Berlín no es una ciudad bonita. Menos si uno viene de Praga, la ciudad dorada. Es en cambio, una ciudad muy interesante, emblemática, histórica. Se podría decir que Berlín es la ciudad del siglo XX. La historia del siglo pasado se vivió allí como en ninguna otra ciudad del mundo. Devastada en las dos guerras mundiales, como el ave fénix resurgió de las cenizas y hoy en día es una de las ciudades más importantes de la Unión Europea.
Dicen que en ningún lugar se explica la segunda guerra mundial como se explica en Berlín. Numerosos memoriales a las víctimas de la guerra se han erigido en la ciudad, como el memorial de los judíos, en pleno centro de la ciudad, a pocos metros de las puertas de Brandeburgo. En general los alemanes sienten una vergüenza por los horrores del nazismo y son hoy en día muy amables y educados. Como si quisieran de esta manera expiar los pecados de sus antecesores. Todos los museos que tienen que ver con la segunda guerra mundial y sus víctimas son gratuitos.
El primer día en Berlín realizamos el tour gratis por la ciudad. Allí fuimos aprendiendo a través de nuestra guía, una española llamada Laura, toda la historia de Alemania en el siglo XX; los años anteriores a la guerra, los años de la guerra, los años posteriores, la división de Alemania, el levantamiento del muro de Berlín, y la caída de éste en el año 1989. Nos íbamos deteniendo en puntos emblemáticos de la ciudad como por ejemplo el Reichstag, las ruinas del muro de Berlín, y el memorial de los judíos.
Fue una excelente clase de historia, y la viví muy intensamente. En determinado momento la guía nos llevó a una zona donde varios edificios de aspecto vetusto se elevaban sobre una zona de césped. Nos enteramos que debajo de donde estábamos se encontraba el bunker donde los cargos altos de los nazis se habían escondido en los días previos al fin de la guerra. Cuando Berlín estaba asediada y Hitler no quería rendirse. Allí debajo, Hitler había acabado con la vida de su perro, su mujer y con la suya propia. Hasta hace pocos años no había ningún cartel que indicara la ubicación del búnker. Se quería evitar que grupos neo nazis vean ese lugar como un santuario y le lleven flores.
Otro punto alto del recorrido fue cuando pasamos por las ruinas del Muro de Berlín. Laura contó la historia de una mujer que iba a salir con su marido por la noche y le llevó a su bebé a su abuela para que la cuidara. Al otro día cuando fue a buscar a su hija no le permitieron cruzar el cerco militar y quedó encerrada en la República Democrática Alemana. Se levantó el muro y por veintiocho años no pudo ver a su hija.
Al día siguiente visité la ciudad de Potsdam y el palacio de Sanssouci. Como a nadie le interesaba, tomé la camioneta conduje cuarenta kilómetros hacia esa pequeña ciudad, directamente a los jardines y a la zona de los palacios.
El palacio de Sanssouci era el Palacio de Verano de Federico II el Grande, rey de Prusia. Es famoso por sus jardines aterrazados. En el enorme parque que rodea el castillo se pueden encontrar esculturas y otros pabellones y templetes, como por ejemplo el pabellón chino y el templo de la amistad.
Caminar por los jardines y atravesar sus lagos y contemplar las hermosas construcciones fue una experiencia muy purificadora.
El último día en Berlín visitamos el Museo de los Judíos junto a Bruno Chiesa y Matías Uranga. El museo es muy moderno con zonas interactivas y trata sobre toda la historia judeogermana. Uno logra al salir una mayor comprensión sobre cómo era el contexto social antes de la segunda guerra.
El último día desarmamos el campamento, hicimos un surtido y pusimos rumbo a Munich. Fue un viaje de alrededor de seis horas sin contratiempos. Casi era de noche cuando llegamos al camping The Tent en Munich.
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