dentista, polvorienta y sucia, y la monstruosa lámpara sobre ella. También se ubicaba por allí la biblioteca repleta de libros.

En el segundo piso estaban las celdas de los presidiarios que esperaban el veredicto final. Las cuchetas estaban pegadas entre sí. Los reclusos vivían hacinados, duplicando la capacidad de cada celda. En estas celdas no entraba la luz del sol. Con el infrarrojo de la cámara de fotos, podía iluminar el interior, sumido en las tinieblas. Iluminaba los dibujos en las paredes, los restos de ropa, las patas de una silla, los resortes de colchones, las hojas de un libro viejo; recuerdos de las miserias con las que vivían los prisioneros.

También había salas de los oficiales, con máquinas de escribir en la que aún estaban colocadas las últimas hojas que nunca habrían de escribirse. Libros con anotaciones, esquemas y reglamentos estaban abiertos sobre los escritorios.

Cuando bajamos al piso inferior conocimos la sala donde se hacían las ejecuciones. Por todos lados puertas cerradas escondían salas que no tendríamos la oportunidad de conocer. Dentro sólo la oscuridad, lo desconocido, y quien sabe que más. A veces atisbábamos por las rejas de las puertas pero no podíamos adentrar ni un milímetro la vista en la negrura.

Por suerte llegó un momento en que habíamos visitado la mayor parte del edificio y salimos otra vez al aire libre y fuimos hasta el patio donde los reclusos salían a caminar. El patio era un estrecho pasadizo entre dos muros en los cuales los presos no podían ni estirar los brazos. Pero por lo menos verían la luz del sol, si tenían la suerte de encontrarlo alto en el cielo.

Y llegó por fin el fin de la visita, y volvimos al hostel. En lo personal me sentía abatido, desgastado por la experiencia. De alguna manera la atmósfera de la cárcel había afectado mi sensibilidad. Como si el sufrimiento hubiera impregnado las paredes y el aire estuviera infectado con el polvo de la muerte. Un lugar maldito.

Pero había que cambiar el chip rápidamente porque al poco tiempo teníamos que ir a presenciar un partido de fútbol por la calificación a la EuroCopa, entre Estonia e Irlanda del Norte.

Desde hacía días las calles de Tallin habían sido invadidas por fanáticos irlandeses que se reunían en los bares y en las esquinas, tan borrachos que no podían mantener la mirada fija. Así que pensamos que la hinchada irlandesa nos iba a dar un espectáculo considerable, por más que el partido no prometía mucho.

Finalmente ganó Estonia 4 a 1. Tres de los cinco goles, siendo generoso, se debieron a groseros errores de los defensores y arqueros. Igual dio para cantar un poco y de disfrutar de cómo viven el fútbol estos dos países. Al terminar el partido los irlandeses, a pesar de estar mamadísimos, aplaudieron al equipo estoniano y no abuchearon a su equipo por más que habían hecho un papel paupérrimo.

Y así se terminó el día, nuestro último día en Estonia.

martes, 6 de septiembre de 2011

Día 185-187(3 de Septiembre-5 de Septiembre): De Kotka a Tallin


El tren nos dejó en Kouvola al nordeste de Helsinki. Desde allí nos tomamos un ómnibus hacia Kotka donde acamparíamos en el mismo camping donde habíamos acampado en la noche anterior a comenzar la excursión de Rusia.

Ese día teníamos otro cumpleaños, el de la Colo, y ni bien llegamos comenzamos a recolectar de a diez euros por persona para comprar carne y bebidas. Colgué la bandera de Uruguay en el parrillero como una manera de reservar el lugar. Si volvíamos con la carne y no la podíamos asar hubiera sido algo así como una tragedia.

Sesenta y cinco personas se sumaron a la fiesta, y el Mariolo y JP se encargaron de la parrilla. Más tarde salió una camioneta a buscar más vino que como siempre escaseaba. La música le puso más color a la fiesta que terminó siendo un gran descontrol. Era una manera de despedirnos ya que por más que, casualidad mediante, podríamos llegar a encontrarnos en los próximos destinos, el grupo de viaje se separaba definitivamente.

Al día siguiente, dejábamos atrás Finlandia y cruzábamos en ferry desde Helsinki hasta Tallin, ciudad capital de Estonia. La Traffic estaba integrada por Martín Cervini (Mani, Ciervo), Diego Dalva (Dalvita), Felipe Vago (Lima), Matías Arizaga (Tenaza), Juan Cuello y yo (apodos varios). Mariolo se bajaba en Helsinki donde iba a pasar una noche en el hostel y al otro día comenzaba su regreso a Montevideo. Juan Cuello se sumaba por unos días a “Los Limones”, nuevo apodo del grupo de la Traffic y la Zenit. La Zenit estaba integrada por  Bruno Chiesa (Comandante), Matías Uranga (El Hurón), Bocha (y su elefante imaginario Pinki). Gonzalo Colistro se había bajado la noche anterior ya que se iba a encontrar con su novia. Alfonso Schnyder (Asterix) se sumaría nuevamente por el ocho de septiembre luego de haber viajado a Uruguay imprevistamente.

