martes, 26 de abril de 2011

Día 55(26 de abril): Fin de la Etapa 1

Nos despedimos de Juanchi bien temprano, y con Nacho, nos tomamos un triciclo hacia el aeropuerto, para tomar un vuelo a Manila y conectar a Beijing. La primera etapa del viaje, había terminado.

Fueron dos meses inolvidables, que colmaron de pleno mis expectativas. Formamos un gran equipo, que salvo pequeñas discusiones, funcionó a la perfección. Con Mati, Juanchi y Nacho al principio, y luego con la compañía del Ciervo, recorrimos Miami, San Francisco, Hawai, Isla Sur de Nueva Zelanda, Sydney, Singapur, Bali, Yakarta, Medan, Bukit Lawang, Kuala Lumpur, Manila, Honda Bay y El Nido. Un montón de lugares, que dejaron una huella imborrable en nuestras memorias. Todos nos encontramos más maduros, y cada lugar que conocemos, nos hace valorar más lo que tenemos en Uruguay. Nuestra familia, nuestros amigos, nuestras costumbres, nuestro país.  El viaje, es un viaje al exterior, pero también es un viaje al interior. Aprendemos a conocernos más, a tolerar a los demás, a comprender que el mundo es grande, y que todos merecemos un lugar en él. Entender que todo es relativo, y que todo análisis lleva implícito una perspectiva, que la moral y los valores condicionan la manera en que uno ve las cosas. Poder abstraerse, tiene que ver con aprender a tolerar, a respetar y a no juzgar a los demás de manera tan absoluta.

En este día, nos pasamos con Nacho volando en avión y esperando en el aeropuerto. Cuando estábamos esperando que pasara la hora, en el aeropuerto de Manila, nos encontramos con cuatro compañeros del Grupo de Viaje, y nos quedamos tomando mate y conversando sobre las distintas experiencias que habíamos tenido en los destinos que habíamos visitado.

De casualidad, habíamos reservado en el mismo hostel, así que nos tomamos la camioneta que habían alquilado y fuimos juntos para allí.

Sobre este día no mucho más, estábamos molidos. Con Nacho salimos a caminar un ratito y fuimos hasta un venticuatro horas donde compramos algo para comer.

Me siento en la obligación de hablar sobre nuestro amigo Juanchi, luego de que hiciera una memorable entrada en su respectivo blog.

Como en todo grupo, cada uno tiene su rol, y en el nuestro esto no era la excepción. Juanchi, tenía las impresiones de todos los vuelos , así como las reservas de los hostels, y su despertador siempre sonaba unos minutos antes de lo que habíamos arreglado en la noche anterior. Se levantaba primero, y comenzaba a despertarnos. Una vez incluso, en Hawai, se fue a pasar la noche al aeropuerto a pesar que tenía la noche paga en el hotel, para evitar perderse el vuelo a Christchurch que salía muy temprano en la mañana. Exceso de previsión me dirán, bueno puede ser. Pero más vale prever que curar, aunque sus cinco pares de chancletas quizá sí sean una exageración.

Pero como decía, en todo grupo todos tenemos un rol, y su rol de previsor y responsable del grupo equilibraba nuestra actitud más despreocupada. Podríamos habernos perdido algún vuelo sin el Juanchi? Nunca lo sabremos, lo que sí estoy convencido es que con Juanchi de compañero esto era imposible de que pasara. En lo que respecta a los horarios y los papeles, siempre él era el encargado. Hacía también de custodia de documentación importante. A saber, cualquier documento que no podíamos perder que fuera del grupo, se lo dábamos a él para que lo guardara. Sabíamos estaba en buenas manos.

Siempre pensando en su gente en Uruguay, en cada momento del viaje. En cada nuevo hostel al que llegábamos, la respuesta a su pregunta de si había Internet era más importante a saber si había desayuno, si teníamos baño privado o si los cuartos eran de a dos de a tres o de a quince.

Intentaba disfrutar el viaje al máximo, con su cámara de fotos preparada para registrar todo, para luego volcarlo en su blog, y contarlo a su gente en Flores. Como si cada minuto que viviera, debiera memorizarlo y guardarlo para siempre.

Desde ya que todos estamos madurando en este viaje. Juanchi ya era una persona solidaria, metódica, sensible y respetuosa. En estos meses se volvió más tolerante y aprendió mucho sobre la convivencia en grupo.

Una gran persona, un excelente compañero y un mejor amigo, me llevo de él los mejores recuerdos de estos meses juntos. Gracias Juanchi, por haber puesto tanto  para el Grupo de Viaje de Ciencias Económicas 2011, y por haber sido un pilar de nuestro grupo libre y por aportar con lo tuyo a que estos meses hayan sido dos de los meses más emocionantes de nuestras vidas. Y es una alegría saber que te ayudamos a vivirlo de la misma manera.  Y como vos decís: Adiós, hasta Bangkok.

lunes, 25 de abril de 2011

Día 54(25 de abril): Puerto Princesa


A las seis y media de la mañana, nos fue a buscar un triciclo a la puerta del hotel. Mati y Ciervo, se quedaría dos noches más en El Nido, mientras que con Nacho y Juanchi, debíamos volver a Puerto Princesa. En este día fuimos perfectamente conscientes de que la primera etapa del viaje estaba terminando.

El triciclo nos llevó a la terminal desde donde salían las camionetas hacia Puerto Princesa. Nos encontramos con el argentino, que de casualidad también se volvía ese día, y le tocó la misma camioneta.

Varias horas después, a eso de la una de la tarde, llegamos a Puerto Princesa. Desde allí, nos fuimos al hostel donde pasaríamos una noche, para al otro día, tomar dos vuelos; de Puerto Princesa a Manila, y de Manila a Beijing.

Cuando llegué aproveché para dormir un buen rato, y cuando desperté ya era casi de noche. En El Nido, veníamos de dormir pocas horas, ya que nos quedábamos despiertos hasta la una o las dos de la madrugada, y a las seis de la mañana ya comenzábamos a oír el bullicio del día y los ruidos de la construcción de una casa en el frente del hotel. Se hacía imposible dormir más allá de las siete de la mañana.

Por la noche, tocamos unos temas de Los Redondos, de Los Piojos y de la Renga con la guitarra del hotel y el argentino tocó también la armónica. Luego salimos un rato, con Nacho, el argentino y un inglés de Londres. 

Día 53(24 de abril): Último día en El Nido

En nuestro último día en El Nido, decidimos disfrutar de la playa de Las Cabañas. Así que, luego de desayunar, y sin ningún tipo de apuro salimos caminando hacia allí, junto con Nacho y el argentino. Mati, Ciervo y Juanchi, salieron después en triciclo y llegaron antes que nosotros.

