Hicimos casi trescientos kilómetros desde Queenstown para llegar al sur de la isla, donde está Milford Sound, el lugar donde fue filmada gran parte de la trilogía de “El señor de los anillos”. Una vez allí, almorzamos en la mesa y en las sillas de camping que vienen en la casa rodante. El menú fue panchos a la sartén con arroz y porotos. Quizá parezca un pobre menú, pero comer en el parking con la vista a las montañas a nuestro alrededor lo convirtió en un gran almuerzo.
Luego hicimos un crucero por el lago. En la hora y media que duró el recorrido nunca dejamos de ver grandes montañas cubiertas de vegetación y cascadas que caían desde el cielo, algunas de gran caudal, otras más pequeñas. Nos fuimos internando en el lago hasta que llegamos al océano. Luego dimos media vuelta y volvimos. A mitad de camino, mientras el capitán hablaba en un inglés inteligible, apagó el motor y dejó que el barco se deslizara hasta debajo de una cascada. No pudimos evitar mojarnos, pero como no había nubes, el sol calentaba bastante. También vimos delfines, que siguieron por un tramo a nuestro barco. Un gran paseo, que nos costó sesenta y tres dólares neocelandeses. Un dólar neocelandés equivale a setenta y cinco centavos de dólar americano.
Luego volvimos a Queenstown, otras cuatro horas en la casa rodante. Debo aclarar aquí, que la casa rodante no va a más de cien kilómetros por hora. En parte esto es una suerte, ya que si fuera más rápida, todo lo que tendríamos dentro daría vueltas como dentro de un lavarropas.Llegamos ya de noche, y con Mati y Nacho salimos a dar una vuelta por la ciudad, ya que era la última vez que estaríamos allí. Al otro día temprano, saldríamos para el norte, visitando los glaciares.
La experiencia que vivimos en esa noche fue única; por primera vez hace testimonio en mi blog Ignacio Astor.
Luego de recorrer varios boliches llegamos al puerto, donde un grupo de personas tiraban cartas de un mazo de poker a un limón situado en un trípode intentando tirarlo. Otros dos, a pocos metros, tocaban en la guitarra “Starway to Heaven”, de Led Zepellin. Nos quedamos escuchando esta canción, muy bien interpretada, cuando:
Nacho: “Vimos una embarcación un tanto singular con unas cuatro a cinco personas, en estado de alcoholismo, en la parte de baja de la misma, y otras dos personas en estado de sueño en la parte alta, sobre unos colchones. Cuando se acercan al muelle, les pido a mis compinches que me saquen una foto, y me subo al barco, previa invitación de su capitán, el señor Tarik, Tarío o Targot. Algo así. Cuando había dado el segundo paso en la embarcación, mis compañeros chacales, ya estaban a punto de abordar la misma. Presentación de por medio, nos invitaron a tomar unas birras, y entre charla y charla, el barco ya había partido, impulsado por un motor Yamaha 250 y comandado por la sub-captina Camila, que no estaba tan mal… en cuanto al pedo se refiere”
Chelo: Descripción de la embarcación: Sobre unos tanques de plástico un piso de madera. En el medio un fogón de hierro, y en los cuatro costados sillones de living. Sobre cuatro caños, se levantaba el segundo piso, donde había varios colchones. Varios tanques con numerosas botellas de bebidas alcohólicas, y en una esquina bajo el segundo piso, un equipo de música, conectado a una batería que funcionaba a pesar de ser embestida continuamente por agua del lago. En las otras esquinas potentes parlantes. El gordo, el capitán, descalzo y vestido de bermudas verdes y remera roja era parte de la embarcación, con sus gritos ebrios y sus indicaciones a la segunda al mando, y sus búsquedas constantes de luz, herramientas y su bebida, que dejaba por cualquier lado.
Nacho: “En el medio del lago, se divisaba una torre con una luz verde, que según contaban los locales del barco, estaba para indicar una pequeña isla de piedras, debajo de la superficie. La sub-capitana me empezó a agitar para que me suba por las escaleras hasta la luz que quedaba a unos diez metros del agua. You have to climb it, me decía. No no, thank you very much, le contestaba. Una vez que llegamos a la base de la estructura, nuestro personaje principal de la historia, el capitán Tarik, se mandó sin mediar palabra, cual luciérnaga, hacia la luz verde, mientras repetía sonidos guturales inentendibles (ver video). Cuando hubo escalado casi toda la escalera, no tuvo mejor idea que utilizar el gran lago de Queenstown como inodoro, haciendo de sus necesidades las únicas precipitaciones, en la clara noche de luna llena.”
Chelo: Me tocó hacer de cuerda humana, sujetando la escalera para que la embarcación no siguiera su curso, mientras el capitán del navío realizaba sus evacuaciones. Pasé un gran susto, ya que parecía que no me daban las fuerzas, pero al final pude sostenerla el tiempo suficiente para que el capitán volviera. Seguimos camino, sentados como en el living de nuestra casa, contemplando las montañas que parecían la sombra de un gigante. Por si fuera poco, a todo volumen sonaban The Doors. Finalmente, desembarcamos del otro lado de las montañas, y debimos descalzarnos y pisar el agua helada para llegar a la orilla. Tremendo paseo, por lo hermoso y lo inesperado. Nunca pensamos fuéramos a navegar por este lago, y menos a bordo de un living acuático con estufa y equipo de música.
No hay comentarios:
Publicar un comentario