domingo, 18 de septiembre de 2011

Día 196(14 de Septiembre): Corrupción policía polaca


La Traffic arrancó hacia Praga conducida por Matías Uranga. Aún nos sentíamos conmovidos por la experiencia de visitar el campo de concentración de Auschwitz y, si bien cantamos alguna canción como generalmente hacíamos al comienzo de un viaje largo, rápidamente cada uno se centro en sí mismo, sea leyendo o repasando sus pensamientos.

No había trascurrido una hora desde que hubiéramos dejado atrás el estacionamiento del campo cuando luego de una vuelta de la ruta, de una sola vía y serpenteante, la policía polaca nos hizo señas de que nos detuviéramos. Los árboles y la vegetación abundaban a ambos lados del camino, y la camioneta de la policía estaba estacionada en un claro del bosque.

Intimidaba la sólida y corpulenta presencia del oficial que se dirigió a Matías U. y con gesto despectivo, pidió sus documentos y la libreta de propiedad del vehículo. Una vez que se los dio se los llevó al otro oficial que esperaba en un escritorio dentro de la amplia camioneta.

Entonces comenzó el suceso lamentable que habla de lo que es la corrupción de la policía polaca. El primer oficial nos mostró una pistola de radar en la que estaban marcados noventa y cuatro kilómetros. Nos dijo que estábamos en una zona de cincuenta kilómetros y por lo tanto conducíamos a una velocidad excesiva. Matías U. le respondió que de ninguna manera íbamos a esa velocidad.

Sabíamos que a otro grupo les había pasado algo parecido y que habían arreglado por diez euros. Lo que querían los milicos era una coima. Cuando Matías U. fue obligado a sentarse en la camioneta policial y discutía con el segundo oficial, pudo ver que en la pistola estaba marcada la hora en la que fue tomada la velocidad. Era imposible que hubiera sido tomada a nuestra camioneta.

Los milicos querían entre trescientas y cuatrocientas coronas polacas, o entre setenta y cinco y cien euros. Ese era el valor de la multa pero como podrá verse no era un valor fijo sino con un margen que ni siquiera ellos podían decirnos a qué se debía.

No queríamos pagar esa multa o mejor dicho no queríamos dejarnos robar tan fácilmente por tan inescrupulosos policías. Ya habíamos gastado todas las coronas y sólo teníamos algunos euros. Sacamos un billete de diez y quisimos arreglar pero los milicos no aceptaron.

Ya habían pasado casi quince minutos desde que la policía nos detuviera. El ambiente se había caldeado y los milicos estaban de mal humor. Yo tenía la impresión de que uno de ellos estaba drogado. Los milicos nos dijeron que si no teníamos para pagar ahora se lo iban a llevar detenido a Matías U. hasta que la multa fuera paga.

A nosotros nos pareció que sólo querían asustarnos porque no nos imaginamos que hubiera una corrupción tan organizada. De cualquier manera juntamos unos euros más, cerca de treinta y quisimos arreglar así pero no hubo caso. Cerraron violentamente la puerta de la camioneta, encendieron el vehículo y salieron a la ruta.

Los que estábamos afuera entramos velozmente a la Traffic y Matías Arizaga tomó el volante y comenzamos a seguir a los milicos. Estábamos nerviosos porque la situación se nos había ido de las manos. Comenzamos a discutir ya que algunos pensaban que teníamos que haberle pagado lo que querían, mientras que otros argumentábamos que estaba bien lo que habíamos hecho porque no podíamos permitir que nos robaran tan descaradamente. Que ahora sí, pagaríamos lo que nos dicen y listo. Sin embargo a mi me preocupaba también que ahora estábamos en sus manos. Si eran capaces de robar en la ruta a extranjeros también podían escondernos droga o hacer lo que quisieran con nosotros. Más aún si toda la jefatura estaba organizada, tal como parecía si en efecto nos llevaban hasta ahí. Fue uno de los peores momentos ya que la incertidumbre y los nervios se habían apoderado de todos.

