En la mañana llovió sin parar, así que nos quedamos en el cuarto hasta tarde escuchando música y ordenando un poco.
El vuelo a Yakarta, salía a las seis y cuarto de la tarde, y por lo general los días en que volamos, tratamos de tener todo pronto varias horas antes, para evitar contratiempos.
Llegamos a Yakarta alrededor de las ocho de la noche. Un chofer nos esperaba a la salida del aeropuerto con un cartel con mi nombre, para llevarnos a Blessing Manssions. Más que un hotel o un hostel era un edificio de apartamentos, que reservamos porque nos gustó la piscina que vimos en las fotos.
El clima en Yakarta es muy parecido al de Singapur, muy pesado y agobiante. Mucha humedad. Un olor nauseabundo, nos acompañó desde el aeropuerto hasta el hotel. Se observa el contraste entre los rascacielos, y las viviendas precarias rodeadas de basura. Mucho tráfico y mucho movimiento.
Yakarta, capital de Indonesia, es una ciudad de nueve millones de habitantes, que tuvo un crecimiento demográfico demasiado veloz, y su gobierno no pudo dar una respuesta adecuada, en cuanto a servicios de transporte, recolección de residuos, saneamiento. En consecuencia, la ciudad se inunda rápidamente, hay muchos basurales y grandes embotellamientos. Para 2025 se prevée que la población será de más de veintidós millones de personas. Si ya la situación no se puede manejar, no quiero imaginar lo que será en unos años.
Con estos pensamientos en la cabeza, llegamos a Blessing Mansions, que está dentro de un complejo de residencias y hoteles. Nuestro apartamento está ubicado en el piso veintiséis, aunque por alguna razón no existen algunos pisos. Desde la ventana podemos ver la gigantesca piscina, o la serie de piscinas que hay en planta baja. Parece que le embocamos al lugar.
Comimos algo y nos acostamos a dormir, para al otro día poder disfrutar de la piscina todo el día.
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