Salimos muy temprano de Ho Chi Minh prestos a realizar el periplo que nos llevaría hasta Phnom Penh, capital de Camboya, a través del río Mekong en un viaje de dos días.
El río Mekong es el río más largo del sudeste asiático, atravesando seis países (China, Birmania, Camboya, Laos, Vietnam, Tailandia) en su longitud de 4.880 kilómetros. Sus aguas dan sustento a cien millones de personas a través de la pesca y del cultivo del arroz que facilita con su caudal.
La primera parada luego de varias horas en ómnibus fue el mercado flotante de Can Tho en el Delta del Mekong. Allí bajamos del ómnibus y nos subimos a un bote que nos paseó por el mercado. Allí varias embarcaciones venden frutas y comida.
Siguiendo viaje por el delta de Mekong bajamos a visitar la pequeña fábrica de una familia. Allí hacían caramelos de coco, galletas de arroz, preparaban bebidas espirituosas. Observamos todo el proceso de fabricación. Resulta muy interesante ver cómo en el proceso nada se desaprovecha, y utilizan hasta la cáscara de arroz como sustituto de la leña.
Desde allí fuimos a almorzar, donde nos deleitamos con pescado (pez oreja de elefante) y con camarones a la parrilla. Como siempre los uruguayos tenemos un problema con la puntualidad y siempre nos damos un margen de tolerancia de diez o quince minutos. Esto no pasa en el resto del mundo y cuando volvimos al bote utilizando hasta el último de los minutos de tolerancia el guía estaba molesto. Y más molesto se puso cuando Guille y Vicky se dieron cuenta que habían dejado la mochila en el restaurante y tuvieron que volver a buscarla, caminando más de doscientos metros por el sendero de tierra. Comenzó a gritar y tuvimos que pararle el carro.
Seguimos camino por el Mekong más de una hora, observando de vez en cuando grupos de vietnamitas en canoas buscando peces, o mujeres que lavaban ropa. Es que todo a lo largo del río, tienen un hogar muchísimos vietnamitas. Todos muy simpáticos nos saludaban al pasar. Por momentos el río tenía un caudal pequeño y los arbustos y las ramas acariciaban los costados de nuestro bote.
Desembarcamos en Vinh Long sólo para subirnos al mismo ómnibus que habíamos dejado horas antes y continuamos camino. Poco después dejamos el ómnibus y mediante ferry cruzamos el río. Esperamos al ómnibus del otro lado, nos subimos y seguimos camino.
Visitamos brevemente una granja de cocodrilos, donde éstos estaban separados por edad. En donde estaban los más chicos, estaban sueltos muchos pollitos que se amontonaban entre ellos. Cuando un cocodrilo tenía hambre, no tenía más que acercarse a las pobres víctimas. Nos subimos al ómnibus sabiendo que ya no pararíamos más hasta llegar al final del recorrido del primer día.
Ya eran casi las ocho de la noche y la primera etapa del periplo estaba llegando a su fin. Íbamos a pasar la noche en un hotel flotante en Chau Doc. Para llegar a él tuvimos que subirnos a otro bote que cruzó el río. Nos dimos una ducha y volvimos a tomarnos el bote hasta el otro lado del río, donde nos subimos a un barco para cenar allí, mientras éste nos paseaba de un lado al otro del río.
La cena era frugal, fideos con vegetales. Sin embargo el paseo era excepcional y la sensación de estar en un lugar perdido en el mundo potenciaba la experiencia. Abrimos un vino, que Mati había comprado días atrás en la bahía de Ha Long. El vino vietnamita nos dio ánimo festivo y cuando nos quisieron llevar a nuestro hotel flotante le dijimos que de ninguna manera que queríamos festejar un poco.
Es que parte del grupo se había quedado en el hotel flotante del otro lado del río, y en su hotel había un gran bar con una amplia pista y varias mesas. Allí, hicimos un jolgorio importante hasta que dos horas después nos invitaron a retirarnos.
A esa altura ya estábamos enfiestados y cuando llegamos a nuestro hotel fuimos a procurar cerveza. De la mano del “comandante” Astor, lo que parecía una misión imposible se transformó en un juego de niños. Nos quedamos conversando y festejando junto a Julio, Virgin, Nacho y Mati hasta cerca de las dos de la madrugada.
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