martes, 6 de septiembre de 2011

Día 185-187(3 de Septiembre-5 de Septiembre): De Kotka a Tallin


El tren nos dejó en Kouvola al nordeste de Helsinki. Desde allí nos tomamos un ómnibus hacia Kotka donde acamparíamos en el mismo camping donde habíamos acampado en la noche anterior a comenzar la excursión de Rusia.

Ese día teníamos otro cumpleaños, el de la Colo, y ni bien llegamos comenzamos a recolectar de a diez euros por persona para comprar carne y bebidas. Colgué la bandera de Uruguay en el parrillero como una manera de reservar el lugar. Si volvíamos con la carne y no la podíamos asar hubiera sido algo así como una tragedia.

Sesenta y cinco personas se sumaron a la fiesta, y el Mariolo y JP se encargaron de la parrilla. Más tarde salió una camioneta a buscar más vino que como siempre escaseaba. La música le puso más color a la fiesta que terminó siendo un gran descontrol. Era una manera de despedirnos ya que por más que, casualidad mediante, podríamos llegar a encontrarnos en los próximos destinos, el grupo de viaje se separaba definitivamente.

Al día siguiente, dejábamos atrás Finlandia y cruzábamos en ferry desde Helsinki hasta Tallin, ciudad capital de Estonia. La Traffic estaba integrada por Martín Cervini (Mani, Ciervo), Diego Dalva (Dalvita), Felipe Vago (Lima), Matías Arizaga (Tenaza), Juan Cuello y yo (apodos varios). Mariolo se bajaba en Helsinki donde iba a pasar una noche en el hostel y al otro día comenzaba su regreso a Montevideo. Juan Cuello se sumaba por unos días a “Los Limones”, nuevo apodo del grupo de la Traffic y la Zenit. La Zenit estaba integrada por  Bruno Chiesa (Comandante), Matías Uranga (El Hurón), Bocha (y su elefante imaginario Pinki). Gonzalo Colistro se había bajado la noche anterior ya que se iba a encontrar con su novia. Alfonso Schnyder (Asterix) se sumaría nuevamente por el ocho de septiembre luego de haber viajado a Uruguay imprevistamente.

Llegamos al Old Town de Tallin en la tarde noche y nos alojamos en el cuarto del hostel Alur. El hostel tenía una excelente ubicación y el cuarto era enorme y cómodo. Cuando salimos a recorrer la ciudad nos encontramos con una ciudad medieval de fantasía, anacrónica, onírica. Las calles de adoquines eran en la práctica peatonales, a pesar de que vehículos de última generación se encontraban aparcados sobre las veredas. No había ruidos molestos, y por momentos sólo se escuchaba el sonido del calzado sobre las piedras. Las calles eran angostas y sobre ellas se elevaban las fachadas de las casas de los comerciantes, antiguas y restauradas, de colores muy bonitos. En cada esquina había una sorpresa para el espíritu, una ojeada sobre un tiempo que no nos tocó vivir. Las torres, muros e iglesias se erigían desordenadas al levantar la vista. 


En el segundo día en Tallin realizamos el city tour por la ciudad. Como en muchas ciudades de Europa, se ofrecen city tour gratuitos en los que se deja una propina si el servicio es de tu agrado.

El guía estoniano en un claro inglés, nos fue contando la historia de la ciudad, agregando datos interesantes y leyendas. Estonia se independizó por primera vez en 1918 pero con las convulsiones de la segunda mundial fue tomada por la URSS por ser un punto estratégico en el mapa. La segunda independencia llegó en 1991. Fuimos caminando y deteniéndonos en varios puntos de la ciudad, iglesias, plazoletas, edificios.

En la tarde jugamos un partido de fútbol en una cancha de césped que fue definido por penales por la paridad durante el tiempo “reglamentario”. Y en la noche cenamos en la cocina del hostel pollo a la mostaza con puré, cebolla y huevo frito. 

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