En el camino hacia allí, por la playa del otro lado de la colina, pudimos conocer un pequeño pueblito, con casas muy precarias. Algunos adolescentes, jugaban al básquetbol, mujeres mayores, jugaban al dominó. En El Nido hay muchos niños, que están todo el tiempo jugando y correteando. Antes de las diez de la noche, suena una sirena, y todos los menores deben volver a sus casas.

Nos encontramos con el francés y la francesa con los que habíamos hecho el Tour C, que habían alquilado un bungalow en la playa. Nos quedamos un rato conversando y luego seguimos hacia Las Cabañas.

Cuando llegamos a la playa, nos dimos un baño y abrimos un ananá. Al rato fui a almorzar, rabas de calamares con papas fritas. Aproveché que había una hamaca cerca, y me dormí una siestita.

Cuando volví a donde estaban los chiquilines, jugamos un cabeza. Como todos los días, el clima estaba espléndido, y era un placer, tirarse bajo las palmeras y contemplar el paisaje.

En estos días en Filipinas, me preguntaba porqué en un país poblado por nativos, y no por los colonizadores como en el nuestro, el catolicismo era la religión oficial. Lo más lógico sería que una vez independizados, volvieran a sus raíces y no continuaran con la religión impuesta por los españoles.

En la noche, charlando con una filipina, pude despejar en parte esta inquietud. En los tiempos previos a la colonización, los nativos no tenían una religión organizada. Simplemente, estaba Badalo (o algo así, no pude confirmarlo en Internet) que representaba a la madre naturaleza. No había rituales,  ni templos, ni textos, sólo era un nombre, un símbolo. No era como tal, una religión. Cuando los españoles vinieron e impusieron la religión católica, los nativos la adoptaron como suya. No podía haber conflictos en cuanto a la sustitución de una religión por otra.

Como decía en una anterior entrada, para estudiar temas complejos, los filipinos deben saber primero inglés. Profundizando sobre esta temática, la filipina me contó que incluso los escritores filipinos utilizan el inglés para contar sus historias, y en las universidades, todos los textos están en inglés.

Quiero hacer una mención también, en este último día en El Nido, sobre la confianza e inocencia de los filipinos. En nuestro hotel, Rovic´s, había una heladera, llena de refrescos y cerveza. La persona que estaba tras el mostrador, iba variando, al parecer trabajaban en el hotel varios miembros de una misma familia. Cuando queríamos algo, podíamos pagar en efectivo, pero la moneda aquí es complicada para el cambio, así que por lo general, les pedíamos que anotara para pagar todo junto luego. O se olvidaban de anotar, o perdían los papeles, así que teníamos que tratar de recordar qué habíamos tomado y pagábamos en función de ello. Tampoco anotaban nada cuando pagábamos. En el hotel de Puerto Princesa, al día siguiente, el bar era abierto, y a medida que sacábamos botellas de la heladera, anotábamos en un papel qué habíamos sacado. Si hubiera locales que funcionaran así en Uruguay, lamentablemente se fundirían al poco tiempo. En términos contables, la cuenta de pérdida asociada a la mercadería faltante, tendría un saldo mayor que la cuenta de ganancias asociada a la venta de mercadería. 


Hasta siempre, El Nido. Siempre tendrás un lugar especial en mi corazón.

sábado, 23 de abril de 2011

Día 52(23 de abril): Pescando en El Nido

Escribo desde la playa del hotel, mientras en un brasero se cocinan los peces que pescamos hoy con aparejos, desde el bote.

Salimos alrededor de nueve y media de la mañana. El equipo estaba conformado por Matías, Ciervo, el israelita, un francés y una francesa. En la mañana, la pesca no fue muy productiva. Apenas pescamos tres, habiéndonos cambiado de lugar varias veces. Los guías, viendo que nada salía dijeron de ir a almorzar a la playa más cercana.

Cocinaron los tres pescados frescos, junto con otros que tenían y algunos calamares. Para acompañar arroz, tomate, pepino, y una salsa con vinagre, soja y cebolla. Sentados en rocas, comimos con las manos, y luego hicimos media hora de relax, disfrutando del baño en el agua caliente y transparente.

Luego volvimos a pescar a aguas profundas y ahí sí se puso bueno. Comenzó a picar, y pudimos pescar unos cuantos, cerca de treinta.

La profundidad, era de cerca de cincuenta metros, así que demorábamos bastante para recoger la línea.

Este día se lo dedico a mi padre, pescador de flor con años de experiencia. Amante de la lisa. A pesar de que llueva, lo pueden encontrar en pleno invierno en la costa de Montevideo, intentando pescar alguna, pero sin importarle si salen o no.

Hoy, por primera vez, tampoco me importaban si salían o no.

Espero que entiendas lo que quiero decir. Gracias, viejo.

viernes, 22 de abril de 2011

Día 51(22 de abril): Tour C




El tour C incluye las visitas a los siguientes sitios: Secret Beach, Hidden Beach, Talisay Beach, Matinloc Shrine, y Helicopter Island.

Por segunda vez, nos embarcábamos y salíamos a recorrer islas y playas paradisíacas. Esta vez, fuimos los cinco uruguayos, ya que el israelita tenía otros planes.

Por segunda vez, quedamos sorprendidos y maravillados ante la belleza natural de las islas de El Nido.

Secret Beach, es una pequeña playa entre las rocas. Para llegar a ella, se debe pasar por un agujero entre las piedras, y tener cuidado con la marea, ya que la abertura es muy estrecha sobre la superficie del mar. Al pasar, es conveniente aguantar la respiración y pasar nadando por debajo del agua, ya que la abertura se ensancha y es menos peligroso.
Lamentablemente, de esta playa no tenemos registros fotográficos, ya que la única manera de fotografiarla es con una cámara resistente al agua.

Helicopter Island, es el otro sitio que merece una mención. La playa es larga, y la vista de las otras islas y las montañas de rocas cuando estás en la orilla disfrutando de un baño es fenomenal. En esta isla es donde me saqué la foto que está en el inicio del blog.

Volvimos antes del atardecer, a bañarnos y a conectarnos a Internet, mientras se hacía la noche. Pude hablar con mi niño, que está precioso y cada vez más grande.

Para cenar, volvimos al bar que se encuentra al lado del hotel, en lo que se ha convertido un clásico. Esta vez, me deleité con calamares fritos. No tocaba ninguna banda este día, ya que era Viernes Santo.

