lunes, 28 de marzo de 2011

Día 26(28 de marzo): Singapur

Singapur es el país más pequeño de Asia, y con 4.700.000, es el segundo del mundo en densidad de población. Es sobretodo, un país hecho para el comercio, habiéndose convertido en uno de los centros financieros más importantes del mundo

Mis cigarros quedaron retenidos al llegar al aeropuerto. Cuando fuera a salir del país podría retirarlos en la oficina de servicio al turismo, luego de hacer el check-in para el próximo vuelo. La opción para entrarlos al país, era pagar casi cien dólares singapurenses de impuestos, una locura. Luego hablaré sobre todas las prohibiciones que tienen que soportar los habitantes de este país.

Lo primero que nos sorpendió al salir del aeropuerto, y en el viaje en taxi hasta el Betel Box Backpackers, fue el calor intenso y la humedad aplastante que hacían que uno tuviera dificultades para obtener oxígeno. Sobre la piel, se formaba una capa de sudor pegajosa que se empecinaba en quedarse ahí.
El hostel estaba bastante bien, el cuarto era para veinte personas, pero era amplio y ordenado y tenía lockers con cámara de seguridad. Por la noche prendían el aire acondicionado y los colchones eran muy cómodos. Teníamos desayuno, que consistía en pan con mermelada, manteca u otras extrañas sustancias untables con las que preferí no deleitar mi paladar, café con leche y algunas frutas comunes para nosotros, como manzanas, bananas y mandarinas.

Como llegamos en la noche, luego de un largo vuelo de casi nueve horas (pero entre películas, varias comidas y bebidas se pasó rápido), salimos simplemente a dar una vuelta antes de dormir. En la zona de nuestro hostel había varios karaokes y restaurantes. Nos sentamos en uno a picar algo, y a refrescarnos con una cerveza.
Si bien en Singapur se mezcla lo occidental con lo oriental, la sensación de estar en un lugar ajeno ya es notable. El idioma, las personas, la comida, los olores, el clima, nada de esto es parte de nosotros. Creo que sería imposible visitar cualquier país de este continente solo, sin tener alguien de tu mundopara aferrarte a él. La sensación de vacío y desarraigo sería terrible.

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