Como decía en la anterior entrada, Singapur es el país de lo prohibido. Y si realizas lo prohibido, multa. O pena de muerte. Este caso extremo es para los que trafican drogas. Pero si fumas en lugares prohibidos, multa de mil dólares, si orinas en la calle, multa de mil dólares, si tiras basura, multa de mil dólares, si escupes multa de mil dólares. El chicle está prohibido, no hay chicle en ningún lado! Averiguando con los locales, supimos que se había prohibido el chicle porque ensuciaba la ciudad. La homosexualidad es considerado un acto de gran indecencia, y la pena es la prisión.
El plan para este día era salir a conocer la ciudad, y pasear por el Chinatown. Nos tomamos la línea 33, y llegamos al centro luego de treinta minutos de viaje. Enormes rascacielos dominan la ciudad, construcciones modernas que son centros de oficinas de importantes bancos o empresas globales. Algunos también, son rascacielos residenciales.
Caminamos por parques, puentes, hasta que llegamos a donde debía estar el famoso Merlion, ícono de Singapur, el famoso león que escupe agua. Mirábamos el mapa y a nuestro alrededor, el mapa y a nuestro alrededor. El mapa nos indicaba que sí, que estábamos en el lugar indicado pero al Merlion no lo podíamos encontrar. Hasta que nos dimos cuanto lo que habían hecho los anormales.
The Merlion Hotel, es un hotel de lujo de una sólo habitación, construído alrededor del tronco superior del Merlion. El principal atractivo parece ser, dormir junto a la cara del león. Para el turista común, o quizá también para algún nativo encariñado con Merlion, esto es más que una mala idea, es una aberración. Es como si hicieran una habitación de un mini-hotel que contenga dentro la cabeza de Artigas en el monumento en la Plaza Independencia. Maquiavélico. En el momento que fuimos, no estaba inaugurado, y dejaban pasar a los turistas a observar a Merlion y su suite de luxe, por lo que tenemos alguna foto con el león en cuestión.
Seguimos paseando toda la tarde. Hay un hotel que destaca porque, sobre las tres torres del mismo, hay otra construcción que semeja la base de un submarino. Desde la calle se puede ver que hay árboles y sombrillas. Intentamos entrar, para ver la ciudad desde allí arriba, pero cobraban veinte dólares y la prensa no es agasajada por lo que desistimos. Pudimos ver una maqueta de este submarino, que tiene restaurantes y piscinas.
Más tarde fuimos al China Town con Mati, mientras Nacho iba al hospital acompañado de Juanchi, ya que le dolía el oído. Finalmente tenía una pequeña infección, por lo que lo vacunaron y le dieron unos antibióticos. Hoy ya está en perfectas condiciones y ya no le duele.
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