En Filipinas, respetan mucho esta fecha. Unos pocos fanáticos en la mañana, caminaban por la calle del frente del hotel, hiriéndose la espalda con látigos que terminaban en un racimo de cilindros de metal, transformando la piel en un amasijo de sangre. La cabeza, la llevaban tapada con una capucha negra, sujeta por una corona de hojas verdes. Varias cadenas prendidas en los brazos, laceraban su carne. Cuando llegaban al final de la calle, se arrodillaban ante la capilla, hasta que quedaban de bruces, extenuados. Otro fanático, completaba  el  ritual golpeándolo con palos cuando estaba en el piso. El sacrificio de la carne. Un espectáculo lamentable.  Tenemos fotos, pero prefiero no subirlas, ya que son muy fuertes.

Día 50(21 de abril): Las Cabañas

Jugaba Nacional contra América en el Centenario a las nueve menos diez de la mañana, hora de El nido. Aquí cortan la energía eléctrica entre las seis de la mañana y las dos de la tarde, así que pensamos que no íbamos a poder verlo. Sin embargo, el Ciervo averiguó de un lugar en que había wi-fi todo el día, gracias a que utilizaban un generador.

Media hora antes de que comenzara el partido, ya estábamos en Art Café, buscando canales en Roja Directa y Justin Tv. Estuvimos muy cerca de la clasificación, pero finalmente no se nos dio.

No daba para amargarse mucho, estábamos viviendo en el paraíso. Cuando volvíamos para el hotel, con Mati, pasamos por Alternative, un hotel restaurante con vista al mar y de madera, muy místico. Ya teníamos hambre, y pedimos calamares en salsa picante de coco, una delicia.

En la tarde descansamos en la playa del hotel, y luego fui con Nacho, a las Las Cabañas, la playa cercana a El Nido. Allí estaba el israelita con dos amigas, una canadiense y otra alemana. Nos quedamos conversando un rato y disfrutando de la playa, con el agua caliente y transparente y con las palmeras en la costa.

En la noche comimos, muy relajados en el boliche a dos pasos del hotel, mientras escuchábamos la banda en vivo, pollo cordon blue. En criollo, pollo relleno de jamón y queso y papas fritas.

miércoles, 20 de abril de 2011

Día 49(20 de abril): Tour A

Filipinas es un archipiélago formado por aproximadamente siete mil ciento siete islas, según anuncian los carteles que ofrecen diferentes tours, para conocer las diferentes islas y playas cercanas a El Nido.

Los botes que reposan durante la noche en el mar, al frente del hotel, salen en el día de excursión por las islas. Cada tour, incluye la visita a diferentes islas, y para conocer parte de las más importantes y bellas de la región, debes hacerlos todos. El tour incluye, además, el almuerzo y los snorkells para poder ver en reino submarino.

En este día, elegimos hacer el tour A, que el israelita había negociado por seiscientos pesos filipinos; haciendo la conversión a pesos uruguayos, es algo así como trescientos. Es muy barato, salís en la mañana y volvés antes del atardecer.

Este tour incluye las visitas a: Small Lagoon, Big Lagoon, Sectret Lagoon, Ximisu Beach y 7 Commando Beach.

Este día fue uno de los que más disfruté del viaje. Sentí que finalmente, estoy comprendiendo un poco más sobre el mundo, sobre las personas y sobre las culturas. Embriagado por la naturaleza tropical pude encontrar la paz, y pude adentrarme en mí mismo.



Pensaba como sería la vida, si fuera un nativo de El Nido, que me despertara todos los días, y saliera en el bote a llevar a los turistas de excursión a las islas que conociera desde toda la vida. Haber vivido la niñez aquí, saliendo de la escuela para subirme a un bote y salir con mis amigos a explorar las islas, cada una más sorprendente que la otra. Naturaleza y más naturaleza, sin comprender cabalmente todo lo que hay detrás, del otro lado de las cortinas de smog.

En la noche, en el boliche cercano en el hotel, hablé con una norteamericana, que había vivido varios años en República Dominicana. Era una morena, profesora de español y hablaba tagalo, el idioma que hablan aquí. Me contó que este idioma es muy básico, no existe traducción para todas las palabras, y muchas veces para decir algo, deben dar muchos rodeos. Por eso, en las escuelas, hay cosas que se enseñan en inglés, para ir más directamente. Los libros en este idioma, serían largos y extenuantes y  no lo suficientemente claros. Entiendo entonces, que para que puedan comprender algo complejo, se debe primero entender inglés.

Siempre tuve la teoría, de que al conocer y poder hablar en varios idiomas, uno tiene la posibilidad de comprender más cosas, al poder abordar el problema desde varios ángulos. La construcción de pensamientos complejos, se realiza a través del lenguaje, y si el idioma fuera un río, y los pensamientos los botes que lo recorren, para llegar a destino el río debe ser navegable. El tagalo pareciera ser un idioma, que si fuera un río tendría muchas rocas y partes bajas, y muchos desvíos. Al otro día, pensando sobre esto con Nacho, llegué a la conclusión de que mi teoría, estaba confirmándose en este caso puntual.

Los filipinos que he conocido son en su mayoría gente sencilla y simple, en esencia inocentes. Transformar en palabras ciertas ideas, es como hacer magia. Los nombres de las cosas, tienen el poder de crear y destruir.

Estas reflexiones tardaron un poco en llegar, este día fue más simple, más sencillo, recorriendo playas hermosas, conociendo lagunas de aguas transparentes, escondidas entre las rocas. Sentía además, de que bajar al mar a ver los peces y los corales, era como subir al cielo y ver a los ángeles. Hacer snorkell era como meterse en una piscina gigantesca, de peces de colores (pude ver peces gatos, peces loro, entre una variedad casi infinita, amarillos, verdes, azules, dorados multicolores) y corales, repleta de erizos de mar, estrellas de mar, almejas y conchas.

Almorzamos en Secret Lagoon, calamares, cerdo y arroz. Con las manos y una cuchara, sentados en la arena, bajo una palmera. Los botes y las islas, y las lagunas adormecían la vista, y la suave brisa acariciaba nuestra piel.

Al volver, la noche no tardó en llegar, y con ella, las velas y las estrellas; nuevamente, completando el ciclo. 

martes, 19 de abril de 2011

Día 48(19 de abril): El Nido

Me di un baño en la playa inmediatamente al despertarme. No todos los días uno está en un hotel a las orillas de un mar asiático. El color del agua de no creer, y ya comenzaban a partir los botes para las diferentes excursiones.

Nacho, Juanchi, Ciervo y el israelita, alquilaron dos kayaks para recorrer las islas cercanas, mientras que con Matías preferimos quedarnos en la playa de El Nido, descansando. Es un paraíso, y tiene las mejores playas que vi en mi vida, así que pensaba en disfrutar y conocer las cercanías del hotel en mi primer día allí.