Llegamos al Old Town de Tallin en la tarde noche y nos alojamos en el cuarto del hostel Alur. El hostel tenía una excelente ubicación y el cuarto era enorme y cómodo. Cuando salimos a recorrer la ciudad nos encontramos con una ciudad medieval de fantasía, anacrónica, onírica. Las calles de adoquines eran en la práctica peatonales, a pesar de que vehículos de última generación se encontraban aparcados sobre las veredas. No había ruidos molestos, y por momentos sólo se escuchaba el sonido del calzado sobre las piedras. Las calles eran angostas y sobre ellas se elevaban las fachadas de las casas de los comerciantes, antiguas y restauradas, de colores muy bonitos. En cada esquina había una sorpresa para el espíritu, una ojeada sobre un tiempo que no nos tocó vivir. Las torres, muros e iglesias se erigían desordenadas al levantar la vista. 


En el segundo día en Tallin realizamos el city tour por la ciudad. Como en muchas ciudades de Europa, se ofrecen city tour gratuitos en los que se deja una propina si el servicio es de tu agrado.

El guía estoniano en un claro inglés, nos fue contando la historia de la ciudad, agregando datos interesantes y leyendas. Estonia se independizó por primera vez en 1918 pero con las convulsiones de la segunda mundial fue tomada por la URSS por ser un punto estratégico en el mapa. La segunda independencia llegó en 1991. Fuimos caminando y deteniéndonos en varios puntos de la ciudad, iglesias, plazoletas, edificios.

En la tarde jugamos un partido de fútbol en una cancha de césped que fue definido por penales por la paridad durante el tiempo “reglamentario”. Y en la noche cenamos en la cocina del hostel pollo a la mostaza con puré, cebolla y huevo frito. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Día 184(2 de Septiembre): Finaliza excursión a Rusia



En nuestro último día en la excursión a Rusia, el día de mi cumpleaños, tuvimos que hacer el check out del hotel cerca de las once de la mañana. Luego tendríamos tiempo libre hasta la noche cuando debíamos congregarnos todos en el hotel para ir a la estación de tren.

Luego de preparar el mate, junto a Mariolo, Juanchi y Gonza Cracel nos dirigimos hacia una feria que abría todas las mañanas a la vuelta del hotel. Allí vendían matrioskas, cajas musicales, adornos, llaveros e imanes, entre otras cosas. Luego de comprar regalos volvimos al hotel ya que Marcel nos iba a llevar a un parque donde solían hacer exposiciones y ferias internacionales.

No había ninguna exposición en esas fechas, pero sí un parque de diversiones, karting y juegos de kermesse. El parque era imponente y las fuentes que íbamos encontrando a medida que lo recorríamos eran impactantes. No dejaba de sorprenderme que la obsesión rusa de hacer todo a escala de ballena azul fuera tan obsecuente.

Antes de que la noche extendiera su velo ya nos encontrábamos en el hall del hotel. Algunos hacían las últimas compras de víveres para pasar la noche en el camarote del tren. Yo estaba en un sillón mirando los mensajes que había recibido por mi cumpleaños. Claro, con la mente a mil metros de altura. No me di cuenta de que muchos de mis compañeros del grupo se habían juntado en torno a mí y cuando levanté la cabeza y los vi, uno de ellos me hizo entrega de un regalo de cumpleaños que no esperaba. Un par de championes adidas y dos pares de medias. Saludé a todos muy emocionado y agradeciéndoles el gesto que no consideraba fuera necesario.

Nos subimos al ómnibus y nos dirigimos a la estación de tren. Una vez dentro, y cuando el tren se hundía en las tinieblas atravesando el territorio ruso en dirección a Finlandia, tuvimos tiempo de festejar un poco más con la viola del Bocha y nuestras voces intentando embocar algún tono murguero.

La excursión a Rusia llegaba a su fin y con ella concluía la experiencia de viaje en grupo universitario. Ahora todos continuamos en camionetas recorriendo Europa del Este y con el norte en París donde debemos devolver la camioneta.

Fue una experiencia desde todo punto de vista enriquecedora, y recomiendo a los próximos viajeros de Ciencias Económicas no perderse este destino. Si tienen que sacrificar algo, que no sea Rusia.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Día 183(1 de Septiembre): URSS y Rusia Museo II Guerra


Así como en nuestro país, en Rusia también es común oír decir a las personas mayores que antes las cosas eran mejores. La nostalgia por los años de la juventud está alterada por la memoria selectiva que guarda y pondera los momentos buenos y que olvida o atenúa los momentos malos. Aún así, el recuerdo de lo que fue determina lo que uno es hoy.

