Antes del mediodía ya estábamos dejando nuestras valijas en el Red Sun Hotel, en el Distrito 1 de Ho Chi Minh. El distrito 1 también es llamado Saigón, nombre usado además para nombrar a toda la ciudad.
Descansamos brevemente en los cuartos y salimos a almorzar. Inmediatamente después nos dirigimos hacia el Museo de la Guerra.
Este museo le muestra al mundo las atrocidades, destrozos y sufrimientos generados por la Guerra de Vietnam. A través de varias salas con fotografías impactantes, llama a la paz a través del dolor.
Antes de entrar al museo propiamente dicho, nos sacamos varias fotos en el patio donde se exhiben helicópteros, aviones, bombarderos, tanques y otros vehículos de guerra de las fuerzas aéreas norteamericanas. Si bien teníamos cierto conocimiento del terror de la guerra de Vietnam, no éramos plenamente conscientes de lo que significó para el pueblo vietnamita. Es por eso que en las fotos lucimos sonrientes.
Una vez dentro las sonrisas se borraron dramáticamente de nuestros rostros. Es que la realidad de lo que fue la guerra y lo que siguen siendo hoy las secuelas de la misma, golpean muy duro, profundamente, desde el comienzo.
Lo primero que ves al entrar al museo, es un grupo de seres humanos con deformaciones producto de la herencia de las armas químicas utilizadas en la guerra.
Hombres y mujeres de poco más de veinte años sufriendo hoy las secuelas de una guerra de la que ni siquiera fueron contemporáneos. Un hombre sin ojos tocando el órgano, otro de medio metro y retorcido sobre sí mismo en una silla de ruedas hilando, otros con las piernas deformes, otros con rostros deformes. Todos allí juntos, unidos en un rincón, haciendo una denuncia absoluta sobre los horrores de la guerra, que fue para ellos su razón y su sinrazón de ser. El ciego sin ojos tocaba una melodía triste en el órgano, y otros ciegos lo secundaban cantando tímidamente. Golpeado y conmovido hasta la médula por este testimonio viviente, subí hasta el segundo piso, donde se encontraba la primera exposición.
En la primera exposición fotografías sobre los años previos a la guerra daban una adecuada introducción al contexto en el que se desarrollaría.
Las siguientes exposiciones eran ya más fuertes. En una exhibían fotografías tomadas durante la guerra por fotógrafos extranjeros que luego morirían en ella, haciendo un tributo a esas víctimas.
En otra las mejores fotografías tomadas en la guerra te transportaban a aquellos terribles momentos. Compasión y empatía ante la contemplación de aquellos rostros asiáticos eternizados en un rictus de sufrimiento. Odio e impotencia ante la contemplación de aquellos rostros americanos iluminados por la locura. Es que al contemplar estas imágenes uno entiende que el hombre puede no tener límite alguno en su maldad.
En otra galería se exhibían las armas utilizadas por los norteamericanos. A su vez, se mostraban fotos sobre las diferentes armas ilegales que utilizaron, como el agente naranja y las bombas napalms. Imágenes de pueblos y ciudades arrasadas, en un cóctel de atrocidad combinado con imágenes de rostros quemados por las armas químicas.
En otra galería se exhibían imágenes de los defectos de nacimientos generados por las armas químicas. Aberración tras aberración.
En otra se exhibía la reconstrucción de Vietnam, una vez que terminó la guerra.
En otra, se exhibía el apoyo mundial a Vietnam, con manifestaciones en cada ciudad. Encontramos la foto que mencionaba al apoyo de Uruguay.
Con los ojos al borde de las lágrimas y sintiéndome agotado salí de museo y me junté con los demás. El silencio era la muestra de que todos estábamos conmocionados. Ya no se nos pasaba por la cabeza sacarnos una foto animadamente con los vehículos de guerra.
Luego fuimos hasta la catedral de Notre Dame, donde no pudimos entrar ya que había una misa y estaba lleno. Lo más sorprendente es que mucha gente estaba sentada en sus motos fuera de la iglesia escuchando el sermón. Lo apodamos la moto misa.
Después de parar en un café a refrescarnos volvimos al hotel caminando por una avenida de Ho Chi Minh. Es demencial cruzar las calles repletas de motos. Más tarde nos enteraríamos de que sólo en Ho Chi Minh hay seis millones de motos.
A continuación participación estelar nachesca sobre la comida callejera vietnamita.
Nacho: A poco de terminar nuestra estadía en Vietnam, me he dado cuenta que la comida callejera varía mucho de ciudad en ciudad. Desde las “pascualinas” de Hanoi que estaban muy buenas, pasando por las baguettes fritas cubiertas con una misteriosa carne picada de Hoi An, llegamos a los fideos de plástico con aderezos irreconocibles servidos en bolsas de plástico de Ho Chi Minh City. Sin embargo, hay un plato que se repite en toda calle vietnamita y que no es la rata. Me refiero a la baguette rellena de tomate, lechuga, pepinos, cebolla y zanahoria, con sus opciones de carne picada, puerco o pollo. Es clara la influencia francesa en este sabroso bocadillo, que puede acompañarse como en todo el sudeste asiático con chili o ketchup. No me quiero despedir sin antes hacer una mención a grandes bocadillos como los deliciosos cangrejos fritos de Hoi An o los huevos de codorniz o gallina a peso en las calles de Ho Chi Minh. Para Info y Piques 2012 quiero recomendar un puestito callejero en Hanoi a cinco pesos el vaso de cerveza y Spring Rolls (arrolladitos primavera) muy enchumbados en aceite y demorones más no por eso dejaban der gustosos. Mamá no te preocupes que mi estómago viene respondiendo muy bien y ya ha generado todos los anticuerpos necesarios para sobrevivir a la gastronomía callejera de todo el sureste asiático. TQM.
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