Me bañé varias veces, fui a recorrer la playa, y leí un buen rato en una reposera. Luego, con Matías decidimos ir a Las Cabañas, una playa cercana.

Llegamos allí en moto taxi, y el chofér dijo que nos esperaba para volver minutos antes de la puesta de sol. Es muy cerca, llegamos en menos de veinte minutos.

Nos quedamos toda la tarde, disfrutando de la playa, rodeados de palmeras.

Volvimos a El Nido antes del atardecer, y me quedé un rato largo escribiendo en la terraza del hotel, disfrutando de la vista.

Salimos a dar una vuelta con Matías y terminamos la noche en el boliche al lado del hotel, donde nos encontramos con el resto del equipo.

Nos quedamos conversando hasta que cerró el boliche, unas horas después. Cuanta paz, cuanta tranquilidad; estar aquí es, sin más, conocer el paraíso.

Día 47(18 de abril): Río Subterráneo

Ubicado en el centro este de la isla de Palawan, en Filipinas, el Parque Nacional del Río Subterráneo estuvo entre los nominados a convertirse en una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo, y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.

El río subterráneo, tiene más de ocho kilómetros navegables, y está entre los ríos subterráneos navegables más largos del mundo.

Con la idea de visitar este parque, me levanté bien temprano y fui hasta la recepción del hotel para solicitar una camioneta que nos llevara al aeropuerto primero (Juanchi tenía que cambiar el pasaje), a un mercado después (se habían quedado con mi aerosol repelente en el aeropuerto de Manila porque me había olvidado de pasarlo de la mochila a la valija), a Sanang donde se encuentra el río subterráneo, y por último a El Nido, donde teníamos intenciones de pasar el resto de nuestra estadía en Filipinas.

Intentamos pelear el precio, pero se nos hizo difícil. Conseguimos que nos incluyeran en el precio pactado, las entradas al parque y los boletos del bote. Nuestro amigo israelita, no gusta de gastar mucho, y estuvo apunto de irse en transporte público directo a El Nido para ahorrarse unos pesos. El transporte público es de lo más precario, e intentamos evitar ir a El Nido en él, ya que es un viaje de diez horas, viajando como sardina en lata. Una vez en la camioneta, mientras metíamos kilómetros y kilómetros, los veíamos al pasarlos; los pasajeros van amontonados entre el equipaje y las cajas de alimentos, y algunos en el techo del vehículo, despatarrados y muriéndose de calor.


Así que dejamos Honda Bay, con recuerdos de gente sencilla que vive de manera simple, con sus botes, su mar y sus casas de cartón. Me quedo con las sonrisas felices de un pueblo inocente, que ha sido víctima de hienas de otros continentes, que viven en el egoísmo y en la hipocresía, y de sacrificar a sus hermanos.

Una vez en Sanang, luego de haber seguido religiosamente nuestro itinerario, fuimos a almorzar algo liviano. El chofér fue a hacer los trámites para que pudiéramos entrar al parque, ya que según nos habían avisado cuando alquilamos la camioneta, las entradas para ese día estaban agotadas, y tuvieron que hacer alguna tramoya para conseguirnos una a cada uno.

El israelita estaba de mal humor, ya que tenía malas referencias del parque y no tenía intenciones de visitarlo, y por más que intentó no pudo hacernos cambiar de parecer para no visitarlo y llegar a El Nido de manera más económica. Era un gasto extra que debía evitar. Por alguna razón imperiosa que no quedó clara, quería llegar temprano a El Nido, así que cuando volvimos de almorzar y nos encontramos con que había una fila enorme para subirse a los botes, y el pequeñín filipino se había rascado los huevos en lugar de registrarnos para que entráramos en hora, se puso peor y se fue refunfuñando para no llenarle la cara de golpes. Sin embargo una vez que llegamos a la entrada del Río Subterráneo (luego del bote, del registro en el parque y de una pequeña caminata en la selva por tablones de madera, que sumaba minutos perdidos en su cuenta mental), y vimos el agua verde turquesa que pone en jaque a los sentidos, y la entrada a la cueva que tantas veces habíamos visto en fotografías que iluminaban la pantalla del ordenador, tuvo que cambiar de opinión. El gasto, había valido la pena finalmente, por lo que había que cambiar el interruptor del humor.

Esperamos nuestro turno, mientras chapoteábamos en el río, y las canoas iban y venían, perdiéndose de vista al entrar a la cueva, y surgiendo repentinamente de la oscuridad cuando salían de ella. Pájaros volaban en círculos cerca de la entrada de la cueva, esquivándose entre ellos y sorteando las estalagmitas que se veían dentro de la cueva. Parecían que tuvieran una velocidad mayor que la normal, o que estuvieran dotados de una gracia divina, e interpretaran una trepidante danza celestial.

Contemplando la cueva de piedra caliza, el agua del río, las bandadas de pájaros, la gente que subía a la canoa, se sacaba fotos y se adentraba en la oscuridad, se nos fue pasando el tiempo.

Entonces nos tocó nuestro turno, nos pusimos los chalecos salvavidas, los casquitos y subimos a la canoa, donde nos sacamos la foto antes de entrar a la cueva.

Yo iba delante, con el foco que iba a iluminar la noche eterna cuando el sol no llegara con sus brazos a acariciar el interior de la cueva. Detrás, un filipino guiaba la canoa.

Al entrar a la cueva, dejamos atrás el día y el bullicio, y nos fuimos sumiendo en la noche y en el silencio, interrumpido por el ruido de las gotas de agua al caer del techo de la cueva, y de los remos al golpear el agua e impulsar la canoa.

Mientras el filipino nos daba indicaciones en un inglés inentendible, nos adentramos en la cueva. Nos íbamos cruzando con las canoas que volvían, desde lo más profundo de las tinieblas.

En este mundo que nunca vio la luz, proliferan los murciélagos, y en todo el kilómetro que recorrimos, los vimos colgando del techo y moviendo sus alas, cuando la luz del foco los iluminaba.

A medida que avanzábamos el guía nos iba indicando formas que se imaginaban en las paredes, en las rocas, en las estalagmitas y en las estalactitas. Hongos, gatos, manos, calaveras, rostros, cuerpos. Un leve sobrecogimiento se apoderaba de quien observara estas imágenes impresas en la roca. Extraños insectos voladores parecidos a arañas, pululaban alrededor del foco, y como lo llevaba, pululaban también a mi alrededor. 

Una experiencia extraordinaria y memorable que no olvidaremos nunca.

Luego deshicimos el camino y volvimos a la camioneta, y seguimos rumbo a El Nido.