Hasta que llegamos a la jefatura. Dejamos estacionada la Traffic en un estacionamiento y fuimos hasta las puertas del edificio. Pero unos policías nos prohibieron la entrada. Uranga estaba dentro y nosotros fuera, y no sabíamos que hacer. Discutimos un poco y decidimos que de cualquier manera teníamos que entrar algunos de nosotros. Al menos dos. Matías Arizaga y Alfonso Schnyder se quedaron entonces en las puertas de la jefatura tocando timbre, hasta que algunos minutos después las puertas se abrieron y pudieron entrar.

Nos quedamos afuera con Juan Cuello, Bruno Chiesa y Felipe Vago. Las peores de las suertes se barajaron pero intenté tranquilizar el ánimo. Estaba seguro de que en treinta minutos todo estaba solucionado. O quería creer que estaba seguro.

Había bajado mucho la temperatura y se hacía de noche. Varios coches de policía aparcaban cerca de nosotros, y de ellos se bajaban grandes polacos con cara de pocos amigos. No podía dejar de mirarlos con odio, todos eran iguales, todos formaban parte de la corrupción de la policía.

Por los vidrios de la puerta veía a Matías Arizaga y a Alfonso Schnyder discutir con los policías. Matías Arizaga es de gesticular y de mover sus manos animosamente al expresarse. Los gestos que veía no me gustaban para nada. Pensé lo peor. Ya me imaginaba que  habían arrestado a Matías Uranga por no se sabe que razón.

Quince minutos después salieron los chiquilines. Los esperábamos ansiosos y con pocas ilusiones y cuando nos dijeron que habían estado discutiendo por el importe de la multa no lo podíamos creer. Pensábamos que como estaba el partido, había que pagar la multa de primera y dejar rápido ese país. Casi los convenzo decía Arizaga. Pues estaba claro que los milicos no nos habían tomado la velocidad a nosotros. Que era un robo organizado y descarado.

Juntamos los setenta y cinco euros y se los dimos a Arizaga quien fue a pagar la multa. Poco tiempo después salía Matías Uranga. Y finalmente pudimos continuar el camino.

En la camioneta nos fuimos enterando de lo que fue viviendo Matías Uranga durante su detención. En el camino a la jefatura no había dirigido palabra con los policías. Una vez que llegaron lo pusieron en un calabozo. Le dijeron que si no pagaba la multa iba a estar detenido durante cuarenta y ocho horas. Y que luego sería extraditado. ¡Extraditado! ¡Por una multa de tránsito inventada!

Cuando Matías Arizaga y Alfonso Schnyder entraron a la jefatura a ver la situación y terminaron discutiendo con los milicos y no pudieron arreglar por un importe menor los milicos les dijeron que no se podía pagar en euros. Pero cuando le preguntaron a uno de los milicos que llegaba recién donde era el cambio y éste les respondió que estaba cerrado cambiaron de opinión. Bueno si, pueden pagar en euros. Cada detalle hacía más indignante la situación que nos había tocado vivir.

Fue un día en que conocimos el campo de exterminio de Auschitwz, donde el abuso de autoridad era inhumano. Para hacer la experiencia más académica luego lo sufrimos en carne propia con una pequeñísima muestra, salvando las enormes diferencias.

En la noche llegamos a Praga donde nos hospedamos en el Chili Hostel.

1 comentario:

  1. Faaaaaaaaaaaaaaaaaaaa boludo, jajjaja
    a nosotros tambien nos agarraron los polacos de mierda, nos sacaron los pasaportes, y nos amenazaron con sacarnos la camioneta, despues de una hora de intentos fallidos de q paguemos nos dejaron ir, por suerte nos tocaron policias mas blanditos que los que le tocaron a uds.
    Un abrazo rolo!!

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