Algo había de bueno en los tiempos de la URSS cuando la esperanza de un futuro comunista iluminaba las horas difíciles de los soviéticos. Se recuerda que no había lujos, pero las necesidades básicas estaban satisfechas. Se recuerda que no había libertad pero nadie sufría de stress pensando en el futuro de sus hijos ni en que de un día para el otro se podía quedar sin empleo y no podría seguir pagando las cuotas del alquiler. Había viviendas para todos a través de un modelo de construcción en serie que hoy en día es envidiado por muchos de los países tercermundistas que sufren del flagelo de la indigencia. Si se le cuestiona a un ruso de que el régimen soviético era en realidad una dictadura, es probable que te conteste: Y ustedes? Pueden salir del país? En verdad? Todos pueden hacerlo? O sólo unos pocos?

Los soviéticos no podían entran ni salir del país y tampoco los dejaban relacionarse con extranjeros. El estado controlaba todas las actividades de forma policíaca. Está confirmado que en todas las habitaciones de los hoteles había micrófonos. El mundo creado en la novela distópica de George Orwell “1984”, en el cual aparece el Gran Hermano como símbolo de un Estado controlador, omnipotente y omnipresente, no estaba tan alejado de las realidad de lo que fue la URSS.

La disolución del imperio romano transformó el mundo. La de la URSS también lo hizo. Cuando la URSS cae, los soviéticos creían que estaban a un paso del socialismo desarrollado y a otro del comunismo. Que estaban a pocos años de cumplir el sueño de Lenin y de la revolución. Pero esta realidad estaba deformada. El sistema no estaba funcionando bien y Gorvachov al intentar arreglarlo terminó abriendo la “caja de Pandora”. Y los soviéticos en un lapso de cinco años se quedaron sin nada, y se encontraron perdidos con la avalancha del capitalismo. Muchos enloquecieron ya que nada de lo había sido iba a seguir siendo, y el futuro se les cayó a pedazos. La escalera de cristal por la que estaban subiendo se hizo añicos de un día para el otro y todos cayeron a una selva de inseguridades y de incógnitas, rodeados de alimañas sin rostro y sin nombre.

La consecuencia de todo esto es que hoy en día los rusos miran la democracia de reojo. Desconfían de ella. Por eso aceptan un régimen que en realidad es una democracia solamente en los papeles. Hacen un juego de palabras en la que a la democracia la llaman demorcracia: esto significa mierda de cracia.

Los periodistas tienen que andar con cuidado. No pasa lo mismo que en otros países en que los periodistas son bienvenidos, aquí los periodistas lo único que pueden hacer es molestar. En el derecho romano existe el beneficio de la duda y todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. En Rusia es al revés. Si naciste sos culpable y tenés que demostrar que no lo sos. Por algo los que ocupan cargos políticos altos deben asegurarse la afinidad de sus sucesores para que no terminen en la cárcel o hasta asesinados. Y los rusos aguantan, aguantan hasta que explotan. En 2017 se cumplen cien años de la revolución.

Estos eran, desordenados pero claros y punzantes, los conceptos que recibimos de Marcel sobre la realidad de Rusia, sentados en la Plaza de la Victoria. A nuestras espaldas el obelisco se elevaba hasta el cielo, haciendo memoria a las ciudades que habían sido ocupadas por los nazis. En su cima el ángel de la victoria llegaba aún más alto, dominando la plaza desde el cielo, despejado y nítido.




Una vez que concluyó la charla nos invitó a entrar al Museo de la II Guerra Mundial, ubicado a pocos metros a nuestra derecha. Fue una visita muy rica, en la que pudimos ver cantidad de objetos, vestimentas, armamento y fotografías de la guerra. En unos salones, dibujos panorámicos tomados de fotografías reales lograban transportarte a la batalla de Stalingrado, al sitio de Moscú, y a la batalla de Berlín. La sensación de profundidad era lograda con objetos reales que formaban parte de la escena como polvo, tanques, cañones, gorros y muñecos.

Después de comprar un libro y posters de propaganda de la URSS, volvimos al hotel. En la noche en el hall del hotel festejamos mi cumpleaños número veintiocho. Un agradecimiento a toda mi gente de Uruguay que me envió saludos a la distancia, por mail, Skype y Facebook y a todos mis compañeros y amigos del grupo de viaje con quienes hemos sabido formar una gran familia. El Grupo de Viaje CCEE 2011 seguirá existiendo por muchos años aunque termine el viaje. Gracias a todos.