A continuación un resumen de lo que fueron estos nueve días en las islas de Tailandia.
Llegamos al aeropuerto de Phuket en la noche. Llovía torrencialmente y era difícil negociar con los tailandeses que se aprovechaban del estado del tiempo y no querían bajar los precios. No tuvimos más remedio que aceptar a regañadientes el precio ofrecido, no sin antes discutir acaloradamente con varios de ellos. No veníamos teniendo una buena relación con los habitantes de este país.
Un minibús nos dejó en Martini´s House, un apart hotel que habíamos reservado la noche anterior. Nos alojamos los tres en un cuarto bastante cómodo. Nacho se quedó durmiendo y con Mati salimos a conocer la noche de Phuket.
Nos tomamos un tuk tuk en la calle del hotel y le pedimos que nos llevara a la calle donde estaban los boliches.
Explicar la noche de Phuket es difícil. En aquella calle se alinean bares, boliches, pubs, prostíbulos a lo largo de alrededor de diez cuadras. Las callecitas que cortan esta calle larga también están repletas de bares y boliches. La música suena a todo volumen y las mujeres se ofrecen en cada rincón. Bailando sobre las mesas, caminando por las calles, sentadas en los taburetes de los bares, vestidas provocativamente, con minifaldas y escotes pronunciados. La mujer tailandesa es muy voluptuosa y de facciones muy bonitas.
Cuando caminábamos por entre la gente, por entre los bares no podíamos creer lo que veíamos. Es como un quilombo gigante; las mujeres te miran libidinosamente, te tocan, te agarran del pelo.
Entre las ofertas de la noche, podés sentarte en un bar a tomar una cerveza mientras una chica tailandesa de minifalda se te refriega acaloradamente, podés entrar a shows de striptease donde las mujeres bailan sin nada arriba y sin nada abajo, podés tomar una observando cómo mujeres en tanga bailan a diez centímetros, podés ir a shows donde mujeres hacen “arte” con su cuerpo. También podés ir a discotecas a bailar, en un ambiente de prostitución. Más del setenta por ciento de las mujeres son prostitutas, a grosso modo.
Otro tema son los lady boys que a la par de las mujeres, también bailan, tocan, se ofrecen. Algunos son muy evidentes, pero otros son más difíciles de diagnosticar.
El segundo día alquilé una moto temprano y fui hasta la playa de Phuket. Muy bonita pero nada comparado a lo que habíamos visto en Filipinas. Desde la playa pude ver que a lo lejos, al terminar la bahía había una pequeña playa entre las rocas. No sabía cómo llegar, ya que daba toda la impresión de que era la playa privada de un hotel.
Siguiendo la calle que bordeaba la playa me dirigí hacia allí. Tuve que realizar unos desvíos y me topé con una calle cerrada por una valla con una garita al lado. Le expliqué al hombre que estaba sentado en ella que quería conocer las instalaciones del hotel, me preguntó si había avisado por teléfono a lo que le respondí que por supuesto que sí.
Así pude conocer el lujoso hotel y la hermosa playa, y sacar unas hermosas fotos del atardecer.
El tercer día nos dirigimos hacia PhiPhi, unas de las islas más visitadas por el turismo europeo. Las playas son paradisíacas, y como decía en la anterior entrada está lleno de europeos que vienen de vacaciones y quieren pasar de fiesta.
Es por eso que en los siguientes cinco días, durante el día recorríamos las playas cercanas o nos embarcábamos a conocer otras islas. Una de las que conocimos fue Maia Island, la isla donde fue filmada la película “La Playa”, protagonizada por Leonardo di Caprio.
La mayoría de los integrantes del grupo de viaje, se unen al grupo grande en Bangkok, pero antes de unirse tienen unos días de relax en las islas tailandesas. Es por eso que Phiphi, estaba copado por uruguayos (cerca de trescientos cincuenta), y a donde fuéramos, sea a comer, a determinada playa, o a comprar algo al supermercado era imposible no cruzarte con alguien del grupo.
La próxima etapa del viaje tiene un ritmo muy alto, ya que todos los días tiene actividades organizadas y visitas guiadas. Esto es sumamente interesante, pero implica un cambio en la manera en que uno vive el viaje.
Hasta ahora era fácil perderse entre los habitantes, integrarse en la cultura local, conocer gente de otros países, aprender de esa manera. A partir de ahora, vamos a ser una masa de uruguayos visitando un lugar tras otro; aprendiendo mucho es verdad a través de los guías y a través de las diferentes actividades, pero perdiendo ese encanto de sentirse un extranjero perdido en el mundo. Por eso digo que hay que cambiar el chip y aprender a disfrutar otra manera de viajar, que va a tener muchísimo de aprendizaje y muchísimo que compartir, pero va a ser diferente
El encontrarse con tantos uruguayos en PhiPhi hizo que me diera cuenta de que ya estaban concluyendo las dos primeras etapas del viaje, y se estaba acercando la tercera. Mucha alegría de ver esos rostros disfrutando de estar viviendo experiencias para toda la vida. Muchos amigos, muchos conocidos. El saber que estamos compartiendo aquello para lo que tanto luchamos. También se da la posibilidad de conocer a muchas personas que sólo conocíamos de vista, ya que es imposible poder conocer de cerca a más de cuatrocientas personas que integran el grupo de viaje.
Por la noche, los boliches de la playa estaban preparados para los europeos. Hasta las once de la noche festivales de fuego y luces, amenizados con música electrónica. Enseguida se abría la pista y la gente la llenaba, bailando los éxitos que venimos escuchando desde que comenzamos el viaje en todas las discotecas a las que vamos. A las dos se cortaba la música y a las tres ya prácticamente no quedaba nadie ni en las calles, ni en la playa.
Luego de estar cinco días en Phiphi, volví a Phuket donde pasé dos días más recorriendo las playas cercanas.
Tailandia es un paraíso; sin embargo el encanto de El Nido en Filipinas con su gente amable, sus playas casi vírgenes, y sus noches en las que las velas eran la única luz, y se podía escuchar el murmullo del mar, no puede compararse con nada en el mundo.