Alrededor de las nueve de la mañana, luego de desayunar, salí en moto con el Nacho rumbo a Kuta, donde buscaríamos un hotel para pasar los siguientes días. Mati y Juanchi, se quedaron en el hotel cuidando las pertenencias. Para ver un video en el que intentamos abrirnos paso en el tránsito: http://www.youtube.com/watch?v=J0bOBbsvNf4
Con el GPS en mano, comenzamos a recorrer nuevamente las caóticas calles de Bali, las avenidas congestionadas, y las angostas callejuelas donde hay que hacer malabares para pasar. En estas callejuelas, también hay comercios, hoteles, templos, extrañas construcciones. Es todo muy pintoresco, como pasear por una feria gigante donde a cada momento encontrás algo que te llama la atención. Los lugareños dejan en las calles pequeñas ofrendas con comida y flores e inciensos y hasta tabaco. Según un tachero, que nos llevaría luego desde Sanur hasta Kuta, esto lo hacen para atraer la buena suerte.
Cuando estábamos llegando a Kuta, y atravesábamos una de estas callejuelas, nos encontramos de repente con cinco o seis canchas de fútbol cinco, con un excelente césped artifical. Dentro, y a pesar de la hora, ya se jugaban varios partidos. Con las ganas que teníamos de jugar al fútbol, nos detuvimos allí, y entramos como un torbellino dispuestos a meternos en algún picadito. En seguida, unos indonesios nos invitaron a jugar con ellos. Entramos en calor en una de la canchas mientras esperábamos que comenzara el partido. Y por fin, luego de un mes fuera de Uruguay, pudimos jugar a nuestro deporte favorito. Con Nacho metimos los tres goles de nuestro equipo, dejando el partido igualado a tres cuando nos fuimos. Debíamos apurarnos, ya que habíamos quedado en ir y venir rápido con el hotel reservado, pero no pudimos controlarnos cuando vimos que estaban jugando al fútbol.
En Kuta reservamos un hotel por quince dólares diarios por persona, que tenía una excelente ubicación cerca del movimiento de Kuta, y una muy buena piscina. El baño de la habitación no era cerrado, por lo que cuando te bañabas tenías la impresión de hacerlo al aire libre. Aquí el clima es tropical, y hace calor a cualquier hora, no refresca nunca. Por la noche generalmente llueve un poco.
Este día teníamos la idea de descansar en la piscina y luego meter noche en Kuta, conocida por su alocada propuesta nocturna. Y eso fue lo que hicimos.
Luego de pedir que nos trajeran comida de Mc Donalds a la piscina, salimos a recorrer las calles de Kuta para tener una idea de qué hacer a la noche. Antes que se hubiera puesto el sol, caminábamos por el centro, detenidos a cada paso por balineses que nos ofrecían sus productos, remeras, musculosas, carteras, lentes de sol, relojes, carteras, entre otras baratijas. Al rato se largó a llover, y entramos a un restaurante a guarecernos. En este restaurante, la música te inducía a la relajación, y junto a las telas y luces rojas que adornaban el local y la lluvia cayendo copiosamente nos hicieron pasar un momento muy exótico. Además, no había sillas sino almohadones alrededor de las mesas.
Cuando paró de llover, salimos nuevamente, y Nacho se fue para el hotel. Con Mati y Juanchi seguimos caminando, hasta que entramos a la discoteca más grande que vi en mi vida, con seis pisos. Nos dieron una entrada Vip, y entramos a registrarnos. Allí averiguamos que entre las diez y las doce de la noche, la cerveza estaba a mil rupias, lo que es algo así como dos pesos uruguayos.
Volvimos al hotel a buscar al Nacho y a bañarnos, pero no lo pudimos encontrar. Salimos a la discoteca rápidamente, no nos queríamos perder ni un minuto de esta increíble promoción. ¿Quién puede decir que tomó cerveza a dos pesos?
Y bueno, una vez en la discoteca, que más que decir que aprovechamos la promoción al máximo, y recorrimos todos los pisos, en los que cada tanto tiempo ofrecían diferentes espectáculos, bailes de chicas, y demás propuestas.
A eso de las dos, me fui a dormir, con el partido de la mañana y la promo de cervezas estaba al borde del knock out.
Bo, el tránsito no me pareció tanto más caótico que acá... Eso hasta que se subieron las motos a la vereda, ahí sí se les fue la mano.
ResponderEliminarAh, y por supuesto, la moto más peligrosa de todas: la de los uruguayos.
PD: muy bueno el blog, a ver si ponés más fotos en algún lado :)