miércoles, 27 de julio de 2011

Día 145(25 de julio): La Torre Eiffel

En la mañana preparamos un mate y salimos a recorrer las calles de Marx Dormoy, el barrio en el que está ubicado el apartamento. Es un barrio de trabajadores, alejado del París turístico.

El perfil cosmopolita de París se distingue claramente al recorrer sus calles, encontrando personas de todas las razas. La raza negra tiene una prominencia muy marcada.

Mientras recorríamos las calles del barrio buscábamos una lavandería, e íbamos mirando los comercios y los precios. Era difícil comunicarse con los vendedores ya que rara vez entendían algo de inglés, y el francés de mis padres… bueno digamos que es un poco básico.

Después de solucionar el problema de la lavandería, volvimos al apartamento y comimos un pollo al spiedo que habíamos comprado a sólo cinco euros. Luego de estudiar cómo llegar en el mapa de metros, nos dirigimos hacia la avenida de los Campos Elíseos.

El metro nos dejó en la Plaza de la Concordia, situada al comienzo de la Avenida de los Campos Elíseos. Del otro lado se encuentra el Jardín de las Tullerías, y más allá el Museo del Louvre.

En la Plaza de la Concordia estuvo instalada la guillotina, en los tiempos de la Revolución Francesa. Allí fueron ejecutados Luis XVI y María Antonieta. Es la segunda plaza más grande de Francia. Además de una hermosa vista de la Torre Eiffel, en la plaza se encuentra el obelisco de Luxor, y varias fuentes con hermosas figuras.





Desde allí decidimos recorrer el Jardín de las Tullerías, antes de comenzar a recorrer la Avenida de los Campos Elíseos. Es un hermoso parque al que acuden parejas, románticos y solitarios, y personas que buscan un lugar tranquilo para echarse, para leer o tomar sol. Allí está instalado un pequeño parque de diversiones. Una atracción llama la atención sobre las demás. Una cabina de metal con forma bola en la que caben dos personas es sujeta al piso de la estructura. Cuando se suelta, la bola sale despedida hacia arriba por la fuerza de los cables de resortes que están tensados desde lo alto de las dos columnas ubicadas a ambos lados de la bola. La velocidad del ascenso asusta. La palidez del rostro de los que bajan aterrorizan.



Después de pasear un rato y sacarnos varias fotos, nos dirigimos hacia la Avenida de los Campos Elíseos. Algunas veces nos detuvimos a descansar ya que mi padre no estaba todavía bien de la tendinitis de la pierna. La avenida es conocida como la más hermosa y famosa del mundo. Allí tienen sede casas glamorosas; Chanel, Louis Vuitton, Cartier, Hugo Boss y muchas más.








Y llegamos al Arco del Triunfo. Para llegar al él, tuvimos que cruzar de cualquier manera la calle arriesgando nuestras vidas. Es que la manera correcta de llegar al centro de la plaza donde está ubicado, es a través de un túnel subterráneo. Pero viéndolo tan cerca, tan hermoso, la ansiedad nos ganó y ni nos fijamos en el túnel. Aprovechando una reducción del número de vehículos que daban vuelta la plaza, apuramos el paso y amén de algún bocinazo que no recuerdo si existió o no, llegamos debajo del Arco.

El Arco del Triunfo fue mandado construir por Napoleón Bonaparte. Lo que más asombra es la perfección y la enormidad de las figuras esculpidas. Debajo del arco se encuentra la Tumba al Soldado Desconocido de la Primera Guerra Mundial.

Ya anochecía y debíamos apurarnos para visitar la Torre Eiffel. La búlgara que había conocido en el ferry que me trasladó desde Mykonos hasta Atenas me había recomendado visitarla durante la noche. Siguiendo su recomendación, en la noche llegaríamos.





Ni bien nos bajamos del metro, las luces de la torre se encendieron. Desde la estación de metro hasta la Torre debíamos caminar alrededor de diez cuadras. Al ratito de llegar, las luces blancas titilantes comenzaron su espectáculo. Era impresionante estar debajo de ese símbolo de Francia, luciendo tan esplendoroso bajo esa iluminación.

Al día siguiente me encontraría viajando en barco por el Sena, cuando al pasar cerca de la torre, presenciaría cómo un grupo de niños señalaban la torre y gritaban emocionados: Le tour Eiffel! Le tour Eiffel! Lo que interpreto como que los franceses llevan este símbolo en su corazón desde pequeños.

Y esto contrasta con la visión que tuvo Guy de Maupassant y Verlaine. A continuación un extracto de la Guía Berlitz de París:

Guy de Maupassant firmó un manifiesto contra “esta torre vertiginosamente ridícula” y Verlaine se desviaba en sus idas por París para no verla.

Y por ese día no hubo más, comimos en un restaurante de comida china y nos fuimos a dormir, cansados por el largo día.

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