El Museo del Louvre es en la actualidad el museo más visitado del mundo. Antes de ser un museo, el edifico fue el palacio real y antes el castillo del Louvre. Su historia se remonta al siglo XII cuando Felipe Augusto(1180-1223) rodeó a París con un muralla flanqueada al oeste por una fortaleza: el Louvre.
En 1793 (I República), se inaugura allí el Museo Central de las Artes. En 1803 el museo se convierte en el Museo Napoleón. En 1848, luego de varias ampliaciones, la II República decreta la terminación del Louvre, llamándolo Palacio del Pueblo.
El 1989 se inaugura la pirámide de cristal para centralizar la entrada de los visitantes. Desde el hall central, los visitantes pueden dirigirse hacia las diferentes alas y así tienen acceso a todas las colecciones.
Las obras de arte expuestas en el Louvre, pertenecen a diferentes civilizaciones, culturas y épocas. Así nos encontramos con pinturas occidentales (francesa, italiana, flamenca, holandesa, alemana, española, inglesa), esculturas y antigüedades orientales, egipcias, griegas, etruscas y romanas, y arte del Islam.
Los orígenes de tan tremenda colección son varios. Podemos citar las colecciones reales, la revolución francesa (supresión de órdenes monásticas, desafectación de las iglesias, abandono de bienes por la nobleza huida), guerras napoleónicas, donaciones de coleccionistas privados, entre otras.
El Museo presenta obras de arte anteriores al año 1848. Las obras de años posteriores se encuentran expuestas en otros museos que abundan en la capital francesa.
Abarcar todo el Louvre es algo imposible. Su recorrido es de varios kilómetros y la cantidad de obras de arte es enorme. Hay que recorrer humildemente algún sector y no pretender más. Uno puede pasarse una vida dentro del museo y no llegar a conocerlo en su totalidad.
En lo particular me interesaban las colecciones de pinturas. En lo que iba del viaje ya había admirado muchísimas esculturas y antigüedades egipcias, griegas y romanas, y también había contemplado objetos de arte islámico y orientales.
Al recorrer los pasillos donde están expuestas las pinturas italianas y francesas uno no puede evitar sentirse insignificante. Es tanta la belleza y perfección de cada obra, y son tantas las que están expuestas, que uno camina mareado, con la sensibilidad sobre estimulada.
Pudimos ver La Gioconda, La Coronación de Napoleón, La Balsa de la Medusa, entre otras. Me gustaría saber mucho más sobre pinturas para poder haberlas apreciado mejor.
En cuanto a esculturas contemplamos La Victoria de Samotracia y La Venus de Nilo, entre otras.
Quien viene a París debe visitar el Louvre. Sería un pecado no hacerlo.
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