Shanghai es una megalópolis con todas las letras. Muy bien organizada y con una excelente infraestructura, sus calles y sus servicios de transporte y de limpieza, soportan muy bien a los veinte millones de habitantes más los turistas de paso. Algunas políticas colaboran con ello. Pude averiguar que no cualquier chino puede vivir aquí. Para hacerlo debes tener un permiso de residencia. Cómo hacer para conseguirlo, escapa a mis conocimientos hoy en día.
Nuestro hostel se encuentra muy bien ubicado, cerca de varios puntos de interés. El tráfico congestionado (aunque a un nivel aceptable) y las masas de chinos avanzando como uno solo, se reservan a las principales avenidas y calles; la zona del hostel si bien se encuentra cerca de estas arterias principales de la ciudad, tiene un ritmo más tranquilo.
En nuestro primer día aquí con Nacho, salimos a recorrer la ciudad sin un rumbo predeterminado, pero queriendo pasar por People´s Square y por la rambla del río.
Lo primero que uno admira es la limpieza de la ciudad, que a pesar de estar arrasada por un mundo de transeúntes, se mantiene impoluta. Ni una bolsa, ni una botella, ni siquiera colillas de cigarros. Lo increíble es que en ningún momento vimos cómo la limpian, pareciera que tuviera un mecanismo de limpieza automático.
La segunda cosa que uno admira es la cantidad de plazas llenas de árboles, lagunas, árboles, flores y un pasto perfectamente cortado y de un color verde envidiable. Nos imaginábamos que en Uruguay, estaría lleno de gente jugando al fútbol y buscábamos alguna pelota por algún lado, pero no pudimos dar con ella. Es allí, rodeado de espacio libre, que uno puede admirar los enormes rascacielos que se elevan a lo lejos como montañas, unos más grandiosos que otros, como luchando por llegar antes al cielo.
El ruido es permanente, pero cada vehículo en sí es silencioso. Es la suma de todos, que provoca un murmullo constante. Aquí por supuesto, nadie conoce el silencio.
Con todas estas impresiones rondando en algún lugar en nuestras mentes, fue que llegamos a People´s Square, la plaza más famosa de Shanghai.
Lo más interesante de esta visita fue que en una parte de ella, comenzamos a ver carteles. Si bien estaban escritos en chino y no podíamos leerlos, se repetían unos números. Más adelante, señores mayores y señoras mayores, sentados en sus banquitos delante de su cartel, respondían dudas de otros chinos, o simplemente esperaban. Una idea sobre lo que estaba pasando comenzó a formarse en mi mente.
Como nadie hablaba en inglés no podíamos satisfacer la duda, así que esperamos a que pasara alguien de nuestro mundo. En lugar de Buscando a Wally, esto se ha convertido en Buscando al Occidental. Fue así que dimos con una alemana, pero ella tampoco tenía idea de lo que estaba pasando. También se estaba preguntando lo mismo que nosotros, y mientras discutíamos sobre el tema, un chino que hablaba inglés se nos acercó.
En efecto, todos aquellos carteles, eran de gente que busca gente, más precisamente de hombres y mujeres que buscaban pareja. Las personas que estaban allí con su cartel, eran los padres de aquellos chicos y chicas, de entre veinticinco y treinta y cinco años que no habían conseguido novio o novia aún. Obviamente no podíamos dar crédito a lo que veíamos, y comencé a presentar a la alemana como posible novia, pero a ella no le gustó mucho la idea.
Luego de esto, volvimos al hostel para hacer un mate y seguimos caminando y observando los carteles de las grandes corporaciones, las pantallas gigantes, los edificios y el latir de esta majestuosa ciudad. Hasta que llegamos al río, sobre el que se yerguen otros tantos edificios de extraña y posmoderna arquitectura. Según estimaciones totalmente carentes de precisión, cerca de quinientas mil personas transitaban por la rambla, y sacaban fotos y continuaban avanzando. La vista es excelente, y pude sacar una panorámica con mi nueva cámara Sony, desde un bar que es el punto más alto del lado de la rambla en el que estábamos.
Luego hicimos el camino de vuelta por la peatonal, en el centro de la cual banderas de China siguen el camino y se pierden de la vista. Otra cosa que nos llamó la atención es cómo las mujeres caminan de la mano, y cómo los hombres caminan abrazados.
Constantemente, vendedores nos ofrecían relojes, calzado, bolsos, mostrándonos una carta con los mismos como si fuera un menú en un restaurante.
Cuando llegamos al hostel nos encontramos con las chiquilinas y estuvimos un rato en el bar de arriba charlando y tomando alguna cerveza.
Más tarde fuimos con Nacho a recorrer la noche de Shanghai, y terminamos en un discoteca en un piso de un edificio.
Luego a dormir, con las piernas cansadas después de haber caminado más de veinte kilómetros en el día, pero no tanto ya que a esa altura del viaje ya estábamos bastante en forma.
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