Una vez allí, y luego de más de cuatro horas de recorrido, llegamos a nuestro hotel, que está ubicado en la playa misma.

Boquiabiertos, contemplamos el mar a diez metros, los botes y las islas esparcidas fuera de la bahía. A la izquierda, a unos pasos, las mesas con velas de un boliche reposaban en la arena. Una banda tocaba reggae, la gente cenaba y tomaba tranquilamente en las mesas y se oía el murmullo del mar que mecía a los botecitos. 

Día 46(17 de abril): Paseando por las islas Honda Bay

A eso de las siete y media de la mañana, nos golpearon la puerta de la habitación para avisarnos de que estaba pronto el desayuno.

Desayunamos en el bar con terraza, y con el Ciervo salimos a comprar el surtido para el día, mientras Juanchi y Matías iban a negociar un bote. Fideos, pan, agua, papas chips, galletitas, y hielo fue lo que pudimos encontrar.

En el trayecto en bote, ya podíamos apreciar el increíble color del agua, turquesa y transparente. Era emocionante pensar que estábamos en Filipinas, tan lejos de casa, en un bote en el medio del mar, recorriendo las islas paradisíacas cercanas a Palawan.

El sol estaba alto en el cielo, y el clima era muy agradable. En ningún país en los que hemos estado, quema tanto el sol como en Uruguay un día de verano, por culpa del daño en la capa de ozono. Por culpa de que otros dañaron nuestra capa de ozono.

La primera isla que visitamos, se llama Pandan. Varios botes estaban anclados en la costa. A lo largo de ella, palmeras, mesas y bancos en casitas techadas, y varios puestos que vendían comida. Alrededor de cien turistas descansaban en la arena o almorzaban, y otros tantos se bañaban en la playa, casi todos haciendo snorkell.

A esa altura moríamos de ganas de darnos un chapuzón en el agua, así que saltamos del bote y rápidamente nos dimos un baño. El agua estaba caliente, no sentías frío en ningún momento. Luego hicimos snorkell y nos dimos un masaje de una hora. Que mal la estábamos pasando!

La segunda isla, se llama Snake Island, por ser angosta y larga. En ella, jugamos un pequeño picadito con pelota de voleyball, ý competí con el Ciervo en una carrera de ochenta metros que, si bien está filmada, no tiene ganador confirmado porque no hay telebin.

Por último, fuimos a hacer snorkell a los arrecifes de coral. Fue una experiencia inolvidable nadar entre los peces de colores en su hábitat tropical. Los arrecifes son increíbles, encontrás todas las formas, figuras, colores y texturas.

Día 45(16 de abril):Honda Bay

A las doce y cuarto volamos por Air Phills hacia Puerto Princesa. El tránsito en el aeropuerto hizo que estuviéramos una hora en la pista, aguardando a que el piloto recibiera la luz verde para despegar.

Un israelita, que habíamos conocido en el aeropuerto de Manila, se unió a nosotros cuando llegamos a Puerto Princesa y fuimos los seis para Honda Bay, en moto taxi. De a dos en cada vehículo, y con las valijas y mochilas arriba, no íbamos a más de treinta kilómetros por hora.


Alquilamos una habitación en el único hotel que había en Honda Bay (recién inaugurado), pero a un precio muy accesible. Las habitaciones, eran para dos personas, y nos costó alrededor de ocho dólares a cada uno.

Honda Bay, es un pueblito con un puerto de botes, que son utilizados para moverse entre las islas cercanas. Nuestro hotel, parte del cual se encuentra dentro del mar, tiene una terraza con vista al mar y a las montañas lejanas. A su alrededor botes anclados, completan un paisaje espectacular.

Cuando llegamos ya eran pasadas las cuatro de la tarde, así que salimos a caminar por la única calle del pueblo. Algunos quioscos de madera, donde venden muy poca cosa comestible, y sobre el puerto un mercadito donde venden sombreros y remeras, eran los únicos comercios existentes. Lo mejor de todo es que encontramos por primera vez en el viaje cerveza de litro, y a un precio de no creer. Algo así como veinticinco pesos uruguayos.

Hambrientos, ya que no habíamos comido nada en todo el día y no había nada agradable para ingerir en la vuelta, pedimos que nos hicieran algo en el hotel. Tuvieron que llamar a una cocinera, que demoró tres horas en venir, e ir a comprar pollo a otro pueblo, por lo que más que almuerzo fue cena.

Nos quedamos en el bar del hotel, al lado de la terraza, jugando a un juego que trajo el israelita y tomando cerveza. Dos chanchos hacen de dados, y según caigan (de costado, de cabeza, de nariz, de oreja) vas sumando puntos. Muy divertido. Y así se nos pasó el rato, planeando al día siguiente, salir en un bote a visitar las islas cercanas.

viernes, 15 de abril de 2011

Día 44(15 de abril): Manila

El vuelo de Kuala Lumpur a Flipinas duró casi cuatro horas, en las cuales pude dormir casi todo el trayecto.

Filipinas, llamada así por el rey Felipe II de España, es la única nación hispánica de Asia, por los cuatro siglos de colonización española. Mantiene muchas de las costumbres de la cultura española.

Llegamos al aeropuerto de Clark, un aeropuerto muy básico, que queda a tres horas de la capital de Filipinas, Manila.

Para llegar allí tuvimos que tomar un ómnibus, que se detuvo en una tienda comercial para que sacáramos dinero del cajero. En el aeropuerto, nos cobraban doscientos pesos filipinos por el retiro, así que penábamos que quizá hubiera en el centro algún cajero donde no nos cobraran esta comisión. Sin embargo, no tuvimos suerte.

Luego de bajarnos del ómnibus, debimos tomarnos un taxi que nos arrimara al hostel donde pasaríamos la noche, llamado Friendly´s Guesthouse. A todo esto, ya eran más de las tres de la tarde, y estábamos hambrientos y exhaustos de tanto viaje; en ómnibus en Kuala Lumpur desde el barrio chino hasta el aeropuerto, luego en avión desde Kuala Lumpur hasta Clark, en ómnibus desde Clark hasta Manila, y por último en taxi hasta el hostel.

El hostel resultó bastante agradable, ya que teníamos un cuarto para los cinco, si bien el baño era comunitario. Salía barato, y era sólo para pasar una noche. Estaba muy bien ubicado, en el centro de Manila, cerca de Intramuros.

Me bañé inmediatamente al llegar, ya no daba más del calor de la ciudad, y enseguida salimos a almorzar. Buscamos alrededor del hostel, y enseguida vimos un centro comercial con una plaza de comidas. Fuimos hacia ella, y para variar comimos en Mc Donald´s.

