martes, 14 de junio de 2011

Día 103(13 de junio): El río Ganges


Los tres dioses principales en el hinduismo son: Brahma, el dios creador; Vishnu, el dios de la preservación, el alimento y el equilibrio; y Shiva, el dios de la destrucción y el renacimiento.

En diferentes lugares de la India adoran en mayor medida a uno u a otro, y en el caso de  Varanasi el dios más adorado es Shiva A continuación un extracto del libro “Mitos y misterios de la India” de Sujan Singh Parnu:

Existen varias versiones de la leyenda del Ganges, pero todas coinciden en que originalmente el río era una diosa que vivía en el cielo. Por razones que varían según la versión de la leyenda, se le pidió que bajara a la tierra. Ella aceptó hacerlo pero la cuestión era cómo, puesto que si el río bajaba directamente desde tanta altura, arrastraría todo con la fuerza de sus aguas, y en lugar de hacer bien, causaría mucho daño. Todos los dioses estuvieron reunidos discutiendo el asunto sin poder solucionar el complejo problema, hasta que Shiva dijo que él pondría su cabeza y absorbería el impacto de la gran cascada. Así se hizo. El Ganges cayó sobre su frondosa cabellera donde quedó enredada toda el agua. Shiva retorció un mechón de su pelo y el río comenzó a caer suavemente.
Esta leyenda se representa en los retratos de Shiva donde vemos un chorro de agua saliendo de su cabeza. Hay muchos templos del dios Shiva a lo largo del río Ganges, confirmando la asociación.”

Salimos a las cuatro y cuarto del hotel para visitar el río Ganges a la hora del amanecer. El ómnibus nos dejó muy cerca, pero aún así tuvimos que caminar varias cuadras por la ciudad que se estaba despertando.

Todo estaba en penumbras, pero ya había cierto movimiento. Algunos dormían en las veredas, otros en el asiento de los tuk tuk. Algunos hombres salían a las puertas de sus casas envueltos en toallas. Algunas mujeres caminaban en fila envueltas en sus saris con un cesto en la cabeza. Las vacas descansaban o dormían, y algunas caminaban perezosamente por las calles. El calor a esa hora, no era tan intenso y el cielo ya comenzaba a clarear cuando estábamos llegando a las orillas del Ganges. El olor en las calles era muy fuerte y lastimaba el respirar.

La primera vista del Ganges la tuvimos desde el techo de un observatorio astronómico, al que ascendimos por unas escaleras angostas. Allí arriba una multitud de uruguayos sacaban fotos al mítico río, y a la impresionante variedad de hindúes que dormían, se desperezaban, charlaban, caminaban y vegetaban en las riberas del río.



Luego fuimos por sus orillas hasta subirnos a un bote que nos daría un paseo por el río. Todo era asombroso, desde cada uno de los particulares personajes que nos íbamos cruzando, hasta los monos caminando por los techos, y las cremaciones de las que se desprendía un humo gris y un olor nauseabundo. El agua estaba llena de bolsas y botellas y tenía un color verde oscuro y turbio.





Ya embarcados pudimos observar cantidad de hindúes bañándose en las orillas, lavando la ropa, lavándose los dientes, o sólo nadando. Para ellos esta agua los estaba purificando. Para nosotros estas aguas estaban contaminadas y eran un hervidero de bacterias.

Vendedores se nos acercaban en otros botes e intentaban vendernos chucherías, mientras nuestro guia intentaba contarnos detalles sobre la vida de los hindúes y contestaba como podía nuestras curiosas preguntas.

El sol ya había subido bastante en el horizonte y hacía mucho calor. Terminamos el recorrido del bote y nos dirigimos por las calles hasta el ómnibus que nos esperaba en otro lado. Todo era interesante e impactante, los vestidos, las casas, los animales, la comida, los olores, los vehículos, los ruidos.


A esta altura mi mente estaba sobrecargada. A todas las experiencias vividas en los últimos meses se le agregaba esta experiencia incompresible, saturada, cargada de incontables detalles. Me sentía mareado y extenuado. Intentaba poner en orden mis ideas, pero mi mente era un torbellino de pensamientos que daban vueltas sin sentido. Me decía que el tiempo iba a lograr lo que voluntariamente no podía hacer.

La experiencia más abrumadora en lo que va del viaje tuvo lugar en el río Ganghes, en Varanasi, ciudad de Shiva en la India.

A las ocho de la mañana volvimos al hotel a desayunar. Me tocaba el primer vuelo hacia Delhi así que bajé rápidamente la valija y me subí al primer ómnibus.

A las dos de la tarde estaba ya en Delhi. Aproveché la tarde para dormir. Después salí a caminar junto a Gerardo y Mauro y alguno más. Las impresiones al caminar por las calles de esta ciudad también eran muy fuertes.

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