miércoles, 18 de mayo de 2011

Día 73(14 de mayo): Último día en Hoi An

Como se venían días de actividad continua y de mucho movimiento,  me propuse tomar un día de total relax en la piscina del hotel. Además quería recuperarme completamente de la espalda y no exigirla nuevamente subiéndome a una moto.

Así que mientras unos iban a la playa a darse un baño y a tomar sol y otros iban al centro a realizar compras o a levantar sus encargos del día anterior, me quedé leyendo, escuchando música, escribiendo y bañándome en la piscina.

Así se pasó la mañana y la tarde, reflexiva y tranquila. Una mención especial a la siesta escuchando Sabina en la piscina. En este día, el descanso y la reflexión renovaron mis fuerzas y mis energías.

Cuando se había puesto el sol, fuimos con Matías al centro. Como mencionaba anteriormente, Hoi An es muy conocido por las casas que hacen ropa a medida. El día anterior Nacho y Mati se habían tomado las medidas y encargado varios pantalones de lino. Pasamos a retirarlos y aprovechamos a caminar por las callecitas llena de comercios, cuyas artesanías, formas y luces te transportan por un momento a otro mundo. En la noche todo se vuelve más calmo y más leve, como si un encantamiento se apoderase de Hoi An.



Luego volvimos al hotel a pagar la cuenta y a cenar. La recepcionista (que daba la impresión de ser también la dueña) nos había pedido de que pagásemos la cuenta antes de las nueve de la noche. Cuando llegamos, fuimos hasta la recepción a preguntar cuanto debíamos, ya que no sólo teníamos que pagar los cuartos sino también los alimentos y las bebidas que habíamos consumido, cuya cuantía no habíamos controlado.

En los hoteles de Vietnam se quedan con los pasaportes el tiempo que dure tu estadía. Mientras mirábamos el recibo, la recepcionista nos dio un fajo de pasaportes para que buscáramos los nuestros. El mío no estaba. Tampoco estaba en otros fajos que fue sacando de la caja fuerte, y de varios cajones bajo el mostrador.

Ante mi negativa a su pregunta de si ya me lo había dado, la recepcionista comenzó a ponerse nerviosa. Me pidió que le preguntara a mis compañeros si no se lo habían llevado por error cuando habían pagado minutos antes. Fui hasta el comedor donde algunos cenaban y otros estaban con las computadoras. Ninguno se lo había llevado por error.

Volví a la recepción con la respuesta, y Mati y Nacho comenzaron a buscar detrás del mostrador, en el piso, entre las bolsas, hasta en la heladera. Checha me decía que cuando buscaba el de ella creyó haber visto el mío, pero no podía asegurarlo. Intenté mantener la calma, pero pasaban los minutos y la búsqueda frenética de compañeros y empleados del hotel no daba frutos. Me quisieron acompañar al cuarto a buscarlo ellos mismos, y tuve que aceptar a pesar de que sabía que no había tocado el pasaporte desde que llegué al hotel.

Todo se volvió un caos, ya que también había compañeros del Grupo de Viaje que estaban viajando en otro grupo libre, que cuando se enteraron que mi pasaporte no aparecía fueron a la recepción a verificar que los suyos sí estuvieran.

La gente de recepción los atendía y dejaban de buscar el mío, y yo les pedía que se fueran que primero teníamos que solucionar mi problema que era más urgente. Al fin y al cabo el pasaporte que no aparecía era el mío, y sin pasaporte no podía seguir viajando. A pesar de eso me sentía bastante tranquilo, no era momento de entrar en crisis.

La única chance que quedaba a esa altura es que lo hubieran agarrado por error José y su novia, que habían salido al centro. Karlita le pidió la llave a la recepcionista, y cuando entramos al cuarto, a la luz de la lámpara resplandecía mi pasaporte. José explicó luego que se lo habían dado y se lo quedó para dármelo luego.

Solucionado el percance no quedó más que cenar e irse a dormir, ya que al otro día muy temprano, volábamos hacia Ho Chi Minh.

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