Manila es una ciudad con una población de más de diez millones de personas. Es enorme y superpoblada y con un alto nivel de desempleo. El tráfico está congestionado y moverse en sus calles lleva su tiempo, ya que hay muchísimas personas transitando en ellas. Notamos una cantidad grande de niños pequeños, solos o en grupos, sucios y harapientos, muchos de ellos parecía que no habían comido en días. Se acercaban a nosotros y extendían su mano, suplicantes.

El olor de la ciudad es fuerte, y el aire se encuentra poluído. Hay mucha pobreza. También hay edificios muy altos, y ves autos modernos, lo que hace pensar en la desigualdad. Se observan muchas personas solitarias y ociosas en las calles.

Nos dirigimos hacia Intramuros, la parte colonial de la ciudad, construída por los españoles a finales del siglo XVI. Cuando atravesábamos un parque cercano, un filipino atlético y jovial de sesenta y dos años se nos acercó y se ofreció como guía. No se habló de precios, simplemente, Leopoldo, se mostró interesado en ayudarnos a llegar a Intramuros y a contarnos sobre el lugar.

Las murallas se mantienen conservadas a pesar del paso del tiempo y de las guerras. Luego de atravesar las grandes puertas, donde hay un control policial, subimos a las murallas. Desde allí, se tiene una muy buena vista de la ciudad de Manila, y del campo de golf que está al lado de las murallas.



Luego observámos y tocamos los cañones que defendían la ciudad dentro de las murallas, y seguimos caminando sobre ellas. A nuestra derecha, veíamos el campo de golf y la ciudad con los altos edificios iluminados, y a nuestra izquierda el interior de Intramuros, con varias universidades, colegios, capillas, dormitorios para estudiantes.

Cuando bajamos de las murallas, y nos adentramos en el lugar, pudimos recorrer plazas, catedrales e iglesias. Se encuentran las dos universidades más antiguas de toda Asia, la más antigua de todas data de 1620.  

Cuando terminamos de recorrer Intramuros, ya era de noche. Volvimos al hostel en jeepnee, una clase de vehículo muy extraño que hace de pequeño ómnibus en la ciudad. Este medio de transporte tiene más de sesenta años, y se utilizaba para el transporte de las tropas en la segunda guerra mundial.

jueves, 14 de abril de 2011

Día 43(14 de abril): Cuevas Batu y Museo de arte islámico

Pasado el mediodía, partimos en autobús hacia las cuevas de Batu, ubicadas trece kilómetros al norte de Kuala Lumpur, en el distrito de Gombak. Estas cuevas y cavernas, toman el nombre del río que fluye por la colina, llamado Sugai Batu Batu.

Las cuevas se transformaron en populares santuarios hindúes, especialmente la mayor, llamada Cueva Catedral o Templo Cueva, y que tiene cien metros de alto. Para llegar a ella debimos subir doscientos setenta y dos escalones. En la escalera y por todo alrededor está lleno de monos. En la entrada a las cuevas, antes de comenzar a subir por los escalones, se encuentra una de las estatuas más altas del mundo, la estatua de Lord Murugua, inaugurada en el año 2006. Una vez arriba pudimos observar los diferentes santuarios hindúes, con figuras ornamentadas, así como observar las altísimas paredes de la cueva y adentrarnos a varias secciones de ella. Además de la principal, había otras cuevas para recorrer, pero te cobraban así que preferimos volver a la ciudad para ir al Museo de Artes Islámicas.

Nos tomamos otro autobús y volvimos a la ciudad, y una vez allí y ayudados con el mapa, buscamos el museo. La idea de ir al museo surgió al consultar TripAdvisor sobre las actividades más recomendadas en Kuala Lumpur. Lideraba al ranking, así que decidimos ir a visitarlo y así ponernos más al corriente sobre la cultura islámica, y disfrutar con algo más de conocimiento, la visita a los países musulmanes.

Previo pago del equivalente a dos dólares americanos entramos al museo. Está dividido en varias secciones. En la primera, se aprende sobre la arquitectura islámica, con maquetas de las principales mesquitas de todo el mundo. Desde mesquitas en Tailandia, hasta la gran Mecca en Arabia Saudita, pasando por mesquitas en China, Uzbekistán y muchísimos países. Cada maqueta tiene su cuadro de información con la fecha de construcción y varios datos de interés.

En la segunda sección, pudimos ver libros del Corán de diferentes épocas, algunos muy antiguos, y además todos los instrumentos que utilizaban para realizar la escritura.

En las otras secciones, pudimos ver vestimentas, alfombras, armas, monedas. Todo muy completo con datos muy interesantes. También una sección del museo ofrece al visitante toda la evolución de los países con cultura islámica y los principales sucesos que fueron cambiando su historia a través de los siglos. Y en la sección final, los avances en ciencia producidos por hombres de países islámicos.

Salimos del museo satisfechos con la visita y volvimos al hostel. Teníamos muy poco tiempo para dormir, ya que a las tres y media de la mañana debíamos levantarnos e ir a tomar el Shuttle que nos llevaría al aeropuerto, donde tomaríamos el vuelo a Manila, Filipinas de las siete y venticinco de la mañana.

Día 42(13 de abril): Kuala Lumpur

Alrededor de las cinco de la mañana, estábamos levantados y con el equipaje pronto para dejar Indonesia y seguir rumbo a Kuala Lumpur, Malasia.

El vuelo por Air Asia fue muy corto, de menos de una hora. Una vez que hicimos los trámites, recogimos nuestro equipaje y salimos de aeropuerto, nos tomamos un ómnibus para la ciudad.

Kuala Lumpur es una ciudad de dos millones de personas. La presencia de extranjeros es muy fuerte, no sólo de turistas, sino del mundo de los negocios. Es fácil comunicarse en inglés, ya que casi todos lo hablan, al menos de forma básica. Es una ciudad muy moderna y desarrollada, con un importante crecimiento económico en los últimos años. El sector de los servicios es el que tiene a más empleados en la ciudad. La religión principal es la musulmana, si bien hay un fuerte presencia del hinduismo.

Nos alojamos en Backpacker´s Travellers Inn, un hostel muy barato en el barrio chino. La ubicación es muy buena, ya que el barrio está muy bien, y accedés a todos los servicios de manera rápida. Sorteamos a quien le tocaba el cuarto privado para tres, y con Juanchi perdimos y tuvimos que ir al comunitario, aunque dejamos las mochilas y las valijas en el cuarto de los chiquilines.

Lo primero que uno quiere hacer ni bien llega a Kuala Lumpur, es ir a conocer las Torres Petronas, las torres gemelas más altas del mundo, y hasta hace poco los edificios más grandes del mundo. El símbolo de Kuala Lumpur. Son torres de más de cuatrocientos cincuenta metros de alto, llenos de oficinas de empresas multinacionales, y con un gran centro comercial en la base.

