Más del noventa por ciento de Turquía se encuentra en territorio asiático. Salimos de Estambul a las seis de la mañana. Recién llegaríamos a la región de Capadocia a las ocho y media de la noche. Volvíamos a Asia. Fue un día en el que nos pasamos dentro del autobús, más allá de que paramos varias veces. En una de esas paradas, conocimos el Lago Salado y en otra conocimos las chimeneas de las hadas.
El lago salado tiene la particularidad de que cuando es verano, el agua se retira muchos metros y podemos caminar sobre la sal. Sostuve sobre mis manos grandes rocas de sal. Luego mojé mis pies en el agua. Cuando el agua se secaba, mis pies lucían blancos por la sal.
Continuamos por varias horas hasta que llegamos a las increíbles chimeneas de las hadas. Desde la colina podíamos contemplar el valle y las elevaciones de lava y las viviendas excavadas en ellas. A nuestro alrededor había un pequeño mercado donde vendían alfombras, pashmiras, vasijas y adornos de todo tipo. Un violín sonaba en algún parlante, interpretando la melodía de una canción clásica turca. Estaba atardeciendo. Fue un momento sublime, tremendamente emotivo. La contemplación de estas antiguas viviendas evocaba historias de la vida de sus habitantes en un pasado lejano. La música le daba el toque de sensibilidad que completaba la escena y estimulaba la imaginación, y el sol que se posaba sobre el horizonte teñía el pensamiento de melancolía. Si dejabas volar la mente ya veías una anciana sacudiendo una alfombra por una de las ventanas y llamando a su nieto que correteaba por las escaleras talladas en las cenizas de lava.
Vale decir que muchas veces estamos muy apretados de tiempo. El guía nos dio sólo veinte minutos para recorrer y sacar fotos en este bellísimo lugar. Sin embargo era imposible hacerlo en tan poco tiempo así que nos pasamos un poco del horario establecido. Era un lugar para pasarse un día entero y era una lástima andar tan apurados.
Llegamos al Perissian Hotel en Urgup casi sin tiempo para dejar el equipaje en los cuartos e ir al restaurante a cenar. En la piscina del hotel había una fiesta de casamiento y cuando me asomé a las escaleras que bajaban a ella pude escuchar música en vivo. Lo que escuché me dejó sin palabras. Una mujer con una voz espléndida cantaba secundado por una banda de muy buenos músicos:
“Aquí se queda la clara
La entrañable transparencia
De tu querida presencia
Comandante Che Guevara”
Salimos un rato al centro de Urgup y nos sentamos en una plaza a conversar. No había casi movimiento y no había un mayor interés en lo que veíamos en las calles. Así que volvimos al hotel a descansar; al día siguiente nos esperaba otro día de mucho viaje en autobús y de varias visitas interesantes.
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