Así que eso fue lo que hicimos, y para llegar allí nos tomamos el ferrocarril aéreo. Nos bajamos en la parada más cercana a las torres, y comenzamos a caminar por la ciudad. Es muy limpia y el tráfico, por fin, es ordenado.

Cuando llegamos a las torres, la altura de las mismas nos dejó sin aliento. Debías mirarlas desde lejos, ya que de cerca te dolía el cuello de estirarlo tanto para atrás. Sacamos las fotos obligadas, y entramos al centro comercial. Luego intentamos subir al piso superior, o al  menos al puente que conecta las torres, pero los tickets estaban agotados por ese día.

Seguimos caminando por la ciudad, con rumbo a la Menala Kuala Lumpur Tower, la segunda torre de telecomunicaciones más alta del mundo.

A esa altura eran más de las cinco de la tarde, y queríamos sentarnos a comer algo y a refrescarnos con alguna bebida. Cerca de las torres Petronas, cuando caminábamos hacia la Menala Kuala Lumpur Tower vimos una serie de bares y clubes que parecían estar bien para descansar un rato.

Topamos con uno que nos ofrecían algo que no podíamos creer. Desde las seis de la tarde hasta las ocho, canilla libre de cerveza y de whisky y comida gratis. Además, había una piscina de goma en la que podíamos bañarnos.

Nacho se había ido, porque quería comprar un reproductor de música así que se perdió de lo que fue un banquete.

Un cordero se hacía a las brasas, y varias mesas con arroz, camarones, pollo frito, pizza, arrollados primavera, y otros manjares aguardaban que dieran las seis. Hicimos tiempo jugando unos pooles y cuando dieron las seis y arrancó la fiesta, ya estábamos en las barras pidiendo la primera cerveza. Nos partimos la boca y bebimos lo suficiente para hacernos un agujero en la billetera si hubiéramos tenido que pagar. Es que en todos los países en que hemos estado el alcohol es carísimo.

Una banda en vivo comenzó a tocar, y nos colgamos un rato con su música.

Salimos del boliche a eso de las ocho y media, y fuimos a ver las torres Petronas en la noche, y fue de lo más increíble que he visto en todo el viaje. Nos acostamos en el piso, para no tener que esforzar el cuello y nos quedamos casi una hora contemplando la visión de las torres, que es de fantasía.

Las fotos hablan por sí mismas. 

Día 41(12 de abril): Despertar en la selva

Despertarse en el medio de la selva es una experiencia increíble. No hay palabras para describir lo que se siente realmente e intentarlo sería en vano. Hay que vivirlo, y sentirlo.
También aclaro por las dudas, que la experiencia tiene su lado desagradable y más fácil de describir, que es el cansancio y el dolor en los huesos por haber dormido en mala posición, y tener los músculos pesados y contracturados. Esto lo agrego para que el relato sea completo, en la vida casi nada es perfecto. Pero como experiencia y como recuerdo a atesorar todo fue perfecto.


Aquí aporta Nacho con la descripción de nuestros guías:

Nacho: Comencemos con el más tímido, el hermano de Obiwan, llamado Willpan a quien rápidamente apodamos niño de la selva. Un tipo muy callado pero amable y cordial, a quien le gustaba sacar fotos y que por ende le hice la cabeza para que le diga a Obi, que le compre una. Se pasaba observando y mutando. No fue de gran aporte.

Ahora pasemos a las figuras descollantes. Qcumber era el guía principal en el trekking, nos iba mostrando y explicando, todo los tipos de alimañas que encontrábamos a nuestro paso, animando las paradas con jocosas historias. En la noche, demostró ser un gran showman al enseñar sus habilidades en lo que él llamaba: Voodoo magic. Como estamos para los apodos, a él le toco el de Charoná por su gran parecido físico con el gran charrúa. Era un reflejo, del auténtico habitante de Bukit Lawang, un gran valor.
Por último, la mayor baraja, Ahmad Ray, alias Ronaldo por su parecido con el gran goleador brasileño. Era el polifuncional del equipo. El tipo te hacía un banquete (creo que nunca vi a nadie que disfrutara tanto de cocinar sobre un fuego), complementaba el show de Qcumber, te armaba una balza con gomas de tractor y cuerdas, y hasta se sacaba el ojo por plata, pero nunca llegamos a comprobarlo por que no llegamos a un acuerdo monetario. Un grande el gordo, su gran y repetiva frase: Are you sur?


Chelo: Desayunamos y fuimos a una cascada cercana. Estaba del otro lado del río, por lo que tuvimos que atravesar nadando los rápidos. Nos bañamos en ella y nos sentamos un rato en las rocas antes de volver al campamento.

El día había comenzado espléndido pero ya se oían algunos truenos, así que debíamos apurarnos, ya que para volver a la aldea, debíamos hacerlo en gomas de tractor infladas y atadas entre sí, por los rápidos del río. Si el río se ponía como el día anterior, y las aguas se llenaban de barro y se endiablaban, se podía complicar el retorno, y allí quien sabe si nos debíamos quedar otra noche, esta vez sin alimento,  y nos perdíamos el vuelo a Kuala Lumpur, o si nos animábamos a lanzarnos en los gomones con el río embravecido.

El cocinero, que también era mago, amante de los juegos de ingenio, boy scout, marinero y capitán de los gomones, preparó estos últimos rápidamente, y guardó nuestras mochilas en grandes bolsas de plástico, para que no se mojaran. La lluvia había comenzado con mucha fuerza, e iba a seguir lloviendo varias horas. Antes de subir a los gomones estábamos completamente empapados. 

El rafting fue otra gran experiencia. Casi media hora avanzando por los rápidos, que dirigía el cocinero, Ahmad Ray, alias Ronaldo, con la ayuda de un largo palo de madera, con el que evitaba que los gomones se dieran contra las rocas y lograba que tomaran la dirección indicada. En el último gomón, Qcumber hacía lo suyo también con otro palo.Muy, pero muy divertido.

Media hora después llegábamos a la aldea, con la adrenalina al mango, y deseando descansar el cuerpito en algo blandito. Así que fuimos al bar de Obiwan, quien nos estaba esperando, ya que habíamos guardado el equipaje en su casa. Almorzamos empanadas de vegetales con queso.

Ya se nos hacía tarde, porque teníamos que volver a Medan antes de que anocheciera para buscar hospedaje por esa noche. Así que nos despedimos de nuestros guías y partimos hacia Medan en una van que nos estaba esperando.

Sobre Medan, no hay mucho que decir, es una ciudad fea y mugrienta, sin ningún atractivo. Sólo nos conectamos a Internet, cenamos y dormimos.

Día 40(11 de abril): Trekking en la selva de Sumatra

Algunas nubes cubrían el cielo, pero en general estaba despejado así que no tendríamos problemas para realizar el trekking en la selva. Finalmente, Obiwan no nos acompañó, ya que tenía problemas en la espalda y terminamos yendo con su hermano, igualito al protagonista de “The Jungle Book” y con Qcumber, otro indonés chiquitito.

Salimos muy temprano, cruzamos el río en canoa, y entramos a la selva. El camino subía la colina entre grandes árboles y plantas tropicales, y ya comenzamos a impregnarnos de sensaciones. La humedad, el aroma a tierra y vegetación, el barro, los colores vivos, los sonidos de los animales y de los insectos. Siempre, Qcumber delante, nosotros en el medio, y el hermano de Obiwan por último.

Llegamos a una explanada desde la cual pudimos ver cómo alimentaban a un orangután. Estos animales, que podrán ver en fotos, son grandes monos de pelaje rojo, que utilizan el peso de su cuerpo para moverse entre los árboles. Desde donde estábamos podíamos ver cómo uno de ellos, colgado de una rama, recibía bananas por parte de uno de los cuidadores del parque. Pero también veíamos que todo a nuestro alrededor estaba en movimiento. Las hojas y las ramas de los árboles se movían, después de que los monos pasaran entre ellas.

Luego continuamos el camino, que seguía subiendo la colina. Pudimos ver hormigas enormes, del tamaño de dos falanges.La selva se cerraba sobre nosotros, y apenas nos llegaba la luz del sol. El suelo estaba húmedo y lleno de hojas muertas, teníamos que tener cuidado a cada paso de no resbalar, ya que el diluvio de la noche anterior había dejado mucho barro tras su paso. Íbamos avanzando lentamente, ayudándonos de ramas, troncos, plantas, lianas y raíces.

En un alto del camino, nos esperaba el punky monkey, de pelaje blanco y negro, con una cresta en su cabeza. Estaba sentado cómodamente, entre unas ramas bajas, como quien se sienta en el living de su casa. Nos miraba atentamente, pero muy tranquilo. Sacamos varias fotos y seguimos caminando.

Al rato paramos a comer frutas, mandarinas, bananas y una fruta extraña de color negro cuyo nombre no recuerdo. Y seguimos avanzando, subiendo y bajando las colinas a un ritmo constante. El sonido de la selva, y su paisaje  primitivo te hipnotizan suavemente, y uno puede atisbar cierto recuerdo en lo más profundo de su ser, como si un instinto primario asomara a la luz. El cuerpo y la mente se van adaptando a este hábitat, como si lo reconocieran como parte de un pasado antiguo, enterrado en lo más profundo de nuestra genética.

Hicimos varios altos en el camino. Como cuando vimos un orangután en un árbol alto, como cuando vimos varios monitos que saltaban de rama en rama. Al pasar por encima de nosotros quebraron una rama que cayó a pocos metros de Nacho. También nos detuvimos cuando vimos una cigarra grande y azul que inflaba su lomo con cada chillido o como quiera se llame el ruido que hacía. El ruido de estas cigarras se escucha constantemente, pero se ve que no se ven tan fácil, ya que incluso los guías le sacaron una foto.

Cuando estábamos un poco cansados,  nos detuvimos en una cañada. Qcumber sacó de su mochila unas bolsas y repartió el almuerzo en hojas de carton. Arroz con varios condimentos y verduras, un omellete, tomate y pepino, fue el almuerzo que engullimos con voracidad, ayudados sólo con las manos, ya que en la selva no hay cubiertos. De postre, el ananá más sabroso y jugoso que probé en mi vida. Llenos, descansamos un rato sentados en las rocas, remojando los pies en el agua fresca.

Luego retomamos el camino, que cada vez se hacía más difícil, y el cansancio se sentía más, sobre todo cuando subíamos. Y claro, la selva se extendía interminablemente, en todas las direcciones, absoluta, severa y eterna.

Cuando estábamos muy cansados, luego de más de seis horas de haber partido y dejado la “civilización”, escuchamos el río correr muy cerca de nosotros. Sabíamos que estábamos llegando. Y en seguida, a la vuelta del camino, apareció ante nosotros el campamento.

A primera vista, un gordo indonés cocinaba a la sombra de un toldo que se sostenía por ramas. A su alrededor, varios recipientes con verduras, pollo e ingredientes para la cena. Lo secundaba su ayudante que recibía las órdenes y las cumplía rápidamente.Un poco más atrás y a la izquierda, la carpa donde dormiríamos, varios toldos sostenidos con ramas fijas, y colchonetas de goma eva. El río corría rápidamente  un poco más allá y golpeaba contra las piedras estruendosamente. Y selva y más selva por doquier, casi como una presencia.

Dejamos las mochilas y nos dimos un baño en el río. El agua fresca era revitalizante, pero había que tener cuidado ya que la corriente era muy fuerte. Tomamos café, comimos algo, descansamos y conversamos un rato. Ya anochecía, y con el anochecer también venía la lluvia. El río cargado del agua de la lluvia y de barro comenzó a crecer rápidamente y a tomar un color marrón oscuro. Con el río así era imposible hasta acercarse. Las rocas donde habíamos estado minutos atrás habían desaparecido.

Nos guarecimos en nuestra carpa y esperamos a que estuviera la cena. El gordo indonés había estado cocinando por horas, así que teníamos muchas expectativas puestas en ella. Qcumber empezó a traer los recipientes, cada uno con una preparación para ponerle al arroz, que abundaba en una fuente. Y así fue que cenamos en la selva de Sumatra, junto a tres indoneses, cubriéndonos de la lluvia en nuestra carpa, a la luz de las velas y con un fogón encendido a pocos metros, mientras la vida en la selva continuaba a nuestro alrededor, ajena a nuestra presencia.

Cuando terminamos comenzó el show del cocinero y Qcumber. Comenzaron a hacer trucos con las cartas (muy malos magos por cierto) y plantearon muy interesantes juegos de ingenio.

Lo peor del trekking fue intentar dormir, en esas colchonetas de dos centímetros sobre el suelo rocoso del campamento. Sin almohada y nada para cubrirse, cada posición resultaba más incómoda que la otra, por lo que la noche fue una carrera por dormirse antes de que los músculos y los huesos se quejaran por la posición y tuvieras que acomodarte de otra manera En realidad, sólo pude dormitar, y desear que se hiciera el día lo más pronto posible. Pensaba cómo sería despertar en plena jungla, luego de haber pasado la noche en ella.